CRISIS DEL GOVERN
El independentismo consuma su fractura tras una década de matrimonio de conveniencia
Este viernes se acabó un ciclo político en Cataluña (y en parte en España). El Parlament es ahora como esa escena de Alcarràs con los melocotones rodando por el suelo. Los sueños, las lágrimas, los pulsos, los desafíos, las glorias, las miserias… Todo empieza a fundirse con la tierra, con la realidad, con los nuevos tiempos.
Las bases de Junts dictaron sentencia: el 55,7% votó salirse del Govern de coalición presidido por Pere Aragonès (ERC). De esta manera se consume la separación tras una década de matrimonio de conveniencia entre los soberanistas con el objetivo frustrado de lograr un nuevo país, impulsado en un contexto de brutal crisis económica en aquellos años.
ERC y CiU siempre fueron dos mundos diferentes, dos maneras de entender la política, dos segmentos sociales distintos. Pero aquel objetivo los unió, especialmente después de las elecciones de finales de 2012 y la primera gran manifestación de un ciclo histórico de Diadas, cuando enlazaron sus destinos. No entró entonces Esquerra en el Gobierno de Artur Mas, pero empezaron a diseñar esa hoja de ruta que llevaría al 1-O de 2017.
En el fondo siempre fue una unión artificial de partidos, porque no se escondían a la hora de trasladar las diferencias entre ellos, tanto de cultura política como personalmente. Sí, la personalidad de los dirigentes ha influido muchísimo durante esta década. Pero la política catalana se convirtió desde entonces en un desafío para el Estado y en una auténtica trituradora de líderes y políticos. Un camión que destrozó también el propio sistema de partidos allí, y que desgarró a la todopoderosa CiU. Aquella formación de burgueses con casa en la Costa Brava y zapatos acharolados es algo hoy vintage y devino en una marea de siglas sin claro posicionamiento ideológico.
El espacio posconvergente 6.0
El espacio posconvergente es ahora el más duro en el ala independentista. Esta década hizo que ERC se convirtiera al final el la CiU de entonces, primando el pragmatismo y las relaciones con La Moncloa, mientras que lo que ahora se conoce como Junts es una amalgama de soñadores de la independencia sabiendo que no es posible y conociendo sus consecuencias.
Pero esta visión es la que ha ganado precisamente en el reférendum de Junts. En pocas palabras: Laura Borràs le ha ganado a Jordi Turull. El mundo de Carles Puigdemont, fugado todavía en Bélgica, ha encandilado a una militancia que apuesta por la vía unilateral y cree posible aún ese país imaginado. Esa visión ha superado al sector más práctico y a los cargos que ahora ven caer su vida profesional (250 puestos y 20 millones de euros de suelos perderán). Y con un objetivo del Junts 6.0 que sale este viernes: hacer oposición a Esquerra. Un parlamentario del sector moderado hace esta confesión tras saber el resultado: “Esto hace que se quede un partido más friki, más de Borràs, Cuevillas y Puigdemont”.
Porque estos diez años han dejado otro escenario que antes parecía imposible: un Govern de ERC en solitario. Los republicanos no habían ostentado la Presidencia de la Generalitat en la etapa democrática hasta este 2021. Y lo que no piensan hacer es ir a elecciones ahora que tienen el poder. Tienen otra razón además: el PSC está muy fuerte, ya ganó en los pasados comicios y aparece con mucha fuerza en las últimas encuestas.
El factor PSC y las consecuencias en Madrid
Como les gusta decir en la política catalana, ahora se pasa a otra pantalla totalmente diferente. Si Junts se muda a la oposición, ¿cómo va a sacar Esquerra adelante sus leyes y los presupuestos? La solución puede pasar precisamente por el PSC de Salvador Illa. Los socialistas se han mostrado a favor estos días de poder negociar una serie de pactos, siempre fuera del Govern, para sacar normas como los propios presupuestos.
Esto lleva también directamente al Congreso. ERC es socio fundamental en la Carrera de San Jerónimo y el efecto mariposa es muy directo: si el PSC brinda apoyo en la Ciudadela, Esquerra lo pondrá más fácil en Madrid. Además, ahora se empieza la negociación clave de los presupuestos generales del Estado y María Jesús Montero tiene a Gabriel Rufián como la gran pieza a conquistar para sacarlos adelante.
Esta separación también lleva a otra variable. En La Moncloa y en Sant Jaume dominarán con más calma las dos opciones que han optado por el diálogo entre gobiernos. Junts no participa ya ni en la Mesa de Diálogo, pactada por el PSOE y ERC para la investidura de Pedro Sánchez. Este espacio no ha conseguido grandes avances, pero sí ha rebajado la marejada catalana. Con otro mensaje muy claro: los políticos deben hablar, aunque no se pongan de acuerdo, para no acabar en otro choque dramático como el del 1-O.
Un clima irrespirable entre ERC y Junts
Entre ERC y Junts hay heridas también sin cerrar. Por ejemplo, en privado muchos cargos de Esquerra critican la actitud de los líderes de Junts. Mientras los republicanos se quedaron en España y se enfrentaron a la cárcel principalmente, Carles Puigdemont salió en un maletero y vive ahora como eurodiputado en Bruselas. Y otra sensación entre muchos cargos de Esquerra y del sector que ha perdido en Junts: no se puede volver a forzar a la gente y hacerle creer que es posible aprobar una república en estos momentos.
El escenario catalán también lleva a experimentar alianzas, pactos y acuerdos entre fuerzas progresistas, como está pasando en el Congreso de los Diputados. Es un cambio de paradigma brutal en la Cataluña en estos momentos, porque desde hace diez años el eje en el que se ha movido la política ha sido el de separatismo vs. unionismo. Este nuevo ambiente se hace además en el que la ultraderecha ya está presente en el Parlament y con el intento del Partido Popular, a través de Alberto Núñez Feijóo, de recuperarse allí con unas recetas diferentes, volviendo a un discurso más empresarial y potenciando cuestiones como el respeto al bilingüismo.
Esquerra ha ido mermando sus reclamaciones independentistas durante estos meses, sin enterrarlas. Pero ha querido imprimir un discurso más social, algo con lo que puede conectar muchísimo con los ‘comunes’ en esta época. Es decir, más ley de vivienda y menos referéndums. Pere Aragonès es un hombre muy pragmático y cree que la hoja de ruta ahora pasa por espaciar más el tiempo y ganar adeptos no sólo por la ilusión, sino por la gestión, como reconocen en su entorno.
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Otro de los factores que ha hecho cambiar todo el panorama catalán ha sido la concesión de los indultos por parte del Gobierno central. Lo reconocen en las dos partes. En La Moncloa, según fuentes gubernamentales, siempre han creído que Esquerra no terminaba de soltarse en el diálogo y el entendimiento con el PSOE por el miedo a quedar como traidores. Pero ahora esta ruptura puede servir para que Esquerra pueda moverse en solitario sin la presión desde dentro del Govern.
Pero en este metaverso político catalán hay una partida que también hará moverse todo. ERC no se lo pondrá tan fácil al PSOE porque hay unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina. Los socialistas son una potencia municipal en Cataluña y ERC lo sabe. Va a combatirlo directamente. Es tal la apuesta que Gabriel Rufián puede ser el candidato en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), un bastión de los de Salvador Illa. La otra gran lucha es la de Barcelona, con Jaume Collboni (PSC) soñando con ganar al estar Ada Colau a la baja. La duda será qué pasa ahora con Xavier Trias, el protocandidato de Junts, pero que se siente muy lejano de Borràs y los ganadores de la consulta interna. Si no se presenta, la batalla será muy distinta.
La política catalana cambió este viernes de pantalla. Diez años después. Nada será igual.