‘Tokyo Vice’, periodistas, polis y ‘yakuzas’ en una densa miniserie
Tokyo vice (HBO Max) se aproxima a la mafia desde una intersección que multiplica su interés, la que une al periodismo, la policía y en este caso japonés, la yakuza. Lo hace adaptando las memorias de Jake Adelstein, publicadas en 2009, que contenían una experiencia irrepetible.
Siendo un joven criado en Misuri se convirtió en el primer occidental que consiguió trabajar como redactor en el periódico Yomiuri Shimbun, un gigante que ostenta el récord de la tirada más amplia de la historia y aún es el que más ejemplares vende en el mundo. Desde allí investigó el crimen organizado.
Según explicaba él mismo en una entrevista de Madmoizelle promocionando su libro, además de sus estudios universitarios en Tokio, sus trabajos como traductor le permitieron perfeccionar el idioma. Después tuvo suerte en una dura prueba de cultura general que se hacía a los aspirantes a trabajar en el diario. Y quizá en la entrevista personal decidieron hacer un experimento contratándole.
Una vez en el periódico consiguió labrarse buenas relaciones en la policía y avanzó en la investigación respecto a la yakuza. La publicación de sus averiguaciones le puso en el punto de mira del clan denunciado y tuvo que tener vigilancia policial durante varios años.
Una controversia sobre la veracidad de las investigaciones
Su forma de relatar los hechos, con jugosas frases atribuidas a fuentes anónimas, ha despertado también los recelos de algunos observadores. El medio The Hollywood reporter recoge las dudas que han suscitado sus contactos y aseveraciones. Lo hace de modo aparentemente ecuánime, incorporando también elogios de colegas del periodista.
Adelstein aborda el tema y se defiende. En un extenso artículo recientemente publicado desgrana porqué algunas de sus fuentes permanecen en el anonimato más de lo usual en otros países. Por ejemplo, explica que en Japón la policía comete un delito si filtra información a la prensa lo que hace mucho más difícil atribuir las informaciones. Añade que gran parte de sus investigaciones han sido verificadas.
El equipo de esta serie limitada no entra en la polémica porque reconocen que han trabajado con libertad sobre el material de las memorias de Adelstein y ellos si consideran la serie ficción.
El encargado de la adaptación del guion era amigo personal desde el instituto del periodista afincado en Japón. Se trata del galardonado dramaturgo J.T. Rogers, quien había intentado hacer una película con este material antes de contactar con HBO y transformar el proyecto en serie.
Michael Mann ha diseñado la brillante propuesta visual
La dirección del primer episodio, la que marca el impactante tono visual de la serie, ha corrido a cargo de Michael Mann, productor en su día de Miami Vice. La leyenda cuenta que aquella icónica serie se creó a partir de la idea de “policías a lo MTV” del mítico programador de la NBC Brandon Tartikoff.
En esta ocasión, Mann, que ya se acerca a los ochenta años, no ha descuidado su característica atención al detalle. Según Ansel Elgort, protagonista de Tokyo vice, su obsesión es tan aguda que resulta cómica.
El director se movía con un grueso cuaderno lleno de notas acerca de cualquier detalle y grababa todas las conversaciones para no perder matices de lo dicho. Como resultado, la serie ha sido reconocida por su fiel recreación del Tokio de finales del siglo XX.
La cabezonería de Mann le ha hecho también negociar duramente con las autoridades japonesas cuando le negaban rodar en ciertos lugares. Gracias a ello, se pueden ver en la serie escenarios poco retratados en ficción.
Aprender japonés contrarreloj
Mann presionó con fuerza a Elgort, para que perfeccionara su japonés aprendido en el colegio. Según relata este, primero consideró estudiar sus diálogos fonéticamente, pero al ser tanto texto, finalmente dedicó varias horas diarias durante meses al estudio del idioma nipón y a socializar con la población local.
El hecho de haber sido producida durante la pandemia ayudó a Elgort a ubicarse. La sensación de extranjería era mayor al haber desaparecido el turismo. Volvía a haber pocos occidentales, como ocurría hace tres décadas.
Más polémicas en la serie
Elgort resulta carismático y convincente en un personaje muy favorecedor. Un reportero apasionado por su trabajo con múltiples talentos y habilidades y un auténtico servidor público. Un héroe. El actor acaba de protagonizar también la nueva versión de West Side story dirigida por Steven Spielberg.
Varias usuarias de Twitter le acusaron en 2020 de conducta sexual depredadora cuando ellas eran sus fans menores de edad sin que el asunto haya llegado públicamente a ningún tribunal hasta ahora. Recoge el caso la revista New York. Elgort negó las acusaciones y ha limitado sus apariciones públicas durante varios meses desde entonces.
Entre los actores que le acompañan destaca Ken Watanabe, que interpreta a un mentor que ayuda al joven reportero desde su puesto en la policía. Watanabe es una estrella tanto en la ficción nipona como en Hollywood, donde ha participado en Memorias de una geisha, Batman begins, Origen y varios taquillazos más.
Respecto al contenido de los episodios, con las dudas que ofrezca la veracidad de algunos matices del relato, Adelstein sigue siendo una fuente excelente de lo que supone Japón para los ojos occidentales. Permaneció trabajando en el periódico durante doce años y aún sigue viviendo en el país.
Un periódico japonés por dentro
En primer lugar, por su retrato de la prensa japonesa. Según el propio Adelstein, el sector además ha vivido un momento crítico. Reporteros sin fronteras bajó la calificación de Japón del 11 al 61 en la clasificación de países con mayor calidad de libertad de prensa desde el año 2011 al año 2016. Actualmente, RSF sitúa a Japón en el puesto 67.
Además de transmitir elementos ambientales como la jerarquía, la disciplina o las relaciones entre compañeros, se incide en los puntos débiles de la cobertura mediática. El diario Yomiuri Shimbun, de tendencia conservadora, llevaba el oficialismo al límite. Solo se daba por buena la versión policial de los hechos por evidente que fuera una realidad diferente.
Machismo a la nipona
Un aspecto que Adelstein recuerda en sus memorias es el flagrante machismo en la redacción. El personaje de Eimi, interpretado por Rinko Kikuchi, primera japonesa nominada al Óscar en cincuenta años, por su interpretación en Babel, combina rasgos de varias personas, pero especialmente el de una compañera real del autor.
El homenaje a ella se refleja en el primer episodio, en el que se incluye una anécdota que Adelstein había recordado en sus memorias. Un lector llamó a protestar por una información deportiva. Cuando él cogió el teléfono, le pidió que le pasara con un auténtico japonés y cuando pasó la llamada a su compañera, el lector volvió a protestar, esta vez pidiendo un hombre.
La llamada subrayó hasta qué punto representaban a colectivos marginales, el extranjero y la mujer. Es más, según Adelstein, el occidental blanco se sitúa por encima de la mujer en la escala social nipona.
‘Yakuza’, una mafia con larga historia
Cuando los samuráis perdieron su razón de ser derivaron en los ronin, mercenarios a domicilio. De ahí fueron degenerando hacia la yakuza, que se centró en la economía sumergida, la protección y otros negocios.
La sociedad japonesa ha sido relativamente tolerante con los 22 clanes que la componen. La policía la regula, más que la persigue. Hasta 2019 incluso había revistas dedicadas a sus miembros y dirigidas a fans.
Para Adelstein hay un jefe que cambia el paradigma, Tadamasa Goto. Lo considera un sociópata al que no importaba que hubiera víctimas civiles ni respetaba el código de honor yakuza. “Es un monstruo” dice Adelstein.
Las tensiones entre clanes y la irrupción de los métodos de Goto son parte de los hechos recogidos en esta temporada de Tokyo vice. No hay confirmación de que la serie continúe, pero los personajes y los casos investigados por Adelstein proporcionarían material de sobra para nuevos episodios.
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En esta producción se descubre otro sector genuinamente japonés, los clubes de hostess. Con un cometido derivado del de las geishas, en estos clubs las empleadas dan conversación a los clientes y les hacen sentir bien, sin servicios sexuales incluidos en el menú. También existen en su versión masculina.
Nuevamente, Adelstein hizo amistad con alguna de estas profesionales, muchas de las cuales llevan una buena vida, y la mezcla de varias de ellas desembocó en el personaje de Samantha Porter, otra expatriada en Tokio, interpretada por Rachel Keller. Estos clubs aparecen también como una forma de conocer a miembros de la yakuza para un periodista.
El conjunto de personajes, tramas y la imponente ambientación consiguen una atractiva serie de periodismo, un buen policiaco y una interesante historia de mafiosos concentrada en sus ocho episodios. Y un vistazo a la fascinante Tokio y a la siempre enigmática mentalidad japonesa.