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Liz Truss coloca a la libra esterlina en la tormenta monetaria perfecta

La primera ministra británica, Liz Truss, sale del número 10 de Downing Street.

Martine Orange (Mediapart)

El tono era deliberadamente serio. En una reunión celebrada en Bruselas a principios de septiembre, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, mostraba un semblante grave. "Hay grandes incertidumbres sobre cómo se reconfigurará la economía a medida que se desplacen las placas tectónicas", advirtió. Y añadió: "Va a ser doloroso.”

Aunque todavía faltan análisis para documentar exactamente lo que está ocurriendo, todo el mundo intuye que estamos asistiendo a un cambio brusco, incluso a cambios bruscos en el mundo. Tras una sucesión de crisis desde 2008, la economía mundial se enfrenta a una crisis múltiple y polimorfa, marcada por el regreso de la inflación, un shock energético sin precedentes, la desglobalización del comercio y la producción, y el regreso de la guerra al continente europeo.

En estos tiempos difíciles, el dólar, única moneda de reserva internacional, y todos los activos basados en la divisa estadounidense son como imanes para los billones de capital que circulan por el mundo. Parecen ser los últimos refugios seguros. En todo el mundo, la palabra del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) está más vigilada que nunca. No sólo es el banquero central de Estados Unidos, sino de la economía mundial. Un papel que Jerome Powell no tiene intención de asumir.

Powell se atiene a su misión principal: la economía estadounidense. Decidido a combatir la inflación en Estados Unidos a toda costa, se ha embarcado en una política de endurecimiento de la política monetaria sin precedentes tras años de laxitud, subiendo los tipos en cada reunión de la Fed a un ritmo impresionante y decidiendo ignorar los efectos secundarios.

Y efectos secundarios hay muchos, incluso dentro de Estados Unidos, con un desempleo creciente y riesgos significativos de recesión. Pero son aún más impresionantes afuera. Con la subida de los tipos de interés, el dólar es aún más codiciado. Sigue apreciándose, lo que provoca la migración de capitales internacionales y la caída de otras monedas. Se ha iniciado una guerra de divisas a la inversa, que empuja a cada banco central a subir también los tipos para contener la inflación, preservar su moneda y retener el capital.

La última reunión de la Fed, el 21 de septiembre, en la que se decidió subir los tipos de interés oficiales un 0,75% más, aceleró aún más las tensiones monetarias mundiales. Jerome Powell confirmó entonces la intención de la Reserva Federal de proceder a repetidas y significativas subidas de tipos oficiales estadounidenses en las próximas semanas y meses. El dólar volvió a dispararse, y todas las demás monedas internacionales importantes -la libra esterlina, el yen, el euro, el dólar canadiense, el dólar australiano e incluso el franco suizo- bajaron. En un año, la cesta de seis divisas principales ha perdido más del 21% frente a la moneda americana.

¿Está actuando el banco central americano con demasiada rapidez y dureza? Los analistas de los principales bancos empiezan a hacerse preguntas. Llevando la crítica un paso más allá, el columnista de economía de Bloomberg Marcus Ashworth se pregunta si "los tipos de interés estadounidenses se están convirtiendo en armas de destrucción económica masiva". "Si la Fed sube los tipos de forma agresiva, los efectos se sentirán más allá de su jurisdicción nacional: partes de la economía mundial colapsarán", advierte.

Los inicios de estas rupturas pueden verse en los mercados de divisas y de bonos. El caos monetario mundial se ha instalado en todas partes. Empezando por el Reino Unido.

Asalto a la libra

Apenas tres semanas después de la llegada al gobierno de la Primera Ministra Liz Truss -y además su toma de posesión se vio interrumpida por la muerte y el entierro de la Reina- el Banco de Inglaterra se ha visto obligado a intervenir para intentar deterner el desplome de la libra y del mercado de bonos.

A toda prisa, el banco central anunció el 28 de septiembre que compraría tantos bonos del Estado ("gilts") como fuera necesario para "restablecer el orden en los mercados". Según el banco central, el desorden monetario provocado por la caída de la libra podría "poner en peligro la estabilidad financiera, si el mal funcionamiento continúa". "Esto llevaría a un endurecimiento injustificado de las condiciones financieras y a una reducción del crédito a la economía real", dijo el Banco de Inglaterra en un comunicado.

La intervención del banco central es la última línea de defensa para tratar de contener la crisis monetaria y financiera que amenaza con hundir la economía británica. En los últimos meses, cuando la crisis política en Gran Bretaña se sumó a la agitación mundial, la institución monetaria procuró no obstante preservar al máximo el entorno financiero y económico del país: siguió paso a paso la política de la Reserva Federal, endureciendo metódicamente la política monetaria al mismo tiempo que los americanos, subiendo los tipos al mismo ritmo que la Fed.

Para demostrar su determinación en la lucha contra la inflación, había planeado en las próximas semanas comenzar a vender su enorme cartera de valores acumulada especialmente durante la crisis de Covid.

Pero el desplome de la libra esterlina ha echado por tierra todos sus planes. El Banco Central de Inglaterra se encuentra en oposición directa al nuevo gobierno de Liz Truss. Porque la actual tormenta monetaria es el resultado directo de las decisiones políticas y presupuestarias de la nueva primera ministra y sus ministros, que, por ideología, han ignorado deliberadamente las tensiones y los riesgos actuales.

Y la libra se desplomó

Aunque se venía gestando desde hace varias semanas, la crisis estalló el 23 de septiembre, cuando el nuevo ministro de economía del Reino Unido, Kwasi Kwarteng, presentó su "mini-presupuesto". La nueva primera ministra Liz Truss, sin ninguna legitimidad real -fue nominada por los 116.000 miembros del Partido Conservador para suceder al dimitido Boris Johnson-, tenía prisa por adaptarse al poder. Su programa presupuestario pretende cumplir las promesas hechas a los miembros del partido de volver a los días de gloria del thatcherismo.

En su presentación, el ministro de Economía desplegó todo el programa que debía ilustrar esta vuelta a los orígenes del neoliberalismo. Anunció recortes fiscales históricos -más del 2% del PIB-, más de 100.000 millones de libras (unos 107.000 millones de euros) en subvenciones para ayudar a los hogares y a las empresas a hacer frente a la subida de los costes energéticos, recortes del gasto público y un recurso masivo a la deuda para cubrir los inevitables déficits.

Ahí estaban todas las recetas que debían seducir a los financieros y a los mercados. Sin embargo, la acogida de esos anuncios en los mercados financieros fue desastrosa: resucitar el thatcherismo en estos nuevos tiempos ya no es apropiado. Los recortes fiscales que se suponía iban a liberar la economía e impulsar el crecimiento, así como la teoría del goteo que supuestamente los acompañaría, ya no tienen éxito. Los inversores financieros han considerado que no es más que un programa de reducción de ingresos, no financiado además.

A diferencia de lo que ocurría a finales de los años 70, Gran Bretaña ya no dispone de los ingresos procedentes de las reservas de petróleo y gas del Mar del Norte que solían equilibrar las finanzas públicas. Los pozos ahora se están agotando.

Inmediatamente después de los anuncios de Kwasi Kwarteng, la libra esterlina cayó con fuerza. En una sesión, el viernes 23 de septiembre, la moneda británica cayó de 1,13 a 1,08 dólares. Desde entonces, el declive continúa inexorablemente. En una semana ha perdido un 3,5% de su valor frente a la moneda americana. El 27 de septiembre, el tipo de cambio se acercó brevemente a 1,03 dólares, para después  recuperarse ligeramente. Actualmente cotiza en torno a 1,07-1,08 dólares.

Nunca he visto tanta incompetencia

Danny Blanchflower — Profesor de Economía

En los mercados de divisas, donde los movimientos de las monedas suelen calcularse en centésimas o incluso milésimas de céntimo, esto es como un terremoto. Lo es aún más cuando se trata de la libra.

Aunque ya no tiene el estatus de moneda de reserva como en los tiempos del Imperio Británico, la libra ha conservado un papel especial. Es una de las principales divisas, y la City uno de los mayores centros financieros del mundo. Londres sigue siendo una importante puerta de entrada para el intercambio de capitales entre Estados Unidos y Europa. Es donde la mayoría de los países emergentes consiguen dinero. También es un refugio para los fondos que necesitan reciclarse, en busca de respetabilidad, configurándose como un paraíso fiscal aunque sin nombrarlo.

Todo ello ha contribuido a que la libra valga mucho más que su economía real. Hasta el Brexit, era una moneda fuerte. En ese momento valía más de 1,50 dólares. Desde entonces, ha sufrido una larga erosión, hasta llegar al colapso de los últimos días. Algunos operadores apuestan por que esta situación, a pesar de la intervención del Banco de Inglaterra, va a continuar: ven a la libra en la paridad con el dólar en las próximas semanas.

Desde el colapso monetario, Liz Truss y su ministro de finanzas están desenfrenados. "Usted es el Canciller, y lo que ha hecho es levantarse y aplastar los mercados, a todos los mercados de valores, a los mercados de divisas [...]. Esto es un desastre [...]. Ha creado una gran recesión, su credibilidad está disparada. Nunca he visto una incompetencia tan desmedida", bramó el profesor Danny Blanchflower en Twitter el 27 de septiembre.

"La crisis de divisas de 1992, la crisis de 2008, el Brexit... nunca ha habido un desastre tan grande", tuiteó otro. "No recuerdo una reacción más unánimemente negativa, tanto de los economistas como de los mercados financieros, a un anuncio de política económica que la causada por el Gobierno británico", dijo Jason Furman, ex asesor de Barack Obama.

Economistas, analistas financieros y políticos, incluidos algunos conservadores, consideran que el programa de Liz Truss es suicida, ruinoso, que sólo conduce a la recesión, la austeridad, el desempleo, la destrucción del Estado y de los servicios públicos, una deuda insostenible y el empobrecimiento de todos.

Excepcionalmente, el Fondo Monetario Internacional se ha permitido incluso intervenir para pedir al gobierno británico que revise sus planes. El FMI se muestra muy crítico con el nuevo presupuesto británico y considera que las medidas "no selectivas" dirigidas principalmente a las rentas altas "aumentarán la desigualdad".

De la libra a los bonos

El temor es que la caída de la libra se les vaya de las manos y contagie a todos los mercados financieros. Ya se ha extendido al mercado de bonos. El rendimiento de los bonos a diez años ha subido hasta el 4,59%, mientras que el de los bonos a 35 años ha superado el 5%, el más alto en 20 años.

"Los tipos en el Reino Unido son ahora más altos que los de Italia y Grecia. Estamos asistiendo a una dramática colisión entre la ideología y la realidad", escribió el periodista George Eaton el 26 de septiembre. Los más veteranos hablan de un ambiente similar al de la crisis monetaria de 1992, cuando Gran Bretaña abandonó el sistema monetario europeo y nunca más volvió.

Sin la intervención del Banco de Inglaterra, algunos fondos de pensiones habrían estado al borde de la quiebra, admiten ahora varios gestores, entre ellos los de BlackRock. Debido a las ventas masivas de bonos y a la subida de los tipos de interés, algunos se vieron obligados a hacer frente a márgenes cada vez más elevados. En busca de liquidez inmediata, se realizaron grandes ventas de activos, en particular de acciones. Pero algunos de ellos tenían dificultades para reunir el dinero necesario para cubrir sus márgenes.

Los anuncios del Banco de Inglaterra calmaron un poco la situación. Los tipos de interés de los bonos han vuelto a situarse en torno al 4,05% y el banco central promete dedicar 65.000 millones de libras en los próximos 13 días a aliviar la presión sobre los mercados de bonos. Espera que estas compras le permitan evitar una subida desmesurada de los tipos para defender la libra. Porque la consecuencia inmediata sería sumir a la economía en una grave crisis.

Pero, aparte de estas recompras de valores y de la subida de sus tipos de referencia, apenas tiene otras armas a su disposición. En particular, no puede defender la libra vendiendo divisas: sus reservas de divisas ascienden a 80.000 millones de dólares, apenas dos meses de importaciones.

En medio del pánico, algunos empiezan a considerar todos las vías para acudir al rescate de la moneda y la economía británicas: desde líneas de canje (swaps) con la Reserva Federal hasta pedir ayuda al FMI. Pero la verdadera respuesta está en manos del gobierno.

La ceguera de Liz Truss

Mientras la especulación se cebaba con la libra, la indiferencia con la que reaccionaron la Primera Ministra y, sobre todo, el Ministro de Hacienda, que se autoproclama apóstol de los mercados, paralizó a todos en el mundo financiero, económico y político británico. El Ministro de Hacienda declaró que no tenía ningún comentario sobre las reacciones que siguieron a su presentación del presupuesto. En respuesta a la intervención del Banco de Inglaterra, Liz Truss aseguró que no cambiaría su programa, pues considera que su programa de recortes fiscales es vital para apoyar el crecimiento.

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Entre bastidores, el clima parece más tenso. Según The Guardian, ya han aparecido disensiones entre Liz Truss y su ministro de Economía. En el lado conservador, el pánico se ha apoderado de la situación y muchos inician una guerra sin cuartel contra el gobierno. Unos piden una revisión del presupuesto, otros la destitución del ministro de Economía. Algunos hablan del posible colapso del gobierno.

El ministro de Economía permanece estoico y se compromete a presentar una versión mejorada de las medidas presupuestarias el 23 de noviembre. ¿Le darán tiempo los mercados? Con Gran Bretaña en medio de una tormenta monetaria, eso parece estar muy lejos.

Traducción de Miguel López

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