Un albanés que salvó a una anciana de las llamas recibe una orden de expulsión del Gobierno francés

Lassana Bathily (en el centro) muestra su pasaporte en enero de 2015

Camille Polloni (Mediapart)

El martes 3 de enero, La Nouvelle République revela que Roland Aliu, albanés de 25 años que vive en Vienne con su familia, ha recibido la orden de abandonar el territorio francés (OQTF) en el plazo de un mes, dictada por la prefectura el 9 de diciembre de 2022, medida que también afecta a su padre, su madre y su hermano menor. Diez meses antes, este joven había salvado a una octogenaria de Poitiers sacándola del incendio que devoraba su casa. El 14 de julio, los servicios de rescate de Vienne le concedieron una "medalla de oro" para felicitarle por su acto de valentía. Las asociaciones locales se movilizaron para que le concedieran un permiso de residencia, tras varias negativas.

Durante un encuentro entre el ministro del Interior, Gérald Darmanin, y los lectores del periódico regional, el 11 de febrero de 2022, una residente y miembro del comité de barrio pidió al Ministro del Interior que reconsiderara su postura bajo la perspectiva de este rescate. "Claro, por supuesto, lo miraré con placer e interés", respondió el ministro. "Lo hago a menudo porque hace falta tratar los expedientes con humanidad", añade Darmanin, aunque con un comedido entusiasmo: "Si regularizamos a todos los que han venido ilegalmente al país, nos va a faltar el aire.”

A iniciativa de la Liga de Derechos Humanos y de la asociación Cien por Uno, los partidarios de Roland Aliu han convocado una concentración para el sábado 7 de enero ante la prefectura de Poitiers.

Volvemos a publicar a continuación el artículo del 30 de septiembre de 2020: "Nacionalizados, regularizados u olvidados: el fabuloso destino de los ‘héroes’ extranjeros".

Cuando oyó gritar a una mujer en la calle y decidió enfrentarse a su agresor en el metro de París, Youssef no tenía ni idea de qué pasaba. Ni que era un ataque con cuchillo contra (la antigua sede de) Charlie Hebdo, que dejó dos heridos graves, ni que él mismo sería arrestado bajo sospecha de terrorista, unos minutos más tarde, y presentado públicamente como "segundo sospechoso" cuando iba a declarar ante la policía.

Youssef tampoco podía imaginar que, una vez aclarado el malentendido y limpiado su honor, personalidades políticas de todos los bandos exigirían su nacionalización. Por unanimidad, el senador socialista David Assouline, la diputada de LREM Anne-Christine Lang, el eurodiputado de RN Gilbert Collard y la senadora de Los Verdes Esther Benbassa pidieron recompensar el valor de este argelino de 33 años concediéndole la nacionalidad francesa.

Tras declarar para Le Monde y la cadena TF1, Youssef reanudó su vida. Su abogada, Lucie Simon, confirma que tiene un permiso de residencia de diez años y ha iniciado el proceso de nacionalización. "Su temor, bastante justificado, es que le denieguen la nacionalidad por haber estado arrestado. Esto ocurre incluso después de que el caso haya sido sobreseído.”  

 En principio, toda persona detenida por la policía queda fichada en un TAJ (tratamiento de antecedentes judiciales), que se consulta cuando se examinan las solicitudes de nacionalización, aunque sea posible pedir la supresión de esta información a posteriori.

"Es un motivo que se usa regularmente para denegar o aplazar la nacionalización", confirma el abogado Solal Cloris, poniendo dos ejemplos: un hombre conocido por la policía (es decir, fichado en el TAJ) por "consumo de drogas", y otro por "portar un arma de categoría D" (armas blancas, porras, bates, etc, ndt) que haya dado lugar a la aplicación de la ley. 

Si sus pocas horas de arresto no perjudican a Youssef, su acto de valentía podría, por el contrario, acelerar su nacionalización. El Código Civil prevé un procedimiento más rápido para "los extranjeros que hayan prestado servicios excepcionales a Francia o aquellos cuya nacionalización presente un interés excepcional para Francia", exigiendo un periodo mínimo de residencia en suelo francés de dos años en lugar de cinco.

El caso de Youssef recuerda al de Lassana Bathily, apodado "el héroe del Hyper Cacher" por esconder a los clientes en la cámara frigorífica e informar a la policía el 9 de enero de 2015. Al igual que Youssef, Lassana Bathily fue tratado inicialmente como sospechoso. Al salir discretamente de la tienda en busca de ayuda, el empleado maliense fue "echado al suelo", esposado y encerrado en un coche durante hora y media, según relató la semana pasada durante el juicio por los atentados de Charlie Hebdo e Hyper Cacher. La policía pensaba que era uno de los terroristas y no uno de los rehenes.

Al igual que Youssef, Lassana Bathily vivía legalmente en Francia, con permiso de residencia. Gracias al procedimiento acelerado, su nacionalización tardó sólo unos días. En la ceremonia, el entonces Ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, elogió a este "ciudadano valiente". "Lassana es una de esas personas que no son conscientes de su propio heroísmo. [...] La República acoge a todos sus hijos, de lo contrario ya no sería la República. Bienvenido a casa.”

Lassana Bathily trabaja ahora en el Ayuntamiento de París. El Consejo Representativo de las Asociaciones Negras de Francia (Cran), que considera que las personalidades de las minorías son raramente condecoradas, ha lanzado una petición para que le concedan la Legión de Honor. La asociación hizo la misma petición para "Didi", guardia de seguridad en el Bataclan la noche del 13 de noviembre, que fue nacionalizado seis meses después en las mismas circunstancias que Bathily. No se ha conseguido por el momento.

Los tres soldados americanos de vacaciones que lograron reducir al atacante del Thalys en agosto de 2015 obtuvieron la nacionalidad francesa y además se les concedió la Legión de Honor.

Sarah Mazouz, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), ha trabajado sobre las prácticas de nacionalización observando las distintas etapas del procedimiento, desde el mostrador de la prefectura hasta las ceremonias de entrega de los decretos. Esta socióloga observa una "moralización muy fuerte del acceso a la nacionalidad". "En la legislación francesa, la nacionalización no es un derecho sino un favor: aunque alguien cumpla todos los criterios de admisibilidad, el Estado puede negarse a concederle la nacionalidad francesa. La idea paradójica de que hay que merecer este favor, formar parte de una especie de élite de extranjeros para convertirse en francés, estructura implícitamente el procedimiento de nacionalización y se hace explícita durante las ceremonias, a través del protocolo, los discursos de ciertos representantes del Estado y el simbolismo republicano que rodean ese ritual.”

Para esta universitaria, la cláusula de "servicios prestados a la nación", que permite una nacionalización más rápida, forma parte de esta moralización del acceso a la nacionalidad. Entre los que "merecen" ser franceses, el Estado destaca a los más meritorios, incluidos los que "arriesgaron su vida para salvar a franceses".

Esta lógica subyace también en una nota enviada por Marlène Schiappa a los prefectos a mediados de septiembre. Para recompensar a los profesionales "que han participado activamente en la lucha contra el Covid-19", la Ministra Delegada para la Ciudadanía pide que sus expedientes de nacionalización se beneficien de un "examen prioritario e individualizado", siempre basado en la noción de "servicios prestados".

En 2019, por diferentes motivos, adquirieron la nacionalidad francesa, por naturalización, 48 000 personas, lo que supone un descenso del 10% con respecto al año anterior. Dentro de ese total, el Ministerio del Interior no pudo facilitar a Mediapart el número de personas nacionalizadas por "servicios prestados".

De los permisos de residencia a las órdenes de expulsión, "recompensas" de geometría variable 

"No todos los héroes tienen capa", dice una conocida expresión. No todos los héroes tienen nacionalidad francesa. Y no todos los héroes tienen papeles. 

En el Código de Entrada y Residencia de Extranjeros y Derecho de Asilo (Ceseda), la "admisión excepcional de residencia" permite la regularización a cuentagotas, a discreción de los prefectos, que pueden ampararse en la circular de 28 de noviembre de 2012, firmada por Manuel Valls, según la cual un extranjero puede optar a un permiso de residencia temporal si demuestra "un talento excepcional o servicios prestados a la colectividad (por ejemplo en el ámbito cultural, deportivo, cívico o económico)".

Se trata de un caso muy raro. Según las estadísticas del Ministerio del Interior, la admisión excepcional al permiso de residencia por este motivo afectó a 14 personas en 2013, 9 personas en 2014, 8 personas en 2015, 6 personas en 2016, 4 personas en 2017, 7 personas en 2018 y 5 personas en 2019 (cifra provisional). Y entre estos extranjeros regularizados, algunos lo han sido por su "talento excepcional", como el joven albanés elegido mejor aprendiz de carpintero de Francia.  

Mamoudou Gassama, el maliense sin papeles que escaló por la fachada de un edificio en mayo de 2018 para salvar a un niño que colgaba del cuarto piso, se benefició de este procedimiento excepcional. Así, fue regularizado en el acto y, en cuatro meses, nacionalizado gracias al procedimiento acelerado. 

Como escribió entonces Mediapart, la hazaña de Gassama respondía al tropismo de Emmanuel Macron por el heroísmo, que "forma parte intrínseca de su concepción del mundo y de la manera en que pretende 'reparar' las fracturas francesas, desplegando lo que le gusta calificar como 'narrativa nacional'". (...) Con la disculpa de la motivación colectiva, el recurso a la figura heroica y la sobrevaloración de la asunción de riesgos individuales son también una forma de desligar al Estado de un cierto número de responsabilidades.”

La última noticia es que Mamoudou Gassama pasó un año de servicio como ayudante en el cuerpo de bomberos de París, al que aún sueña con incorporarse cuando se recupere de unos problemas de salud.

Las hemerotecas están llenas de otros ejemplos, que sin adquirir el carácter emblemático de los anteriores, dan testimonio de situaciones muy diversas.

En junio de 2020, Abderrahim Aissaoui, un argelino sin papeles de 49 años que vivía en una residencia social de Seine-et-Marne, hizo correr a un hombre que estaba cometiendo una agresión sexual (y posteriormente fue detenido). Como recompensa, el prefecto le concedió un permiso de residencia de un año renovable.

El mismo prefecto de Seine-et-Marne hizo lo mismo con otro argelino, Abdelillah Assaoui, en agosto de 2020. Igual que Mamoudou Gassama, subió por la fachada de un edificio. En este caso fue para poner a salvo a dos niños y apagar un incendio. En un comunicado de prensa, el prefecto agradecía "el valiente gesto de Abdelillah Assaoui", cuyo "acto heroico evitó una tragedia".

En enero de 2019, Mamoud Diallo, un guineano indocumentado que trabajaba en un centro de formación en la región de Isère, salvó a su compañera, que había sido atacada con un cuchillo por un cocinero que se había vuelto loco. A Diallo se le concedió protección subsidiaria (pero no el estatuto de refugiado), luego un permiso de residencia de cuatro años y finalmente la nacionalidad francesa, con el apoyo de la prefectura.

En 2015, un migrante tunecino, Nizar Hasnaoui, salvó a cuatro personas atrapadas en un coche durante una inundación en los Alpes Marítimos, a pesar de que no sabía nadar. Una de las supervivientes le acogió y le ayudó a obtener un permiso de residencia de un año, que fue renovado al menos dos veces. "Mi vida ha cambiado totalmente", decía tres años después, empleado en una empresa de limpieza y a la espera de que le concedan la nacionalidad.

En 2014, Mohssen Oukassi, tunecino de 26 años, salvó la vida de varios vecinos víctimas de un incendio en Aubervilliers, a costa de graves quemaduras. Diez días después, obtuvo un permiso de residencia de un año renovable: fue el "punto de inflexión en su vida". Sin embargo, como informó Le Figaro en 2018, rápidamente volvió a encontrar dificultades para renovar sus papeles y recibió una serie de permisos de residencia de tres meses. Mohssen Oukassi "perdió los dos contratos indefinidos que había obtenido", se convirtió en repartidor de Uber Eats, vive en "un estudio insalubre" y sufrió las secuelas del incendio. Tras varios años difíciles, finalmente obtuvo un permiso de residencia de diez años.

No todos tuvieron tanta suerte. Yassine Bencheniti, argelino de 38 años, evitó que una mujer se arrojara desde un séptimo piso en mayo de 2019 en Saint-Étienne. El prefecto del Loira se declaró incompetente para pronunciarse sobre los "servicios prestados a la comunidad". Unos meses después, Yassine, su esposa embarazada y su hija de cuatro años, a quienes se denegó el asilo, recibieron una orden de abandonar el territorio francés. Ahora sólo pueden confiar en la movilización que se ha formado en su apoyo.

En abril de 2015, Aymen Latrous salvó a dos niños en un incendio en Val d'Oise. A pesar de recibir una "medalla de la ciudad", estuvo sin papeles durante tres años y recibió una orden de expulsión (OQTF). Tras reexaminar su situación y prometerle un empleo permanente en 2018, Aymen Latrous obtuvo finalmente un permiso de residencia de un año renovable.

Su abogada, satisfecha de que su cliente pueda "vivir por fin una vida normal", subrayó el "doble rasero entre su situación y la de Mamoudou Gassama, que recibió todos los honores. Nos hubiera gustado hacer llegar su historia al Presidente, para que se le escuchara. También constato que obtuvo su permiso de residencia gracias a los medios de comunicación.”

La abogada Philippine Parastatis metía así el dedo en la llaga de un efecto inducido por esta forma de distinguir a los extranjeros "merecedores": ¿por qué, tras actos comparables, algunos reciben la nacionalidad francesa como un regalo, mientras que a otros se les ofrecen papeles temporales o nada en absoluto?

Para Djalega Léon Gnahore, un marfileño solicitante de asilo, la situación sigue sin resolverse. El pasado mes de junio, este empleado de una empresa de limpieza alertó a los habitantes de un edificio en llamas del distrito 14 de París y rescató a una mujer mayor atrapada entre las llamas. Su empleador, al enterarse de que no tenía papeles o hacer como que se enteraba de ello, le despidió.

Luego, el departamento de viviendas de Paris le firmó un contrato de duración determinada de seis meses, hasta febrero de 2020. "Nos gustaría contratarlo de forma permanente, lo que supone que el Estado pueda pronunciarse sobre su situación para entonces", dice uno de los que siguen el caso de Gnahore en el Ayuntamiento de París.

Para la socióloga Sarah Mazouz, "desde los años 80, la nacionalización se ha convertido en el modelo para repensar todos los procedimientos que regulan la incorporación de extranjeros a la nación o incluso su presencia legal en el territorio. La lógica normativa subyacente al procedimiento de nacionalización, así como algunos de los criterios usados en él, se trasladan, por tanto, a todos los procedimientos relativos a los extranjeros". Forma así parte de este movimiento la regularización de los sin papeles por "servicios prestados", que pone en marcha una lógica meritocrática, incluso competitiva.

Esta forma de promoción por el ejemplo, e incluso por la excepción, es tan comprensible como vergonzosa. Por un lado, el autor de un acto heroico "merece" saltarse algunas etapas de un largo recorrido, constatación que es unánime. Pero, ¿qué mensaje se dirige a los demás, a los sufridores del permiso de residencia, a los futuros franceses de a pie, a los candidatos de largo recorrido de una nacionalidad rutinaria? Para encontrar su lugar, más vale estar hecho de la madera de los héroes.

 

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Traducción de Miguel López

 

 

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