Eduard Fernández: "Es hora de quitarnos los pudores y vergüencitas que tenemos sobre la salud mental"
Realidad y ficción, cordura y locura. Nada es lo que parece dentro de la agitada vida dentro de los muros del hospital psiquiátrico en el que la enigmática Alice Gould (Bárbara Lennie) ingresa voluntariamente simulando una paranoia para recabar pruebas del caso en el que trabaja: la reciente muerte de un interno en circunstancias nada claras.
Y es que, lo que en un primer momento puede parecer un thriller detectivesco, evoluciona hacia rincones insospechados de la mente de la investigadora, puesta a prueba hasta el punto de perder el juicio (o no) por la acción del director del manicomio, Samuel Alvar, interpretado por el aún más enigmático (y todavía más desconcertante) Eduard Fernández.
Se desata así la batalla entre ambos, Alice y Samuel, que es el motor de Los renglones torcidos de Dios, la primera adaptación cinematográfica de la novela publicada en 1979 por Torcuato Luca de Tena, que llega este 6 de octubre a los cines con dirección de Oriol Paulo. "En México se hizo una adaptación en 1983 que no he encontrado entera, pero lo que he visto es muy fuerte", apunta a infoLibre Bárbara Lennie, quien añade que en España se había intentado adaptar antes pero no se había hecho por unos motivos u otros: "Por eso creo que para Oriol era un reto importante y al principio dijo que no, porque impone mucho".
"Yo no la había leído la novela", reconoce por su parte Fernández, quien relata que lo hizo cuando se empezó a hablar de esta adaptación. "Me encantó. Es muy inabarcable para una sola película", explica, elogiando por ello el trabajo del director a la hora de "reducir, concretar y elegir el punto de vista". "Es una película grande. Cuando estábamos rodando, recuerdo pensar en Oriol y decirle que no hacía falta que inventara mucho más porque el guion lo tiene todo. Y así lo ha hecho, y en el montaje quitó algunas idas y venidas", apostilla a infoLibre.
El resultado es una película "potente", según el intérprete, que más allá de tener la firma de Paulo puede recordar en determinados momento a El resplandor de Stanley Kubrick, principalmente por los planos panorámicos de exteriores –rodados en una antigua tabacalera abandonada de Tarragona– y alguna colorista escena alucinógena, o a Alguien voló sobre el nido del cuco de Milos Forman, en este caso sobre todo por la ingente cantidad de notables figurantes con todo tipo de cuadros médicos que ayudan a añadir al lugar un ambiente aún mucho más siniestro.
"También se habla de Shutter Island, de Martin Scorsese, en cuanto a argumento", indica Fernández, quien tras esta concesión subraya que recuerda a esas películas y a la vez "no está hecha con ninguna de ellas ni otras en la cabeza porque no hace falta". "En cuanto a referentes, también estuvimos buscando en el cine francés de los setenta, esas mujeres más sofisticadas, con esos lookazos. O películas de Alfred Hitchcock, donde siempre había rubias peligrosas", tercia Lennie.
Todo ello se suma al inquietante e inhóspito manicomio, que ejerce como un personaje más. Ajeno a las leyes del mundo exterior, por sus frías dependencias transitan e interactúan multitud de personajes secundarios y figurantes que aportan aún más desasosiego a una trama ya de por sí incómoda, que lleva al espectador a cambiar en varias ocasiones de punto de vista en un juego perverso de roles intercambiables.
"No siempre sabíamos lo que iba a pasar. En ocasiones entraba a trabajar la figuración y nosotros interactuábamos con ellos de una manera bastante orgánica. Además, a mí Oriol me tenía reservados ciertos lugares que no quería que viera hasta el momento que fuéramos a rodar allí, también para que hubiera en mí algo del desconcierto y el miedo que pudiera tener Alice", detalla Lennie. "El espacio está muy bien logrado", remata.
No en vano, la realidad a la protagonista que se enfrenta en su encierro, que incluye electroshocks y períodos atada de pies y manos, superará sus expectativas y pondrá en duda su propia cordura. Porque Los renglones torcidos de Dios muestra una realidad a la que no resulta sencillo ni agradable mirar cara a cara: la de la vida intramuros para unas personas que eran encerradas para ocultarlas del resto de la sociedad. Algo que se relata en la novela –recordemos, de 1979– y que, afortunadamente, se vive de manera muy distinta en la actualidad.
Es por ello que Eduard Fernández plantea que "sería hora de quitarnos los muchos pudores y vergüencitas que tenemos con la salud mental", ya que, según destaca, es una cuestión de "cultura general, de conocerte a ti mismo y conocer al otro". "Y no es fácil, hay que aprender que no cuesta nada pedir ayuda y decir '¿me echas una mano, me enseñas un poco?' Lo que define a la locura es esa línea frágil de la cantidad de dolor que uno acumula cuando le ocurre algo así. Y debe ser tratable, porque el dolor lleva a la locura también", argumenta.
Y prosigue: "Todo esto nos da tanto miedo porque da miedo, es así. Y porque nos refleja algo que yo creo que llevamos todos dentro, que es la posibilidad de la locura también. Eso nos resuena en algún lado. Nos duele y nos sentimos reflejados y por eso hay mucho pudor con las enfermedades psicológicas... o con la psicología pura y dura como conocimiento personal de uno mismo. Aún así, las enfermedades son las que son, y parece una tortura atar a alguien a una cama, pero hoy en día en este momentos están atados porque así tiene que ser en algunos casos para que no se autolesionen. Es así de bestia".
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Ambos protagonistas ya habían tenido en el pasado contactos con psiquiátricos y gente con problemas de salud mental, por lo que creen que esta película puede ayudar a "seguir haciéndonos preguntas", tal y como indica Lennie, mientras Fernández continúa: "Yo también había ido a algún psiquiátrico hace años para otro papel con Els Joglars y, por otro lado, conozco algún caso real de alguien cercano, que es duro, triste y complejo. Cuando lo vives de cerca, te quedas con la dificultad de la salud mental, con lo difícil que es regresar cuando alguien distorsiona la realidad hasta esos extremos".
Por último, defiende el actor el poder curativo de asistir a las salas de cine no ya para ver Los renglones torcidos de Dios en particular, sino como una experiencia para desconectar de la velocidad de un mundo real no tan bonito como sería deseable. "Los psicólogos deberían recomendar ir al cine como higiene mental, para estar dos horas en un lugar que no es como ningún otro, donde se apagan las luces y entras en otra realidad. Eso es maravilloso, muy sano para la cabeza", defiende.
Junto a Bárbara Lennie y Eduard Fernández completan el reparto rostros conocidos cómo Loreto Mauleón, Javier Beltrán, Pablo Derqui, Fede Aguado y Adelfa Calvo, entre otros. Detrás del proyecto se encuentran los productores Atresmedia Cine, Nostromo Pictures, Warner Bros. Pictures España y Filmayer.