El efecto boomerang de las protestas en los museos: ¿suman o restan apoyos a la causa del clima?

Activistas en el Museo Nacional del Prado en Madrid, el 5 de noviembre de 2022.

La Gioconda, de Leonardo Da Vinci, en el Louvre de París; El sembrador, de Van Gogh, en Roma; La joven de la perla, de Johannes Vermeer, en La Haya; Pilas de cereal, de la serie Los almiares, de Claude Monet, en Postdam. Todas ellas obras de arte de incalculable valor que, durante los últimos meses, han sido atacadas con tartas, puré de patatas o sopa de tomate por activistas que buscan llamar la atención sobre el cambio climático ante la inacción de los gobiernos. Una tendencia que, era cuestión de tiempo, ha terminado llegando a España con La maja vestida y La maja desnuda de Francisco de Goya como objetivo en el Museo del Prado de Madrid.

En este caso, dos activistas, ahora en libertad pero investigados por la presunta comisión de un delito contra el patrimonio histórico-artístico, se pegaron a los marcos de ambos cuadros después de escribir en la pared, entre ambos, el mensaje "+1,5º" para "alertar sobre la subida de temperatura mundial que provocará un clima inestable y graves consecuencias en todo el planeta". Una performance reivindicativa que se produjo un par de semanas después de que el Ministerio de Cultura pidiera a las principales instituciones culturales españolas a extremar las medidas de seguridad y ser exhaustivos en el cumplimiento de las normas de acceso, prohibiendo la introducción de bebidas, mochilas, bultos, paraguas y objetos punzantes.

"El gran tema es si con estas acciones por la causa climática se suman o restan voluntades para esa causa. Ahí es donde están las dudas, porque yo creo que mucha gente piensa, y yo también, que pueden restar voluntades, lo cual sería triste", plantea a infoLibre el director de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES), Víctor Viñuales, quien prosigue: "Hay mucha gente que para tener mucha repercusión hace ciertas cosas. Esa búsqueda de la máxima repercusión a lo mejor lleva a lugares que yo creo que pueden ser contraproducentes para el objetivo último. Porque en el fondo salir o no salir en los medios no puede ser un fin en sí mismo. Lo haces para algo y ahí es donde yo creo que muchos tenemos dudas y temor de que resten voluntades cuando, por contra, necesitamos sumar muchas voluntades, porque por ejemplo el cambio que hay que hacer para construir una economía neutra en carbón es enorme".

Eva Saldaña, directora de Greenpeace, por su parte, sin querer entrar a valorar este tipo de acciones, reconoce que tienen un "punto de desesperación" en una década "decisiva" de emergencia climática. "Por eso están surgiendo todas estas diferentes respuestas a la pregunta de qué tenemos que hacer ya para que todos nos pongamos a salvar la vida en la Tierra. Lo que consiguen es generar diálogo, discusión, discurso y conversación sobre este tema, y ahí es interesante. En el corto plazo, logran llegar a los titulares de los medios, pero lo que se requiere a medio y largo plazo es un cambio de mentalidades, de dinámicas de poder, gente saliendo a calle... Ahí es donde no sé si contribuye. Se requiere mucho activismo más completo y diferente para que pueda llevarnos realmente a otro lugar", argumenta.

"Proteger el patrimonio artístico no implica no proteger el medio ambiente, no son ámbitos contrapuestos"

Marta Suárez-Mansilla — Abogada especializada en Derecho del arte y vicepresidenta de ADA

Incide en esta dirección Marta Suárez-Mansilla, abogada y vicepresidenta de la Asociación del Derecho de Arte, cuya sensación es que "el impacto mediático que se logra es más por el daño que provoca o el altercado que supone que por el mensaje que realmente se quiere transmitir". Destaca, asimismo, que tanto el medio ambiente como el patrimonio cultural son "ámbitos de protección que no son contrapuestos", es decir, que "proteger el patrimonio artístico no implica no proteger el medio ambiente", lo cual hace que los activistas del llamado ecovandalismo "no consigan del todo transmitir el mensaje: "Cuando hace uno una acción reivindicativa trata de buscar el mayor impacto posible, pero lo puedo entender si el escenario elegido fuera otro donde sí hubiera una conexión directa entre los efectos del cambio climático en relación a la actividad que se trata de denunciar. Pero en temas de patrimonio cultural es un poco extraño".

Los dos jóvenes pertenecen que protagonizaron la acción en el Museo del Prado, un chico y una chica, pertenecen a la organización Futuro vegetal, un movimiento adscrito a Rebelión o Extinción que persigue la resolución de la crisis climática a través de la adopción de un sistema agroalimentario basado en las plantas. "Estoy aquí pegado porque la semana pasada la ONU hacía oficial que ya es imposible contener el calentamiento del planeta en 1,5º, sobrepasando los límites marcados en el Acuerdo de París y comprometiendo nuestra seguridad alimentaria", afirmó uno de los activistas, mientras la otra joven que se pegó a la obra de Goya exigió al Gobierno que termine con las subvenciones a la ganadería y las emplee para promocionar alternativas basadas en plantas para afrontar escenarios como el de 2,5º que prevé la ONU.

Ese es el mensaje inherente a esta acción, que claramente llama la atención y va directa a los titulares de prensa. "Se ataca una obra de arte de forma que no resulte dañada, como una acción performativa para mostrar la vulnerabilidad, y eso genera más atención mediática que si te dicen que se han muerto 200 personas por una inundación o la cantidad de personas que se mueren en determinadas partes del mundo por hambre porque ya no se puede cultivar donde viven. Esto te da que pensar", lanza Natalia Castro, socióloga y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). "Mucha gente no se pregunta qué están intentando demostrar, sino que más bien mira a los activistas como criminales". Y añade que en ningún caso se justifica que se ataque al arte: "Este tipo de acciones intenta visualizar que esto está pasando, que realmente socialmente reaccionamos mucho más si se le tira salsa de tomate a un vidrio que está cubriendo una obra que si se mueren centenares de personas".

No tiene ningún sentido utilizar o instrumentalizar las obras de arte para hacer una protesta que no entra en el contenido de la misma

Rafael de la Hera — Socio director de Poolsegur, correduría de seguros especializada en arte

Centrándose en las acciones en sí, Rafael de la Hera, socio director de Poolsegur, correduría de seguros especializada en arte, es taxativo. Considera que "no tiene ningún sentido utilizar o instrumentalizar las obras de arte para hacer una protesta que no entra en el contenido de la misma". "No es una buena cosa llamar la atención dañando una obra de arte, aunque sea solamente a los marcos, por ahora", recalca, en referencia al caso particular de las majas de Goya. Defiende que "hay otras formas de manifestarse". "De momento, afortunadamente y toquemos madera, en el mundo no se han producido daños de importancia. Los que ha habido en las majas de Goya han sido sobre los marcos, y quitar un adhesivo de un marco no te digo que sea fácil, pero para un departamento de restauración como el del Prado es sencillo". Destaca, además, que "son marcos que son obras de arte en sí mismos".

En la misma línea se expresa Nadia Arroyo, directora de Cultura de la Fundación Mapfre: "Toda reivindicación tiene que respetar el patrimonio y el arte, que es de todos, y por eso tenemos que cuidarlo todos". "Están tocando obras muy icónicas, tocan a Goya y nos han tocado a todos", prosigue, explicando que ellos funcionan con normalidad y con la seguridad habitual que ponen en marcha en el momento que abren al público una exposición como la que actualmente tienen abierta sobre Julio González y Pablo Picasso, con obras de semejante "relevancia". "Los museos son espacios para el disfrute del arte, no hay que poner policías armados rodeando las obras", afirma a infoLibre.

Explica Arroyo, además, que no se pueden poner cristales protectores a todas las obras, más allá de lo aparatoso que eso ya de por sí sería, pues algunas "no pueden tener cristal para su buena conservación". "Un museo tiene un ambiente y unas condiciones que también conserven las obras", agrega. De la Hera señala que colocar cristales no es "una tendencia muy española", que se da más en países como Holanda: "Pero es que tampoco se trata de poner a todas las obras cristales protectores, porque no se percibe el arte igual. Es como ver las obras de un museo por internet, se puede, pero no es lo mismo".

Daños a los bienes de Patrimonio Histórico

En el caso concreto del Museo del Prado, alberga obras de titularidad estatal, con lo que habría que acudir a la Ley de Patrimonio Histórico Español (1985) para encontrar las penas a las que se podrían enfrentar los activistas. Sin embargo, como esta norma no establece en su catálogo de infracciones administrativas unos daños como los que han sucedido, necesariamente habría que acudir a la vía penal: "Nuestro Código Penal, en el artículo 323, tipifica los daños a los bienes de patrimonio histórico estableciendo unas penas de entre seis meses y tres años de prisión, conmutables con el pago de una sanción monetaria. Con los bienes que están declarados de interés cultural, y sin duda toda la colección del Prado es así, la pena podría llegar a cuatro años y medio. En esa horquilla, la pena máxima se impondría si los daños fueran muy graves, pensemos en una destrucción del cuadro, una quema o que lo hayan acuchillado".

A este respecto, De la Hera cree que las obras de arte están bien protegidas, lo que pasa es que nunca hay "protección suficiente contra una animosidad o alguien que quiere voluntariamente causar un daño". Además, recuerda que los museos nacionales y todo lo que depende del Ministerio de Cultura, cuentan con una garantía del Estado mientras las obras permanecen "estáticas" en sus instalaciones, que también se aplica en las exposiciones temporales que organizan esos museos nacionales u otros dependientes de Cultura (solo se hacen seguros privados cuando se transportan). "Dar un golpe o romper un lienzo sería algo irreparable, pero no podemos convertir la entrada a un museo en la de un avión en un aeropuerto. Es algo para disfrutar, para pasar un buen rato. Si te empiezan a registrar, las medidas de seguridad te lo hacen incómodo, aunque si alguien quiere dañar una obra de arte es muy probable que lo haga", lamenta, adelantando que, a nivel de seguros, "si hay que pagar varios millones de euros por asegurar obras de arte, se puede notar en el aumento del precio".

Desde Greenpeace, Saldaña invita a centrarse en el espacio intermedio entre las dos activistas de Futuro Vegetal. A mirar a ese +1,5º entre las dos majas de Goya, en definitiva, pues es ahí donde está la cuestión a tratar, si bien concede que este tipo de acciones disruptivas están generando "polarización" en la ciudadanía, "que igual no lo entiende". "Entonces quizás no es tan efectivo como cuando tu target es una gran empresa contaminadora o banquera, algo que está generando una dinámica de poder muy grande y el ciudadano lo entiende perfectamente", señala, para luego admitir que está generando también "mucho rechazo", por lo que hay que ver "si contribuye o genera una problemática no solo a las activistas en sí, porque nos puede llevar a situaciones de represión".

"Seguramente mucha gente no entienda bien que pueda haber una relación entre la potencialidad de dañar un cuadro de Goya y la acción climática"

Víctor Viñuales — Director de la Fundación Ecología y Desarrollo (ECODES)
En libertad las dos activistas y las dos periodistas detenidas por el acto vandálico en el Museo del Prado

En libertad las dos activistas y las dos periodistas detenidas por el acto vandálico en el Museo del Prado

Viñuales, también sociólogo, avisa de que "seguramente mucha gente no entienda bien que pueda haber una relación entre la potencialidad de dañar un cuadro de Goya y la acción climática, la relación que hay entre un cuadro de Van Gogh y la acción climática". Por eso, anima a pensar en otras acciones: "Imaginemos las clásicas de Greenpeace, donde de repente a una central térmica se suben unos activistas a desplegar una pancarta. Ahí la comprensión de la acción es inmediata porque ven que protestan en un lugar donde se quema carbón por el cambio climático. Hay poco que explicar, se entiende muy fácil, pero aquí mucha gente no acaba de entender qué conexión hay entre unos cuadros en un museo y la acción climática. Y al no entenderlo es cuando puede haber esa resta de voluntades, que es lo preocupante. En la vida una cosa son las intenciones, y otra cosa las repercusiones, que a menudo no están en línea con nuestras intenciones".

Eso sí, aclara el director de ECODES que respetan mucho a la gente que tiene otro enfoque, pues muchas veces ellos se focalizan más en la "construcción de alternativas", aun siendo "cierto que la historia de la mejora humana muchas veces se construye a partir de decir no a ciertas cosas con rotundidad". "¿Logramos sumar a más gente? Esa es la pregunta que hay que contestar. Ahora ya, por la dimensión que tiene el problema, no basta con que unos pocos nos movilicemos. Cómo conquistar a las mayorías es una pregunta muy importante", subraya, mientras Saldaña valora que este tipo de acciones llevan a "confrontar posturas y ver qué pasa en el espacio intermedio, no en los extremos". "En el espacio intermedio está la masa crítica grande, que es la que realmente necesitamos que nos ayude a ser protagonista del cambio, a enfrentarnos a la emergencia climática y que los gobiernos actúen", remacha la directora de Greenpeace.

Por último, Cantó concede que uno puede decir que este no es el sistema más adecuado para protestar o que "el arte no es el enemigo del cambio climático, por lo que la acción la deberían hacer delante de una industria". "A lo mejor también nos dice algo de nuestra sociedad que sea mucho más difícil hacerlo en determinados sitios que en otros", apunta la socióloga, quien explica que el objetivo último no es dañar un cuadro, sino "visualizar que importa más el cuadro que las personas", antes de lanzar una reflexión final: "Estamos educados para pensar que si todo se va a la mierda nosotros todavía podemos salvarnos, pero es un pensamiento ridículo desvincular lo individual de lo colectivo de una forma tan salvaje. No soy partidaria de destruir el arte, pero el sentido de la acción es este. Yo hice el seguimiento de la primera guerra de Afganistán con los talibanes y se estaba contando que estaban matando a mujeres en plazas públicas, disparando a niñas que iban a la escuela, y todo el mundo decía ''ok'. Luego bombardearon dos budas y estaba en la primera página de todos los periódicos llamándoles animales por destruir el patrimonio de la humanidad. Como si la humanidad misma no fuera patrimonio de la humanidad".

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