De Tierno Galván a Almeida: cómo encajaría 36 años después el singular estilo político del Viejo Profesor
Martes, 21 de enero de 1986. Primera hora de la tarde. Los restos del alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, abandonan la Casa de la Villa a hombros de su equipo de gobierno para ser trasladados en carruaje hasta la Plaza de Cibeles. Las calles están abarrotadas de gente. Cientos de miles de personas asisten al desfile fúnebre. Lanzan flores, aplauden y despliegan pancartas. "Los nuevos profesores, con el viejo profesor", se lee en alguna de ellas. El sepelio se convierte en uno de los más multitudinarios en la capital. Autoridades de todo signo político dan su último adiós al regidor. "Supo hacer de la política una confrontación de ideas y proyectos, no de personas", diría el entonces arzobispo de Madrid en la homilía de reconocimiento del intelectual agnóstico y marxista.
Treinta y seis años después de su partida, Juan Barranco, quien fuera su mano derecha durante su última etapa en el consistorio y quien se encargaría de coger el bastón de mando tras su fallecimiento, se deshace en elogios hacia el exregidor de la capital. "Era una persona bondadosa, con una gran capacidad intelectual y que supo ganarse el corazón de toda la ciudad de Madrid", sostiene en conversación telefónica con infoLibre. Y, sobre todo, con una enorme voluntad de diálogo, de consenso, que Barranco es lo que más echa en falta en la política actual. El viejo profesor confrontaba, claro que lo hacía. Pero desde el respeto absoluto al adversario político. No bajaba al barro. Nunca tuvo la tentación de hacerlo. "Era un político de gran nivel", recuerda su sucesor.
Procedente de una familia de clase media rural de origen soriano, Tierno Galván comenzó sus estudios de Derecho en plena Segunda República. Una formación que sería interrumpida por el golpe de Estado que derivó en la posterior Guerra Civil, en la que formó parte del Ejército republicano. Tras el fin de la contienda, comenzó su meteórica carrera académica. Se convirtió en catedrático de la Universidad de Murcia. Y años después se trasladó a la de Salamanca, centro del que fue expedientado y expulsado a mediados de la década de los sesenta por su apoyo a los estudiantes en las protestas que proliferaban contra la dictadura franquista.
Poco le importaba haber sido apartado del Instituto de Estudios Políticos por dar una conferencia en la que hablaba del marxismo y la lucha de clases. O haber pisado la prisión de Carabanchel a finales de los cincuenta. Su compromiso político y su oposición al régimen resultaban inquebrantables. Tanto, que el nombre del intelectual aparece en el diario de quien fuera responsable de la censura como ministro de Información y Turismo. "Hoy no ha habido más novedades que unas importantes declaraciones de Tierno Galván a Le Figaro", escribe Manuel Fraga la víspera de Reyes de 1964, tal y como cuenta en Memoria breve de una vida pública. Una edición del diario conservador galo que ordenaría secuestrar en las fronteras con el país vecino.
Tras su salida de Salamanca y su paso por la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, el intelectual impulsa el Partido Socialista del Interior (PSI), frente a un PSOE cuyos pesos pesados se encontraban en el exilio. Unos años más tarde, la formación adoptó un nuevo nombre: Partido Socialista Popular (PSP). Era 1974. Al dictador le quedaban pocos meses de vida y la formación impulsada por Tierno Galván o Raúl Morodo experimentaría una expansión importante al calor de la denominada Junta Democrática. Tres años después, en los comicios constituyentes, la coalición de la que formaba parte el PSP logró hacerse con media docena de escaños en la Cámara.
"Concordia constructiva y apenas beligerante"
Como miembro del Grupo Mixto, el académico no pudo participar en la Ponencia Constitucional, aunque eso no le impidió pronunciarse sobre la futura Ley Fundamental en la Cámara Baja. "En las veinte intervenciones significativas de Tierno, en Pleno y Comisión, la actitud que adoptará fue de concordia constructiva y apenas beligerante", explica Raúl Morodo, uno de sus compañeros de partido, en su artículo "Enrique Tierno Galván: un singular itinerario intelectual-político". Su idea era que la Constitución resultase "un instrumento o herramienta" con la "mayor participación posible", un elemento de "reconciliación" que sirviera de punto de partida para la construcción de una "sociedad democrática avanzada".
A lo largo de sus intervenciones, el profesor puso el foco en el procedimiento de reforma, que pedía que fuera lo más flexible posible. Y abordó el delicado asunto de las nacionalidades y regiones. Sobre esta cuestión, no tenía ningún problema en explicar que su posición al respecto había ido evolucionando. "Yo carecía de sensibilidad para el problema y tuve que hacer un gran esfuerzo porque estaba embriagado por la identificación de la historia de España con la historia de Castilla y he tenido que pasar años leyendo la historia en las distintas regiones y nacionalidades para entender mejor el problema", decía el político. "En España caben todos los pueblos", completaba.
"Respeto formal de incalculable cortesía"
Poco después de su llegada a la Cámara Baja, el PSP acabaría diluyéndose en el PSOE. Y de la mano de esta formación se convirtió en el primer alcalde democrático de la capital. No ganó los comicios de 1979, pero el respaldo de los comunistas le permitió que se alzase con el bastón de mando. Un apoyo que, cuatro años después, dejaría de ser necesario. En las municipales de 1983, casi el 49% de los votos se aglutinarían alrededor del viejo profesor. Una mayoría absoluta que evidenciaba el cariño que Madrid profesaba a un intelectual que situaba la "amistad", la "lealtad" y la "humildad" como valores fundamentales. "El orgullo, la soberbia, el sentirse superior, es algo destructor", opinaba el exalcalde.
Casi cuatro décadas después de su fallecimiento, quien fuera su mano derecha en el consistorio considera que Tierno Galván se echaría hoy las manos a la cabeza si viera el poco respeto que se tiene a "la verdad" en política, algo que termina por incrementar la desconfianza hacia las instituciones y "debilita" la democracia. Del mismo modo, Barranco echa de menos esa "voluntad de diálogo, de consenso" que tanto marcó la figura del intelectual. Parte de su encanto, en opinión de su amigo Fernando Lázaro Carreter, residía en la capacidad de ser, al mismo tiempo, "gentil y radical", "ceremonioso e inquebrantable", con un "respeto formal de incalculable cortesía".
Porque por muy encendido que fuera el debate, el académico siempre evitaba bajar al barro. Un singular estilo político que es cada vez menos habitual. "Cuando nosotros nos irritábamos nos mandaba una notita desde la presidencia, que el ordenanza nos dejaba en la mesa, en la que se podía leer: 'Moral, no se preocupe, sobrevuele", contaba hace unos años Enrique Moral, quien fuera segundo teniente de alcalde y responsable del área de Cultura. Era un hombre tranquilo que nunca olvidaba el papel institucional que jugaba, algo que sí se le ha pasado por alto en alguna ocasión al actual alcalde –por ejemplo, tras el fallecimiento de la escritora madrileña Almudena Grandes–.
La libertad, "bien común y no de algunos"
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Tierno Galván plasmó buena parte de sus reflexiones y preocupaciones como alcalde de la capital en sus deliciosos bandos, cargados de ironía e ingenio. "Dedicaba bastante a ellos, los construía palabra a palabra", rememora Barranco. En ellos hablaba, entre otras cosas, de la "libertad", un término del que se ha intentado apropiar la actual presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. "De la libertad hemos de gozar proporcionadamente para que sea bien común y no de algunos que buscan hacer particular provecho de lo que por natural razón a todos pertenece", sostenía en uno de los escritos. Una libertad que también centró parte del emitido con motivo de la manifestación en repulsa al intento de golpe de Estado del 23-F. Un escrito en el que, entre otras cosas, llamaba a la calma.
También la figura de la mujer estaba presente. "Hay que perder la vieja idea de que sea la mujer varón menguado. Puede ser contradicha sin ambages ni rebozos esta opinión con la larga experiencia que enseña que vale la mujer tanto como el hombre vale", señalaba en febrero de 1983. Y el tráfico, eso le traía por el camino de la amargura. Fueron varios los bandos en los que Tierno Galván pedía a la ciudadanía madrileña "un uso más racional del coche privado", favoreciendo el de los "transportes públicos", a fin de contribuir "a un mayor y más seguro uso de la calle por peatones".
Treinta y seis años después, es la ultraderecha, que reniega del término violencia machista, el socio preferente del actual alcalde, José Luis Martínez Almeida. Un regidor cuyo equipo de gobierno no ha tenido inconveniente tampoco en rebajar las restricciones para el acceso de coches a la capital impulsadas durante la última legislatura y que ha evitado pelear en los tribunales la retirada de calles franquistas del nomenclátor de la capital. Un borrado de nombres del que Tierno Galván fue primer impulsor a comienzos de los ochenta.