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COMUNICACIÓN POLÍTICA

Políticos por encima del bien y del mal: ¿por qué siempre salen indemnes?

Donald Trump jugando al golf durante una reciente visita a Irlanda.

“Podría pararme en medio de la Quinta Avenida, dispararle a alguien, y no perdería ningún votante”, dijo sobre sí mismo Donald Trump en Iowa justo antes de las primarias republicanas que le convirtieron en candidato en 2016. Siete años después, sigue teniendo razón. Nada parece pasarle factura: ni el fraude fiscal de su compañía, ni intentar interferir en el resultado electoral en Georgia, ni llevarse documentos clasificados a su mansión, ni instigar el asalto al Capitolio... Ni si siquiera la misoginia y el desprecio hacia las mujeres. 

El mejor ejemplo de esto también hay que buscarlo en la hemeroteca. Trump llegó a la Casa Blanca solo un mes después de la publicación de un vídeo en el que se jactaba, sin pudor, de denigrar a las mujeres: “Cuando eres una estrella te dejan agarrarlas por el coño, puedes hacerles cualquiera cosa”. Esta semana, tras ser precisamente condenado por abuso sexual y difamación a la columnista E. Jean Carroll, volvió a llamar “loca” a la víctima y la acusó de inventarse la historia en una entrevista en la CNN, entre los aplausos del público. 

Nada en Trump ha cambiado. Vuelve armado con la artillería más pesada y convencido de su reelección. Aunque en 2020 perdió las elecciones en medio de una terrorífica gestión la pandemia, 71 millones de americanos siguieron respaldando su forma de entender la política. A pesar de los escándalos y de las causas judiciales que tiene abiertas, hoy es el favorito para ganar las primarias republicanas y una encuesta de The Washington Post y el canal de televisión ABC de esta semana le da siete puntos de ventaja en intención de foto con respecto a Joe Biden. 

Su éxito descansa en una capacidad innata para utilizar a su favor reveses judiciales como esta condena que supondría la muerte política de cualquier otro candidato. ¿Por qué nada consigue derribarle políticamente? ¿Qué mecanismos utiliza para sobrevivir a los escándalos? Estos son algunos:

1. Victimizarse hasta morir

Nada más conocer el resultado del juicio por abuso sexual, al que ni siquiera se presentó, Trump colgó en su red social Truth Social esta publicación: “Este veredicto es una vergüenza, ¡una continuación de la gran caza de brujas contra mí!”. Este es el marco retórico en el que se mueve y que ha exacerbado estos últimos años con mensajes que redundan en estas ideas: “Todo el mundo va contra mí, se inventan cosas, el sistema está corrupto, hay gente mala...”. Trump utiliza sistemáticamente las imputaciones, condenas e investigaciones contra él para darles la vuelta a través de la victimización. 

Aunque este es el único caso de abuso sexual que ha llegado a juicio, según los medios estadounidenses más de veinte mujeres han admitido haber sido agredidas sexualmente por él. Sin embargo, esto no es algo que le haya restado popularidad entre sus votantes. ¿Por qué? "Su electorado es mayoritariamente antifeminista y ya convive desde hace años con un Trump misógino. De hecho, los que son más de extrema derecha dicen que así es como se tiene que comportar un hombre”, explica Jaime Caro, investigador postdoctoral en la Universidad Autónoma de Madrid y experto en política estadounidense que estudia el fenómeno alt-right (derecha alternativa).

Aunque sí que puede tener efectos en los distritos en los que el voto femenino es más importante. “En ese caso pueden pasar dos cosas: que el voto de las mujeres blancas de clase media se vaya todavía más al Partido Demócrata o bien que se queden en sus casas, pero estamos hablando de un porcentaje bajo que no permitiría ganar o perder unas elecciones”, añade Caro. “Tenemos que tener en cuenta que el movimiento feminista en Estados Unidos no es hegemónico. Es muy fuerte en el electorado demócrata, pero la sociedad está totalmente polarizada”. 

2. El establishment siempre es el enemigo

Desde que llegó a la Casa Blanca, Donald Trump se ha dibujado a sí mismo como alguien diferente a los políticos de carrera que es perseguido porque su éxito y su figura son un problema para ellos. Desde que perdió la presidencia, se ha comportado como una especie de vengador justiciero que ha sido derribado por la corrupción del establishment de Washington. 

“Trump personifica una tendencia dominante en los movimientos chinos que es el nacionalpopulismo, en el que cultiva un frente retórico a través de la estigmatización y el antagonismo con lo que ellos identifican como las élites institucionales, económicas, culturales y, sobre todo, mediáticas”, explica el profesor de Comunicación Política en la UPF-BSM, Toni Aira, desde Barcelona. 

Los medios de comunicación y los periodistas han estado siempre en la diana de Trump. Si lo que dicen no se ajusta a lo que él quiere, lo tacha de mentira. Así, construye escenarios alternativos en los que los hechos y la verdad no importan y que se extienden a través de las redes sociales y de sus medios afines para enfangar el terreno. Al día siguiente de conocerse el veredicto de la condena por abuso sexual, volvió a soltar mentiras y teorías de la conspiración en la CNN, una cadena a la que no iba desde 2016 por considerarla un enemigo, e incluso llegó a insultar a la entrevistadora. 

3. Envolverse con la bandera 

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Además de la oposición al establishment, otra de las grandes características del nacionalpopulismo que representa Trump son las respuestas nacionalistas a problemas complejos de índole económica, social o política. Lo hemos visto en eslóganes de éxito como “America first” o “Let’s America great again”. “En estas elecciones municipales el cartel de Eva Parera (candidata de Valents a la alcaldía de Barcelona que compite con el PP, Ciudadanos y Vox) es ‘Barcelona, grande otra vez’. Hace un guiño al lema de Trump para que se hable de ella”, explica Toni Aira. 

En nuestro país, hemos visto discursos trumpistas en Abascal y otros líderes de Vox, pero los expertos coinciden en que la candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es quien mejor representa en España esa sensación de estar por encima del bien y del mal. “Basa su discurso en unos pilares muy básicos que mueven muchísimos sentimientos, pero no tiene un proyecto político”, explica Caro. 

Su comunicación está basada principalmente en una “cruzada madrileñista” en la que intenta asociar Madrid con el patriotismo de la derecha y centra todos sus mensajes políticos en cuestiones culturales. “Es el gran producto de éxito del nacionalpopulismo en nuestro entorno porque es la que sabe antagonizar más e incluso apela a la identificación de los medios de comunicación como el enemigo”, concluye Aira.

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