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Por qué el aire acondicionado no genera frío sino calor

Un aparato de aire acondicionado, en una imagen de archivo.

Jade Lindgaard (Mediapart)

Con temperaturas de 42,6°C el lunes 18 de julio en Biscarosse, 41,5°C en La Roche-sur-Yon, 39,3°C en Brest: ¿cómo no soñar con pasar frío? Los aparatos de aire acondicionado, en forma de elegantes cajas de color blanco cremoso a juego con el color de una pared o de columnas de refrigeración en forma de mini rascacielos, se están convirtiendo en una imagen familiar en oficinas, comercios y algunos hogares. 

Con cada nueva ola de calor, los supermercados hablan de la explosión de las ventas de aires acondicionados, de los que se vendieron casi un millón de unidades en 2021: 840.000 climatizadores fijos, según 60 millones de consumidores, sin contar los equipos móviles. Hasta 2019, se vendieron unos 350.000 al año, es decir, menos de la mitad, según la Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de la Energía (Ademe). En 2005, sólo el 5% de los hogares estaban equipados con aire acondicionado. En 2020, una cuarta parte de los hogares habrá adquirido uno, según Ademe. 

Sin embargo, estos equipos de refrigeración son máquinas de producir calor. Al igual que un frigorífico, el aire acondicionado bombea calorías al aire, las enfría mediante un refrigerante y expulsa el calor en forma de vapor al exterior. En consecuencia, calienta la temperatura exterior y contribuye al fenómeno de la isla de calor urbana: el hecho de que haga más calor en una zona urbana densa que en su periferia más verde.   

Investigadores calcularon en 2013 que duplicar los equipos de aire acondicionado en París podría aumentar la temperatura local en 2°C, sobre todo por la noche. Otros científicos han realizado diferentes modelos y han calculado que si París sufriera una ola de calor de nueve días, y los residentes utilizaran el aire acondicionado de forma masiva, este consumo de electricidad representaría el 81% de toda la demanda de electricidad en oficinas y hogares (unos 105 gigavatios al día). 

Durante las olas de calor puede observarse un "efecto de aire acondicionado

RTE, gestor de la red eléctrica

En comparación con el consumo total de toda la electricidad de un año, la energía utilizada por el aire acondicionado seguiría siendo baja, en torno al 2,4%. Pero en los días más calurosos del verano, el impacto en el sistema eléctrico francés sería enorme.

"La subida de las temperaturas provoca un aumento del consumo de electricidad en Francia, sobre todo por el mayor uso de los sistemas de aire acondicionado y ventilación”, explica a Mediapart el gestor del transporte de electricidad, RTE. “Cuando se alcanza una temperatura de 25°C, se tiende a subir los aires acondicionados. A partir de esta temperatura y por cada grado adicional, se consumirán entre 700 y 800 megavatios (MW) más, lo que equivale aproximadamente al consumo eléctrico de una ciudad como Marsella.”

 En concreto, el lunes y el martes pasados, días de canícula, se consumieron 57 gigavatios (GW) de electricidad a las 12.45 horas, hora del pico de utilización, frente a los 44 GW y 54 GW de las mismas fechas del año anterior, precisa RTE: "Se nota un ‘efecto aire acondicionado’ durante las olas de calor”. Sin embargo, es en invierno cuando el consumo de electricidad es mayor en Francia: 88,5 GW en enero de 2022, por ejemplo.

El aire acondicionado/ventilación representa actualmente una pequeña parte del consumo total de electricidad del país (unos 6 teravatios hora). Pero podría duplicarse con creces en 2050, alcanzando los 14 teravatios hora (TWh), según RTE. Todas las viviendas nuevas y las recientemente renovadas deben incluir ventilación mecánica. En 2020, el consumo de aparatos de aire acondicionado en el sector residencial se estima en 4,9 TWh, de los que el 75% proceden de viviendas unifamiliares, y en 10,6 TWh para el sector terciario, de los que tres cuartas partes proceden de oficinas y comercios, según Ademe.

Cualquier consumo adicional requiere una central eléctrica de carbón o gas en la red

Éric Vidalenc — Ademe

El aire acondicionado es actualmente responsable de casi el 5% de las emisiones de CO2 equivalente del sector de la construcción, según la Ademe. Los refrigerantes de los equipos son los que más contribuyen a las emisiones de gases de efecto invernadero, ya sea durante su fabricación o por fugas durante su uso. Los gases que emiten son especialmente calefactores.

La huella de carbono de la climatización se ve agravada por los problemas actuales del parque nuclear: a falta de electricidad para satisfacer su demanda, Francia importa electricidad de sus vecinos europeos, como ocurrió ayer, lunes 18 de julio. Sin embargo, "cualquier consumo adicional requiere una central eléctrica de carbón o de gas en la red", explica Éric Vidalenc, director regional adjunto de la Ademe en la región de Hauts-de-France. "Cada kilovatio-hora de aire acondicionado es un kilovatio-hora más de gas importado (sobre todo de Rusia). Es fundamental controlar el uso del aire acondicionado.”

Pero también insiste en una perspectiva tranquilizadora, el desarrollo de la energía solar, "especialmente adaptada al uso de la climatización", ya que los paneles fotovoltaicos producen la mayor cantidad de energía cuando reciben más luz solar.

Detrás de las cifras se esconde una fuerte cuestión ética y política: el aire acondicionado beneficia a algunas personas, en detrimento de todas. Cuanto más se enfríen las oficinas y los centros comerciales, más se calentará el aire exterior. Se trata de un verdadero problema de justicia medioambiental. Para Eric Vidalenc, "con el aire acondicionado, utilizamos el aire como un vertedero. Hacemos que el aire público sea aún más insoportable. Si caminas por una calle en la que los edificios tienen aire acondicionado en las ventanas, el aire caliente te llega todo el tiempo”. Se consigue la comodidad privada de algunos a costa de todos.

Muchas personas tienen que soportar las olas de calor sin ningún medio de protección: los trabajadores al aire libre, ya sean barrenderos, basureros o trabajadores de la construcción. Pero también todas las personas que viven en la calle. O los que viven en viviendas sin aislar o con un aislamiento deficiente. Vivir en un barrio más caluroso duplica el riesgo de muerte, según el Instituto de Vigilancia Sanitaria. La pérdida de autonomía podría multiplicar el riesgo de muerte por un factor de 4 a 10, y dormir en una habitación bajo techos mal aislados por cuatro.

El perfil de los usuarios de aire acondicionado está bastante marcado socialmente, como nos dice un estudio de la Ademe: se trata más de propietarios de casas individuales (31%) que de hogares en viviendas colectivas (20%). Más profesiones liberales, ejecutivos y profesiones intelectuales superiores (37%) que los hogares donde la persona de referencia está desempleada o inactiva (19%). Y en el sector terciario, sólo el 7% de los edificios educativos están climatizados, frente al 64% de los edificios de oficinas. En cuanto a los centros comerciales, casi todos tienen aire acondicionado.

¿Debemos dejar de usar el aire acondicionado? Puede que sea demasiado tarde para hacernos esa pregunta. Las temperaturas suben tan rápido en esta época de cambio climático que se puede hacer difícil prescindir de la refrigeración. Pero, ante este calor extremo, los más vulnerables necesitan estar frescos para no sucumbir a las temperaturas.

Investigadores han calculado que, combinando la creación masiva de parques y espacios verdes, con una gran mejora del aislamiento de los edificios, dotándolos de superficies reflectantes, y con un uso moderado del aire acondicionado (no menos de 28°C en los hogares), la temperatura en París por la noche durante una ola de calor podría bajar 4,2°C.

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Pero esto es sólo un escenario teórico, basado en el supuesto de una profunda revisión de la planificación urbana. El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) sobre la adaptación destaca la importancia de vegetalizar las ciudades a gran escala. "Vegetalizar la ciudad crea frescura para todos, y tiene muchos otros beneficios como limitar la escorrentía del agua y mejorar la belleza del paisaje. Podemos tener un enfoque público de la infraestructura vegetal", dice Eric Vidalenc. Algunas ciudades disponen de redes de refrigeración, como París, donde el Louvre, el Museo Quai Branly y la Asamblea Nacional ya se benefician de ellas. O ciudades como Boulogne y Marsella, que utilizan el agua del mar para alimentar un sistema de aire acondicionado, que también se utiliza para la calefacción en invierno.

En Italia, una ley reciente prohíbe bajar los termostatos por debajo de 25°C en los lugares abiertos al público. "¿Queremos la paz o queremos encender el aire acondicionado este verano?", preguntó el primer ministro, Mario Draghi, refiriéndose a la guerra en Ucrania. En Francia, seguimos esperando una declaración política importante sobre el tema.

Traducción de Miguel López

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