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Por qué nos gusta ‘La isla de las tentaciones’ a pesar de que todos nos advierten de que es una fantasía tóxica

Momento de las hogueras finales del programa 'La isla de las tentaciones'.

La isla de las tentaciones casi no necesita presentación. El programa de televisión que empezó sus emisiones a principios de 2020 cautivó a gran parte de la audiencia. Las redes se siguen haciendo eco, semana tras semana, de todo lo que ocurre. En este reality, cinco parejas —siempre heterosexuales— se enfrentan, en una isla paradisíaca de República Dominicana, a la “tentación”. Esta “tentación” son en realidad diez personas solteras de cada género dispuestas a romper sus relaciones. Este lunes, la temporada llega a su fin con El reencuentro. Los protagonistas se vuelven a ver para desvelar qué ha sido de sus relaciones.

Cinco temporadas después, el programa continúa llamando la atención en la pantalla. Con programas que duran 180 minutos cada uno (publicidad incluida), el reality se consolidó el pasado lunes 17 como el programa más visto de Telecinco. 

El éxito, eso sí, va de la mano de las críticas. La sexualización de las mujeres y los comportamientos tóxicos de algunas de las parejas que han pasado por él se han sometido a grandes juicios por parte de la audiencia. Pero aun así, los espectadores se mantienen fieles. 

Según explica la psicóloga y youtuber Claudia Nicosia, este tipo de realities atraen porque son como abrir una ventana en casa ajena. La isla de las tentaciones muestra “temas muy humanos a los que no tenemos acceso normalmente en un contexto de realidad" y que son tabú, como las infidelidades o los ataques de celos. Además, a este “morbo” de conocer la vida privada de los concursantes se añade un factor de “realidad” que no tienen las series o las películas. 

La psicóloga Sandra Hernández Segurado coincide con Nicosia en que “lo que mueve a las personas a ver un reality es la curiosidad por el comportamiento humano (algo muy común que suele llamar la atención a la población general) además de “un interés por pasar el rato y observar idilios amorosos, conflictos y poder comentarlos con otras personas”. Amaya Prado, también psicóloga y vocal del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, explica a infoLibre que “La isla de las tentaciones es el nuevo pueblo”. Cree que las conversaciones que este programa genera se asemejan a “cuando antaño —aunque sigue pasando—, los hombres iban al bar a jugar al dominó o las mujeres se sentaban todas juntas para hablar de las vecinas”.

El “boca a boca” es una de las claves para el triunfo del programa, coincide Manuel Hernández, experto en comunicación audiovisual y creador de contenido. Estos programas de “mirada morbosa” o voyeur forman parte de las conversaciones del día a día: “Mientras que dura el reality, este se comenta en las reuniones de amistades o en charlas con los compañeros de trabajo”. Al igual que compartir aficiones o serie favorita, La isla de las tentaciones puede generar un “sentimiento de pertenencia” entre las personas que lo ven. Según explica Prado, “es una manera más de interactuar, de crear vínculos con los demás y de tener puntos en común”. 

“Nos apetece ser infieles, pero no somos capaces”

El proceso de identificación —y justo lo contrario— es otro de los motivos por los que La isla de las tentaciones triunfa. Los espectadores pueden ver en las parejas o en los tentadores comportamientos o pensamientos con los que nos sentimos identificados. El psicólogo José Ortiz, experto en marketing, publicidad y consumo, explica a infoLibre cómo los seguidores del programa se pueden poner tristes cuando los personajes se ponen tristes o “cabrearse porque se sienten identificados con el que ha sido engañado o con el que quiere dejar a su pareja porque se siente atraído por otra persona y al final lo hace”.

Al final, La isla de las tentaciones es una manera de “vivir nuevas experiencias en otros” a la vez que escapar de la realidad: “Igual nos apetece ser infieles, pero no somos capaces de hacerlo y si vemos a otras personas haciendo cosas que nosotros nos gustaría hacer nos podemos sentir identificados”. 

A pesar de que ver a los concursantes pasar por dilemas y situaciones difíciles puede despertar nuestra empatía, también puede darse el caso contrario. Para Nicosia, “hay dos tipos de público”: los que ven el programa para “intentar entender qué puede llevar a una persona a comportarse así” y los que “lo ven para reírse de los personajes”. Entre este último grupo, según apunta Sandra Hernández, puede que haya personas “que se permitan criticar las conductas de otros u opinar sobre ellas para reforzar sus valores de base, sintiéndose mejor y reforzando su autoestima”. 

Desde la psicología, según explica Hernández, se estudia cómo los individuos se relacionan con personas con ideas similares a las suyas para poder reforzarlas y sentirse más cómodos. Esto mismo puede suceder con el visionado de ciertos programas como La isla de las tentaciones, donde los espectadores pueden encontrar en ciertas conductas de los personajes la justificación perfecta para sus acciones, aumentando así “la sensación de que sus valores son los verdaderos y los buenos”. 

De igual manera, se puede producir el efecto contrario, es decir, reafirmar nuestros valores en contraposición a lo que hacen las parejas o tentadores del programa, creyendo que nuestra manera de pensar o de actuar es más válida que la de los concursantes. 

Manipulación y toxicidad en prime time

“Lo tóxico forma parte también del atractivo de este tipo de programas”, según afirma Elena Neira, profesora de estudios de Comunicación e Información de la Universitat Oberta de Catalunya. A menudo los protagonistas del reality asumen haber revisado el móvil a sus parejas o haberles prohibido salir de fiesta. Todo ello, sin que nadie señale estos comportamientos como “dañinos”. 

Para la sexóloga y pedagoga Paula Álvarez esto es indignante: “Se podrían exponer situaciones que son claramente de maltrato, ya no tóxicas: de maltrato y no se hace. Se ve manipulación, luz de gas —que consiste en afirmar que alguien está loco, que lo que ha visto no es cierto…—, dinámicas de control y de poder” y añade “tienen una psicóloga en plató y no lo señalan”. Para la experta Sandra Hernández, “de forma implícita y explícita se refuerza la idea de que los celos son una prueba de amor”. 

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Toda la parte de producción también tiene gran peso en la influencia social del programa. ¿Debería asumir la cadena responsabilidades por mostrar situaciones que se consideran tóxicas o de manipulación? La respuesta de la experta Elena Neira es clara: las televisiones se cubren las espaldas. “Estos programas se hacen con unos contratos en los que la cadena queda totalmente blindada. No creo que tenga ningún interés comercial en hacerlo porque desde luego esta fórmula le funciona”.

Además, Neira apunta que la mayoría de la audiencia es gente joven, por lo que la repercusión que puede tener el contenido del programa es más controvertida. A veces, subraya la psicóloga Prado, “este tipo de roles pueden ser referentes o pueden ser también como modelos para los comportamientos en las personas”. Esto también alarma a José Ortiz: “Se fundan estereotipos negativos sobre qué es la sexualidad, cómo son las relaciones de género en pareja y cómo son las relaciones interpersonales”. 

“Ni es una prueba de amor, ni hay una pareja para el resto de nuestra vida, ni significa que está hecho el uno para el otro, ni sales reforzado de vivir una experiencia traumática como esta”, concluye Paula Álvarez. Sin embargo, La isla de las tentaciones gusta, llama a los espectadores y se ha consolidado como trending topic todos los lunes de 2023. 

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