El viento del este vuelve a soplar sobre el del oeste: qué hay detrás del apretón de manos entre Putin y Xi
El caluroso apretón de manos entre Vladimir Putin y Xi Jinping y sus declaraciones de amistad el lunes 20 de marzo en el Kremlin recuerdan otra época, la de la alianza entre Stalin y Mao, ambos unidos contra Estados Unidos.
En una visita a Moscú en 1957, en plena Guerra Fría, el Gran Timonel describió el enfrentamiento entre los dos bloques como "el viento del este y el viento del oeste". “Una expresión china dice que o bien el viento del este empuja al viento del oeste, o bien el viento del oeste empuja al viento del este", decía. “Creo que la situación actual se caracteriza por el viento del este empujando al viento del oeste, es decir, el dominio arrollador de las fuerzas socialistas sobre las fuerzas imperialistas".
Ciertamente, Rusia ya no está en el campo del socialismo y el Partido Comunista Chino ha sobrevivido gracias a su abrazo al capitalismo y a sus reivindicaciones de un "socialismo con características chinas". Pero ambos regímenes han construido su legitimidad sobre el nacionalismo y el sentimiento de una "fortaleza sitiada" contra las fuerzas occidentales hostiles. Y siguen teniendo en común su oposición a un orden internacional dominado por Estados Unidos, un antagonismo acentuado por la invasión rusa de Ucrania hace más de un año.
Como muestra de este buen entendimiento, el lunes, en el primer día de la visita oficial de Xi Jinping a Rusia, los dos autócratas mantuvieron de inmediato una primera reunión informal, durante la cual, según informaron los medios oficiales chinos, trataron obviamente de la cuestión de Ucrania, unas semanas después del plan de paz chino –más bien una declaración de principios– que fue rechazado por Occidente porque equiparaba agresor y agredido.
Sentado junto a Putin, tan marmóreo como siempre, Xi Jinping señaló que "están apareciendo voces pacíficas y racionales, con la mayoría de los países apoyando la desescalada de tensiones, abogando por conversaciones de paz y oponiéndose a echar leña al fuego".
En una crítica implícita a Estados Unidos y sus aliados occidentales, el líder chino denunció la "mentalidad de Guerra Fría y las sanciones unilaterales".
"Creemos que cuanto más difícil es, más espacio hay que dejar a la paz; cuanto más agudas son las contradicciones, menos podemos renunciar a los esfuerzos de diálogo. China está dispuesta a seguir desempeñando un papel constructivo en favor de una solución política a la cuestión ucraniana", afirmó.
Putin, por su parte, elogió la posición de su aliado que calificó de "imparcial, objetiva y equilibrada en las grandes cuestiones internacionales". "Rusia ha estudiado detenidamente el documento de la posición de China sobre el arreglo político de la cuestión ucraniana, está abierta a las conversaciones de paz y acoge con satisfacción el papel constructivo de China en este sentido", añadió.
Al mismo tiempo, en Washington, el jefe de la diplomacia americana, Antony Blinken, afirmó que "el mundo no debe dejarse engañar por un movimiento táctico de Rusia –apoyado por China o cualquier otro país– para congelar la guerra según sus propios términos".
El secretario de Estado explicó que "el elemento fundamental de cualquier plan para poner fin a la guerra en Ucrania y lograr una paz justa y duradera debe ser el respeto de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas".
Antony Blinken también denunció un cambio que se produce días después de que el Tribunal Penal Internacional emitiera una orden de detención contra Putin. Eso "sugiere", dijo, "que China no se siente obligada a pedir cuentas al Kremlin por las atrocidades cometidas en Ucrania y, en lugar de condenarlas, prefiere dar cobertura diplomática a Rusia para que siga cometiendo los mismos crímenes".
Ofensiva diplomática
Pero con motivo de su visita a Moscú, China, a través de su presidente, vuelve a erigirse en pacificadora, animada por su reciente éxito en el acercamiento entre Irán y Arabia Saudí.
La semana pasada, en una reunión entre el Partido Comunista Chino y grupos políticos de todo el mundo, Xi Jinping volvió a poner sobre el tapete su "iniciativa de civilización mundial", lo que significa esencialmente proponer el concepto de modernización a la china, muy distinto del de Occidente y de la denostada democracia liberal.
Una vez superado el paréntesis de la pandemia del covid-19, Jinping ha pasado a la ofensiva en la escena internacional, denunciando las maniobras de Washington.
"Los países occidentales, liderados por Estados Unidos, han aplicado medidas de contención, cerco y represión contra nosotros, planteando desafíos de una gravedad sin precedentes al desarrollo de nuestro país", declaró durante la sesión parlamentaria de principios de mes.
En un documento publicado en febrero, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino se burlaba de "la hegemonía americana y sus peligros", detallando la hegemonía política, militar, económica, tecnológica y cultural y concluyendo que "Estados Unidos debe hacer un serio examen de conciencia. Debe examinar críticamente lo que ha hecho, abandonar su arrogancia y sus prejuicios, y abandonar sus prácticas hegemónicas, dominantes e intimidatorias."
El martes, Putin y Jinping se reunieron, acompañados por sus delegaciones, para reforzar su cooperación económica, en un contexto en el que Moscú depende cada vez más de Pekín. Ambas partes acordaron la construcción de un segundo gasoducto entre Siberia y China.
Este frenesí diplomático –tanto chino como ruso, ya que la semana pasada Putin recibió al líder sirio Bashar al-Assad– tiene como principal objetivo granjearse el favor de lo que se denomina el "Sur Global", término que ha vuelto a ponerse de moda para designar a los países de Asia, África, Oriente Medio y América Latina en lugar de países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo.
A mediados de febrero, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, Emmanuel Macron dijo estar "impresionado por hasta qué punto nosotros (Occidente) hemos perdido la confianza del "Sur Global", debido al doble rasero y al apoyo a Ucrania a costa de otros países.
La temporada de viajes va a continuar. El primer ministro japonés, Fumio Kishida, viajó el martes a Ucrania para reunirse con Zelensky y se espera la visita del presidente francés a Pekín a principios de abril. El martes 21 de marzo, según la agencia France-Presse, el Ministerio francés de Asuntos Exteriores declaró que China podría desempeñar "un papel útil para convencer a Rusia de que acepte negociaciones de paz de buena fe" con Ucrania, al tiempo que consideraba que Moscú no parecía proclive, "por el momento", a poner fin a la guerra.
Unos días antes visitará la capital china el Jefe de Estado brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien también consideraba a finales de enero que China tenía un papel importante que desempeñar en la resolución de la guerra de Ucrania.
Al mismo tiempo, a finales de marzo, Joe Biden celebrará en la Casa Blanca su segunda Cumbre por la Democracia. Una forma de que el viento del oeste contrarreste al viento del este.
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Traducción de Miguel López