La sequía y los precios energéticos abocan a los olivares españoles a pérdidas milmillonarias
El aceite de oliva español estaba pasando por una de sus mejores etapas. En la temporada 2021-2022 la producción ha aumentado un 7% y se alcanzó un récord de exportaciones. Los agricultores coincidían en que por primera vez, tras años de reivindicaciones, el precio les parecía razonable, ya que les permitía mantener las explotaciones. Pero la situación ha dado un vuelco en poco tiempo. La histórica sequía que consume la península y el aumento de los precios energéticos están asfixiando al sector del olivar, que afronta un desplome de la producción de casi la mitad y pérdidas estimadas en 2.400 millones de euros: “Lo que hemos vivido ha sido un espejismo, ahora la situación es dramática”, lamenta Juan Luis Ávila, responsable del sector del olivar de la organización agraria COAG.
Este olivarero dispone en Jaén de unas 50 o 60 hectáreas de explotación, lo que vienen a ser unos 5.000 olivos. Ávila estima que su producción anual, que suele ser de entorno a 250.000 a 300.000 kilos de aceituna, esta cosecha que empieza se va a reducir a 80.000: “Mi explotación es entera de regadío, por lo que tengo un doble problema”, lamenta. El olivarero se refiere a que por un lado, hay poca agua por la sequía, pero por otro, bombearla le cuesta cada vez más caro. “En mi comunidad de regantes, la factura de la luz ha pasado de 50.000 euros en julio de 2021 a 180.000 en julio de este año. Es una verdadera locura”, afirma el olivarero.
El sector del aceite de oliva es clave en el sector agroalimentario español. Este país es el primer productor y exportador mundial de aceite de oliva. Según datos de la asociación Asoliva, en este país hay más de 300 millones de olivos, en unas explotaciones que representan más del 25% de la superficie mundial de olivares. El aceite de oliva español llega no solo a los países más cercanos, como Italia, Portugal o Francia, sino también a Estados Unidos, China, Japón, Australia, Brasil o Corea del Sur. Está presente en 180 países del mundo.
En la última temporada, se ha comercializado un récord de 1,7 millones de toneladas. Una producción que ahora peligra. “Con lo que pueda hacer de cosecha no puedo pagar los gastos. Es como decir que con lo que ingresé la temporada pasada, tengo que asumir los gastos de dos temporadas. Es como si tu jefe te dice que con el sueldo del año pasado tienes que asumir los gastos de este”, lamenta el portavoz de COAG.
La producción del aceite de oliva se encuentra muy concentrada en Andalucía (77,3%), Castilla-La Mancha (8,5%) y Extremadura (7%). Los gobiernos autonómicos de estas comunidades esperan que la producción caiga un 49%, un 33% y un 46%, respectivamente. Se espera que la producción nacional caiga en total un 48%, es decir, casi se va a reducir a la mitad.
Una sequía histórica, cada vez más común
La sequía no es una situación novedosa para el campo, pero este año ha llevado a los agricultores al límite. La tragedia del olivar empezó en enero y febrero, meses en los que no llovió prácticamente nada en todo el territorio peninsular (22,4 y 12 mm, frente a medias históricas de 63,5 y 52,7). En once de los últimos doce meses las precipitaciones han estado por debajo de la media, solo a excepción de marzo. En total, el agua de lluvia acumulada entre octubre de 2021 y septiembre de 2022 supone un 79% de lo que solía llover, según la media histórica entre 1981 y 2010. "Los olivos están empezando a secarse. Están de color amarillento, color tabaco", sostiene Cristóbal Cano.
Actualmente el nivel de los embalses, según datos del Ministerio de Transición Ecológica, está al 32,2%, con datos recogidos hasta el 1 de noviembre. Como comparación, el año pasado por estas fechas estaban al 39%, la media de los últimos cinco años era del 43,1% y la media de los últimos diez años, del 49,6%. En este momento, la cuenca del Guadalquivir se encuentra al 18,6% de su capacidad. En esta semana del año, la media histórica ha sido hasta ahora del 49,2%.
“Llevamos prácticamente dos años que no tenemos una pluviometría que permita que el cultivo se desarrolle correctamente”, explica Cristóbal Cano, vicesecretario general de la organización UPA, que reúne a pequeños agricultores y ganaderos. “Esta sequía ha venido a sumarse a los episodios de calor anormalmente altos que vivimos antes del verano. Las olas de calor de mayo y junio quemaron la flor del olivo, por lo que no se ha podido desarrollar el fruto. La sequía está esquilmando los campos”, lamenta Cano. Este olivarero tiene una explotación de 10 hectáreas, unos 1.100 olivos. “Estimo que vamos a tener la cosecha más baja desde 1995. En un año normal suelo recoger entre 55.000 y 60.000 kilos. Este año nos quedaremos entre los 6.000 y los 7.000”.
El olivar consume poca agua. Tiene un sistema de regadío por goteo, que usa el recurso hídrico de manera más eficiente que otros cultivos. En estimaciones del sector, en España, el 60% de los olivares de España son de secano, es decir, se nutren exclusivamente de la lluvia. Cada vez más olivareros apuestan por sistemas de regadío, ante la creciente inseguridad meteorológica. Es un sistema más caro, porque supone bombear agua con el gasto energético que conlleva, pero más seguro, ya que les permite mantener sus cosechas en los años en los que no llueve. Este año es de tormenta perfecta para todo el sector: agua escasa y precios energéticos insólitos.
Juan Luis Ávila, el portavoz sectorial de COAG, critica que la gestión de la Cuenca Hidrográfica del Guadalquivir está contribuyendo a “tirar el agua”: “La del Guadalquivir es una cuenca deficitaria. No estamos en el Ebro. El agua es un bien público que debe gestionarse con la mayor rentabilidad y sostenibilidad posible. El olivar consume muy poca agua, 1.500 metros cúbicos por hectárea. El arroz consume 13.000. En este escenario tan complejo hay que replantearselo todo a todos los niveles”, señala.
“Vamos a acabar todos viviendo en Madrid”
La invasión rusa de Ucrania ha supuesto la segunda puntilla. El encarecimiento energético súbito como consecuencia del corte de suministro del gas ruso ha arrinconado al sector. No solo por el coste de transformar la aceituna en aceite en las almazaras. El olivarero que dispone de una explotación de regadío tiene que sufragar el coste de bombear el agua desde los pozos y las cuencas. “En Jaén las producciones no están en llano, por lo general. Y subir el agua tiene un coste energético importante”, advierte Juan Luis Ávila.
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Este olivarero estima que el riego antes le costaba unos 3 euros por cada olivo de los alrededor de 5.000 de los que tiene. Ese precio ha aumentado a alrededor de 9. “Los agricultores no entendemos que el Estado se esté beneficiando de esta situación. Mi comunidad de regantes ha pasado de pagar de 50.000 a 180.000 euros de factura. El IVA ha pasado de unos 8.000 a más de 30.000. Creo que no es sensato que el Gobierno no nos baje el IVA a las comunidad de regantes. Se corre peligro de que no podamos regar”.
Cristóbal Cano, portavoz de los pequeños agricultores, constata esta situación: “Esto hace inasumible el riego. Es una situación muy crítica”. El portavoz de UPA propone una doble tarificación eléctrica para los regantes: “Necesitamos una tarifa que nos permita una potencia suficiente en la época de regadío, pero que disminuya en los meses en los que no regamos. Solo hace falta voluntad política por parte del Gobierno central para llevar esta medida a cabo”, afirma Cano.
“No hay muchos precedentes de una situación así”, apunta Juan Luis Ávila. “Estamos hartos de escuchar pamplinas y cuentos chinos sobre la España vaciada. Vamos a acabar todos viviendo en Madrid a este ritmo, y a ver de qué vamos a vivir. Es ahora cuando hay que tomar medidas, y no luego, que se inventan soluciones para remendar situaciones que ya serán irreversibles. Los olivareros consumimos muy poca agua y por la mala gestión de la cuenca del Guadalquivir nos quedamos sin agua. Y aunque hubiera agua, la factura eléctrica nos dificulta bombearla. Están en riesgo miles de empleos. Hacen falta medidas serias”, remacha el olivarero.