"Su patria era su trabajo": las vidas anónimas de miles de emigrantes españoles en EEUU
Decenas de miles fueron los emigrantes españoles que atravesaron el Atlántico en interminables travesías para alcanzar la tierra prometida desde el último tercio del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Incontables historias anónimas que conforman, juntas todas ellas, una inmensa historia colectiva apenas conocida hasta la fecha.
Obreros tenaces, emigrantes invisibles que dejaron atrás su país y trabajaron en durísimas condiciones en las plantaciones de azúcar de las islas Hawái y en las minas de siderurgia de Ohio, liaron tabaco en fábricas de Tampa o abrieron pequeños negocios con el único y legítimo objetivo de prosperar donde tuvieran, al menos, una mínima oportunidad.
Una diáspora masiva que estableció por todo tipo de variopintos motivos un duradero vínculo entre España y Estados Unidos, mantenido generación tras generación desde entonces hasta ahora en multitud de familias que, en no pocos casos, terminaron perdiendo el rastro de sus audaces y forzosamente viajeros antepasados.
Eso es precisamente lo que recupera ahora Emigrantes invisibles. Españoles en EE.UU. (1868-1945), la primera exposición dedicada a la historia de la emigración española a Norteamérica durante el último tercio y las primeras décadas del XX, conformada a partir de archivos domésticos guardados en álbumes familiares y que puede disfrutarse desde el 27 de abril en el Museo de Arte de Almería, con organización de Fundación Consejo España – EE. UU.
"Trasladamos toda esta memoria familiar, privada y doméstica a un museo para contar una historia no suficientemente conocida, que nosotros creíamos que debe ser compartida, puesta en valor y hacerla pública antes de que fuera demasiado tarde, pues por la fragilidad de la memoria y de los propios materiales se corre el riesgo de que los recuerdos desaparezcan para siempre", explica a infoLibre Luis Argeo, comisario junto a James D. Fernández.
En su recorrido por 16 de los 50 estados de EE.UU y por varias provincias españolas, ambos investigadores han logrado compilar y digitalizar más de 15.000 fotografías que atestiguan esta disgregada epopeya colectiva. "Nosotros nos acercamos a todas estas historias a través de la memoria oral de los descendientes de los que se marcharon hace más de cien años", resume Argeo, quien lamenta que, justo por eso, los recuerdos funcionen como el "teléfono escacharrado", pues a medida que pasan las generaciones se van olvidando nombres, lugares y, en última instancia, la propia historia familiar. "Incluso las mismas fotografías se rompen por el paso del tiempo cuando las tocamos para digitalizarlas", lamenta.
En esta muestra, que llega ahora a Almería tras pasar con gran reconocimiento por Madrid y Gijón, el visitante encuentra fotografías, cartas y postales, grabaciones y películas caseras, pasajes de barco, listas de pasajeros, menús, páginas del censo, permisos de residencia, convocatorias y llamamientos, carteles de fiestas, anuncios comerciales y prácticamente cualquier tipo de objeto que ayude a contar la historia de quienes ya no están y mantener vivo su recuerdo, que no es necesariamente tan diferente del momento presente.
De hecho, Argeo, también periodista y cineasta, plantea que un joven de hoy en día que estudia y luego para "buscarse la vida tiene que hacer la maleta e irse a Londres o Berlín va a identificarse mucho" con aquellos obreros y campesinos que hace 120 años estaban "haciendo lo mismo", esto es, "marchándose de sus casas porque vivían una serie de injusticias y miserias que les obligaban a buscar un plan de vida mejor allí donde lo pudieran encontrar".
"Había muchos asuntos muy mejorables que les empujaban a dejar sus casas. Y esas necesidades también nos desvelan las injusticias, pues por ejemplo muchos jóvenes emigraban para evitar el servicio militar y acabar en el norte de África, probablemente con una muerte segura, probablemente", apunta, destacando que aparte de los frailes que fundaron las misiones y los conquistadores hay historias de personas desconocidas que establecieron fuertes conexiones con Estados Unidos: "Gente común y corriente que esconde un montón de circunstancias que han de ser conocidas y con las que puede empatizar cualquier joven hoy en día".
Pastores del País Vasco, Navarra o Aragón a los que contrataban como mano de obra cualificada para pastorear ovejas en el medio oeste estadounidense. Obreros metalúrgicos asturianos que fueron a trabajar al cinturón industrial americano a fábricas de zinc o de acero. Mineros de Río Tinto (Huelva) o los cántabros que trabajaban la piedra en las canteras de granito. Todos ellos y otros muchos encontraron otra oportunidad lejos de casa gracias a las habilidades adquiridas en sus oficios.
Eso es lo que han ido constatando a través de todas estas historias Argeo -vinculado a esta emigración- y el otro comisario, catedrático de la New York University James D. Fernández, cuyos abuelos emigraron a la Gran Manzana desde la pequeña parroquia asturiana de PIllarno (Castrillón). "Su patria era el trabajo. Es así como a veces lo resumimos", subraya el primero: "No es que fueran a un sitio u a otro, es que les movía la necesidad de encontrar algo y muchas veces eso que sabian hacer es lo que les abria las puertas para encontrar una vida mejor. Y eso no ha cambiado tanto hoy, porque ese trabajo es el que les marcaba las vidas, tanto en el origen como en muchos casos en el destino".
Una vez en suelo americano, ya fuera en California, Florida, Virginia Occidental, Nueva Inglaterra o Nueva York, los españoles se establecían en colonias de tal manera que alrededor de las fábricas se generaban fondas, tiendas de ultramarinos, pensiones, bares, billares... regentados todos por inmigrantes que "llegaban al lugar y en vez de meterse en la fábrica montaban este tipo de establecimientos" que nacían en torno a los sectores primarios, sin necesidad todavía de integrarse en la sociedad local, por lo que siguen hablando español.
La muestra cuenta todo un relato que va desde el adiós incierto a la llegada aún más insegura. Con el trabajo ya conseguido aparece el ocio y las fotografías van cambiando al mismo tiempo que "van dejando atrás las penurias rodeados de compatriotas". "Se inmortalizan en fotografías el primer automóvil, los bailes, los picnics, los nacimientos... todo eso ya lo vemos en unas imágenes que nos enseñan unas sonrisas que no veíamos en las anteriores", indica Argeo, aún manteniendo el deseo de volver a casa a través de cierta "endogamia", casándose entre ellos: "Regresar siempre va a ser más difícil si tu hija se casa con un italiano o un polaco".
Asentados y organizados, nacen los clubes sociales para pasar el tiempo libre, hacer fiestas o competiciones deportivas, y que servían, igualmente, como sociedades benéficas en unos tiempos en los que no existía el estado del bienestar ni ayuda alguna. La exposición cuenta con "muchas fotografías vinculadas a estas sociedades", a las que se apuntaban pagando cuotas y que servían para disponer de ayuda en caso de dificultades.
"En Tampa (Florida), el Centro Asturiano tenía miles de socios y acabó teniendo incluso su propio hospital y su propio cementerio. Además, competía con el Centro Español, que también tenía su hospital y su cementerio", señala Argeo, quien explica que todo esto ayudó a seguir teniendo una colonia "organizada, cohesionada, solidaria", de tal como que cuando llega el "momento crítico para ellos, que es la Guerra Civil Española, les pilla también con una solidaridad casi a prueba de bombas". "Porque ellos no se libraron de la Guerra Civil, sino que la vivieron de manera activa desde lejos, posicionándose mayoritariamente en favor de la República", remarca.
De esta manera, esos picnics, bailes o torneos de fútbol que se hacían de manera lúdica pasan a recaudar fondos con los que apoyar a la República enviando ropa, dinero o lo que pudieran conseguir y fuera necesario: "En los archivos vemos cómo la movilización política existió. Por ambos bandos, aunque mayoritariamente en favor del republicano. Por eso, cuando acaba la guerra, estos emigrantes pierden ese deseo de volver a España porque saben que no pueden regresar a un país deshecho y donde tienen familia a la que ayudar desde fuera. Y saben que para los hijos que ya han nacido en Estados Unidos comienza allí una prosperidad que en España no van a tener, así que directamente les dicen que hay que hacerse más americanos que los americanos. Y es entonces cuando les empujan a hablar en inglés, a estudiar... Cambia el plan de vida, hay que quedarse e integrarse en la sociedad de acogida".
Llegados a este punto se entra en la última fase de la asimilación cultural, que es a su vez el último capítulo de la exposición, cuando los antaño esenciales centros sociales pierden su relevancia en el día a día y los hijos de los primeros emigrantes empiezan a moverse mucho más por el país. En este proceso, la llegada del macartismo incluso obliga a borrar un poco "ese pasado comprometido políticamente" con la República que muchos habían tenido, lo cual, visto desde el presente, provoca "discordancias" entre lo que nos enseña la foto y lo que cuenta el familiar que tiene esa foto, que "ve un puño levantado y dice que estará celebrando la victoria de un equipo".
"Es conmovedor, porque nos damos cuenta de que tuvieron que ocultar determinadas ideas y el paso del tiempo va haciendo que esa información se vaya deteriorando y se vaya difuminando en reinvenciones que al final convierten las historias familiares en otra cosa distintas a lo que fueron", lamenta Argeo: "Muchas veces nos dicen que sus padres o abuelos no querían meterse en jaleos políticos pero te está enseñando una foto con un grupo de hombres con un puño levantado. Y están en una manifestación y te dicen que eso debiera ser el 4 de julio. Da mucho que pensar cómo las fotografías cuentan una historia y la memoria luego al final va por otro lado en función de lo que se enseñe o se deje de enseñar".
NÚMERO APROXIMADO
No hay una cifra exacta de todos aquellos españoles que con desigual fortuna se jugaron sus cartas en la tierra prometida norteamericana. Pero se sabe, por ejemplo, que unos 8.000 embarcaron hacia Hawái entre 1907 y 1913 atendiendo al reclamo de carteles colgados en ayuntamientos y tabernas de buena parte de España. 'Emigración con pasaje gratuito al estado de Hawái. Es punto menos que imposible hacer comprender a quien no los ha disfrutado los incomparables atractivos del clima de Hawái', decía el texto.
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Los españoles eran, en cualquier caso, "una gota en el océano" en unos lustros en los que la avalancha de inmigración que recibe Estados Unidos es impresionante por todos los flancos, desde multitud de países europeos. "Es un país erigido como potencia a base de emigración y mano de obra en un momento en el que también los españoles la están buscando", subraya Argeo, quien prefiere no dar una cifra total de emigrantes, pero sí apunta que hay un pico en Nueva York de cerca de 20.000 españoles viviendo allí en las primeras décadas del siglo XX.
Toda una comunidad española, al estilo de Little Italy o China Town, que en Nueva York estaba localizada en torno a la calle 14, donde había una "Pequeña España con comercios y gente vinculada a trabajos en los muelles como estibadores o fogoneros". "Además, en Tampa hemos encontrado que la gran mayoría de los inmigrantes que trabajaban en las fábricas de tabaco eran españoles, junto a cubanos y sicilianos. De hecho, Tampa pasó de ser un pueblo de 500 habitantes a finales del siglo XIX a ser la capital mundial del tabaco en cuestión de tres décadas con miles de trabajadores en 200 fábricas", añade.
Historias anónimas que conforman una gran historia colectiva, como decíamos, no lo suficientemente contada. "Tenemos la oportunidad de preguntar todavía a nuestros mayores por estos hechos", previene Argeo, haciendo un último llamamiento: "Nos sorprendemos ahí donde vamos porque siempre encontramos a alguien que visita la exposición y nos dice él también tiene familia pero perdió su pista. Esta es la ocasión para retomar una historia familiar. Miremos hacia atrás y que esto nos sirva un poco de espejo sobre el que mirar también el presente porque España, como otros muchos países, ha tenido una historia vinculada a la emigración, de salida y de llegada, y ahora tenemos que ver también cómo reaccionamos a día de hoy. Yo creo que esto tiene que despertar un poco la temperatura moral de la sociedad, más aquí en Almería. Porque tenemos muchos almerienses en las fotografías, pero esta es tierra de acogida también ahora".