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Los agricultores del Mediterráneo aparcan las primeras siembras del año tras un invierno muy seco

Recogida del ajo morado en un campo de Cuenca.

Los agricultores de la costa mediterránea esperan desde mayo de 2022 unas lluvias que nunca llegan, y a medida que pasan los meses la falta de agua se hace más preocupante. La esperanza estaba puesta en el invierno, pero a falta de dos semanas para que termine, las precipitaciones han sido mínimas en muchas zonas del Levante y esta situación deja en el aire la siembra de miles de hectáreas en marzo y abril. Según explican desde el campo, la solución más común en estas zonas es paralizar la siembra o sustituir el cultivo por otro menos rentable, a costa del agricultor. 

"Ahora mismo no se puede sembrar porque la tierra está completamente seca y si pones la semilla no germina", afirma Miguel Ángel Bolancé, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía. Según explica, en este momento ya deberían haber plantado cultivos como el maíz, el algodón y el guisante, pero la mayoría de los agricultores va a esperar a finales de marzo a ver si llueve algo. 

"Es arriesgado seguir apurando, sobre todo con el guisante, porque si se siembra demasiado tarde el ciclo de crecimiento se acorta y la cosecha pierde tamaño y calidad. Por eso algunos han optado por sembrar ya y rezar para que llueva", añade el experto. 

El caso andaluz no es una excepción y la sequía de comienzos de año es generalizada. La Agencia de Meteorología (AEMET) calcula que aunque en enero las precipitaciones correspondieron con la media, en febrero llovió una tercera parte de lo normal, especialmente en el sur de Andalucía y en Cataluña. Esto se suma a un 2022 que fue el sexto año más seco desde que comenzaron los registros en 1961. 

En Barcelona afrontan estos días la peor sequía en medio siglo y de la llegada del agua depende la siembra de cultivos para la ganadería como el maíz forrajero y el sorgo, pero por ahora las semillas siguen guardadas y no hay previsión de plantarlas. "El maíz que debería plantarse entre abril y mayo por ahora está descartado, salvo que por sorpresa empiece a llover intensamente durante tres o cuatro semanas", comenta Rosa Pruna, presidenta de ASAJA Barcelona.

La representante de esta patronal explica que el cambio climático ha golpeado muy fuerte su sector. Según dice, en la provincia de Barcelona llevan tres años sufriendo una sequía permanente que solo se ve interrumpida de vez en cuando por lluvias torrenciales, donde es imposible atrapar al agua para consumirla después y que encima arrasan con los cultivos que estén brotando en ese momento.  

Para muchos agricultores la opción de posponer la siembra no está encima de la mesa porque necesitan garantizar unos ingresos, por eso en Andalucía ya sustituyen una parte de los cultivos por otros que resisten mejor la falta de agua y el calor. Por ejemplo, el haba que se siembra en otoño era una apuesta arriesgada hace unos meses y muchos profesionales decidieron esperarse unos meses para apostar por el guisante o el girasol. 

Otra región con sequía severa es Murcia, la Comunidad con peores reservas hídricas en sus pantanos (al 27%) y donde el riego depende de una mezcla de aguas que salen principalmente de desaladoras y del trasvase del Tajo. Allí, José Manuel Ruiz tiene que comenzar en cuestión de dos semanas la siembra del melón y la sandía, dos frutas que consumen mucha agua en su crecimiento, y ha tenido que recortar un 40% su explotación para asegurar el riego. 

"Si habrá agua es la pregunta del millón porque la desaladora no va a dar suficiente para todos, y encima ahora se suma la polémica del trasvase, por lo que vivimos rodeados de incertidumbre", opina Ruiz. En su caso, tuvo que apostar a finales de verano cuánto iba a sembrar esta temporada, porque la decisión debe consensuarla con el resto de agricultores y comprar las semillas. "Vamos dando palos de ciego y yo acerté en que no iba a llover, pero otros compañeros que no recortaron van a pasar calamidades", añade. 

El campo mira al cielo estos días con razón, porque los primeros cuatro meses del año son claves en las campañas agrícolas de todo el año. Es entre febrero y abril cuando los pantanos de España se rellenan para vaciarse poco a poco durante el resto del año, por eso a mediados de primavera la directiva de cada una de las cinco cuencas hidrográficas se reúne con los agricultores de su región para decidir cuánta agua pueden desviar a los cultivos. Pero con los embalses en alerta se esperan duras restricciones al riego en la mitad sur de España y el Levante. 

"Si la decisión de dar agua [de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir] se tomase hoy, seguramente no llegaría ni una gota al campo, salvo la necesaria para que los árboles no se mueran", opina Miguel Ángel Bolancé. En Andalucía, los embalses están al 30% de capacidad y en otras cuatro comunidades están por debajo del 50%.

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