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‘Todo a la vez en todas partes’: aparta, Marvel, este multiverso sí es emocionante y relevante

Fotograma de 'Todo a la vez en todas partes'.

Leía hace poco en The New York Times un artículo sobre lo que está pasando con la Generación Z en EEUU. “Muchos de los ciudadanos más jóvenes tienen claro que nuestras instituciones, y los adultos que las gestionan, no van a salvarles”, dice la periodista Jessica Grose.

Y no es solo porque acaben de presenciar un nuevo tiroteo en un instituto que ha acabado con la vida de 19 estudiantes y dos profesores, ese infierno ya cotidiano contra el que los políticos estadounidenses fingen no encontrar soluciones. Las nuevas generaciones alrededor del mundo han aceptado que sus vidas van a estar marcadas por el paro, la precariedad, la injusticia y la corrupción sistémica, la vivienda propia como una quimera, inestabilidad sociopolítica mundial y la certeza ya ratificada de que no estamos protegidos ante amenazas desconocidas como nuevos virus. Eso sin hablar del elefante en la habitación, un elefante muerto y descompuesto a causa del cambio climático y sus consecuencias cada vez más irreversibles. 

Los jóvenes hoy en día, dicen los estudios, son cínicos y padecen de una ansiedad y un estrés pandémicos y endémicos. Y es comprensible. En Todo a la vez en todas partes, una madre tiene que recorrer universos paralelos para salvar a su hija de sí misma. “Nada importa”, repite la joven, así que ¿para qué seguir las reglas y portarnos bien los unos con los otros?

 La película dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, conocidos como el tandem creativo Daniels, es muchas cosas a la vez: ciencia ficción, humor absurdo, acción y drama familiar; tiene gags e imágenes delirantes yuxtapuestos, a veces incluso superpuestos, con momentos realmente emocionantes. Es infinitamente estúpida, quizá la película comercial más imprevisible que he visto en más de 10 años y está llena de corazón. 

Los Daniels (los Javis estadounidenses, podríamos decir) han multiplicado y perfeccionado lo que hicieron en Swiss Army Man, protagonizada por Daniel Radcliffe (Harry Potter) como un cadáver pedorro. Con su debut cinematográfico ganaron el premio a la Mejor dirección en Sundance y sorprendieron al público demostrando su capacidad para conmover con una premisa loquísima y ridícula. En algún momento de Todo a la vez en todas partes me descubrí a mí mismo haciendo pucheros mientras veía a Michelle Yeoh y Jamie Lee Curtis acariciándose las caras con dedos con forma de perritos calientes. 

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Esta fiesta de colores, chistes, puñetazos y homenajes a cosas tan dispares como Matrix o el cine de Wong Kar-wai sigue la estela de directores que han luchado con uñas y dientes por crear películas de acción con grandes presupuestos que tuvieran personalidad y no estuvieran supeditadas a grandes franquicias. Pienso en Baby Driver de Edgar Wright o Kick-Ass: Listo para machacar de Matthew Vaughn. Con su mezcla de humor, buenos personajes y espectáculo, Todo a la vez en todas partes es la prueba de casting perfecta para que los Daniels acaben dirigiendo una película de Marvel (les saldría algo comparable a Guardianes de la Galaxia de James Gunn o Thor: Ragnarok de Taika Waititi); y a la vez le dan un pescozón al estudio, demostrando que una película basada en el concepto de universos paralelos puede ser infinitamente más imaginativa y estimulante que Doctor Strange en el multiverso de la locura

Los Daniels sí son capaces de entregarse a la locura. Y aunque lo hacen con una obvia intención epatante, evitan que el delirio se vuelva baldío apoyándolo en una historia y unos personajes que actúan de faro. Ese faro es el personaje de Yeoh, una madre inmigrante insatisfecha con la vida esclava que ella y su marido llevan en la lavandería que regentan. Que la actriz de Tigre y dragón interprete a una superheroína de mediana edad con arrugas es enternecedor e ilusionante, pero además los Daniels hacen una honda exploración de su frustración y sus conflictos, un retrato complejo y realista que no tendríamos por qué esperar de una película tan divertida. 

Es difícil hablar de los temas sobre los que Todo a la vez en todas partes acaba reflexionando, o las conclusiones a las que llega, sin destripar un viaje apasionante. Prefiero no desvelar más y aconsejar que vayan a ver la película todos esos espectadores que sueñan con un cine de género fantástico creativo, adulto y profundo. Otro cine comercial es posible, incluso en este universo.

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