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Mohamed VI regresa de sus eternas vacaciones para imponer su autoridad en un país a la deriva

El rey de Marruecos, Mohamed VI, en una ceremonia religiosa.

Omar Brouksy (Orient XXI)

Durante mucho tiempo, el reino jerifiano fue considerado como el “buen alumno” en medio una región de “burros”: elogiaban su islam “tolerante”, la apertura y la moderación de Mohamed VI y la “estabilidad” del país gracias a una policía que se asemeja en muchos aspectos a la del expresidente tunecino Ben Alí. Y en comparación con sus vecinos del Magreb y del mundo árabe, alababan la relativa apertura política y las libertades que concedía el régimen del “comandante de los creyentes”. Pero en los últimos años han cambiado muchas cosas, y ahora el reino transmite incluso a sus aliados tradicionales una imagen turbulenta, producto de una serie de casos que han reducido el “capital de simpatía” del reino, en el que había invertido sumas considerables en materia de soft-power y de lobby.

Una mecánica de espionaje aterradora

El 18 de julio de 2021, un consorcio compuesto por dieciséis medios internacionales coordinados por Forbidden Stories y Amnesty International reveló una mecánica de espionaje mundial, aterradora y muy bien aceitada llamada Projet Pegasus, por el nombre del software espía vendido a un puñado de dictaduras por la empresa israelí NSO. Su objetivo: controlar a distancia los teléfonos móviles. El software puede recuperar conversaciones –incluso de aplicaciones llamadas “seguras” como WhatsApp o Signal– y también los datos de ubicación, las fotos e incluso grabar a escondidas al poseedor del teléfono inteligente.

Marruecos es uno de los clientes más importantes del software Pegasus. “Lo utiliza de manera desproporcionada, violando los derechos fundamentales”, indica el informe publicado por el consorcio. “Según datos recogidos en el marco del Proyecto Pegasus, Marruecos habría atacado por sí solo a 10.000 de los 50.000 teléfonos que habrían sido víctimas potenciales del software espía. Las investigaciones confirman que Marruecos utilizó Pegasus para espiar a periodistas y directivos de los grandes medios del país. Estas revelaciones son aún más impactantes y preocupantes porque los servicios de inteligencia marroquíes utilizaron el software para espiar a periodistas más allá de sus fronteras”.

Como era de esperar, el reino niega todas estas acusaciones, que no provienen solo de periodistas y de militantes marroquíes. Según el mismo informe, los servicios jerifianos también habrían espiado a personalidades francesas de alto rango, en especial el presidente, Emmanuel Macron. Las relaciones Francia-Marruecos, marcadas por una connivencia legendaria, entraron en un período de frío polar que aún perdura. Obnubilado por su imagen en el exterior, Marruecos nunca escamoteó recursos para alimentar la idea de que el reino es “el mejor” en medio de una región refractaria a la democracia y los derechos del hombre. La virulencia de su reacción frente a estas acusaciones revela la gravedad de la situación y las consecuencias nefastas sobre la imagen del país.

Conflicto con Bruselas, el “Marocgate”

El 9 de diciembre de 2022, estalló otro conflicto. Luego de una investigación minuciosa realizada por los servicios de inteligencia belgas tras haber recibido el alerta de otro cinco “servicios” europeos, el exeurodiputado italiano Pier Antonio Panzeri fue detenido por la justicia belga. Se sospecha que percibió importantes sumas de dinero por parte de intermediarios marroquíes, incluido el exembajador de Rabat en Bruselas, Abderrahim Atmoun.

La policía belga halló 600.000 euros en efectivo en el domicilio de Bruselas de Panzeri y 17.000 euros en su domicilio en Italia. “Atmoun traía dinero de vez en cuando, pero no de manera regular”, indicó en diciembre de 2022 en su declaración Francesco Giorgi, excolaborador de Panzeri. “Atmoun venía a Bruselas o íbamos a su domicilio en París. Cuando íbamos a buscar dinero, decíamos que íbamos a buscar corbatas o trajes.” Junto a Catar, Marruecos es objeto de acusaciones de corrupción de diputados europeos, aunque el país sigue rechazando los hechos “de manera categórica”. Apenas un año después del escándalo Pegasus –que involucró a los servicios marroquíes, dirigidos desde 2005 por Abdellatif Hammouchi, uno de los hombres más influyentes del reino–, ahora las acusaciones de la justicia belga y –una vez más– del Parlamento Europeo (PE), recaen en la DGED (la dirección de contraespionaje marroquí), encabezada por Yassine Mansouri, excompañero de clase del rey Mohamed VI. En una resolución adoptada el 16 de febrero de 2023, el PE “expresa su profunda preocupación ante las acusaciones de corrupción de las autoridades marroquíes (…) y exige instantáneamente la suspensión de las credenciales de acceso de los representantes de intereses marroquíes”.

A comienzos de enero de 2023, la visita a Marruecos del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, que se desarrolló en un clima de alta tensión, no logró ningún avance, ya que ambas partes (Marruecos y la Unión Europea) se mantuvieron firmes en sus posiciones: “La alianza Marruecos-UE sufre un acoso jurídico constante”, declaró el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, Nasser Bourita, durante una conferencia de prensa junto a Borrell. “La alianza sufre ataques mediáticos incesantes. También es objeto de ataques en instituciones europeas y sobre todo en el Parlamento, a través de cuestionamientos tendenciosos contra Marruecos que son el resultado de una voluntad de dañar la alianza”. Respuesta del diplomático europeo: “La posición de la Unión Europea es clara: no puede haber impunidad ni tolerancia para la corrupción. Por eso debemos esperar el resultado de las investigaciones en curso de las autoridades judiciales, que deben aportar claridad a estos hechos, y esperamos en esta investigación la plena colaboración de todos”.

Una resolución en defensa de periodistas detenidos

En la misma tónica de estas acusaciones, el 19 de enero de 2023 se publicó una de las resoluciones más demoledoras para la imagen del reino. Adoptada por 356 votos a favor, 32 en contra y 42 abstenciones, la resolución solicita a las autoridades marroquíes “respetar la libertad de expresión y la libertad de los medios y de los periodistas detenidos –en especial Omar Radi (sentencia firme a seis años de prisión) Soulaimane Raissouni (sentencia firme a cinco años de prisión) y Taoufik Bouachrine (encarcelado desde 2018)– y disponer un juicio justo, con todas las garantías de un procedimiento regular”1.

Esos tres periodistas fueron condenados por acusaciones de connotación sexual, pero para el PE, se trata de “una utilización abusiva de declaraciones de agresiones sexuales para disuadir a los periodistas de ejercer sus funciones” y estima que “estos abusos ponen en riesgo los derechos de las mujeres”.

Desde que fue publicada, la resolución se sintió como un terremoto. No es la primera vez, desde luego, que Marruecos es denunciado por ONG (y hasta por el Departamento de Estado norteamericano) por los abusos y los ataques a las libertades públicas y a los derechos políticos. Pero el hecho de que las “acusaciones” provengan de una institución central de la Unión Europea marca una diferencia fundamental. Según un análisis de los servicios secretos belgas, “la Unión Europea es una entidad de un interés vital para Marruecos. Es su primer socio comercial; de allí proviene la gran mayoría de sus inversiones extranjeras, y es donde reside la mayor parte de la diáspora marroquí. El desarrollo del reino, su seguridad energética y sus ambiciones geopolíticas (principalmente, el reconocimiento de la ‘marroquinidad’ del Sáhara Occidental anexado en 1975) dependen, al menos en parte, de la buena voluntad de la Unión Europea”.

El regreso de las famosas inauguraciones

En el plano interior, si bien la monarquía marroquí sigue siendo la institución que domina la vida política monopolizando los ámbitos religioso y temporal, en los últimos años su imagen de poder estable y autoritario y al mismo tiempo abierto ha perdido parte de su lustre. Por un lado, las ausencias repetidas del rey Mohamed VI (en Francia y más recientemente durante cuatro meses en Gabón) y por el otro, el “fenómeno Abu Azaitar”, esa hermandad con un pasado escandaloso cuya proximidad con el monarca preocupa hasta a los niveles más encumbrados del poder, transmiten la imagen de un poder supremo vacilante que no deja de alimentar las columnas de la prensa internacional” y de generar intriga en los pasillos aterciopelados de las cancillerías.

Desde su regreso de Gabón, en vísperas del Ramadán (22 de marzo de 2023), el rey se mostró más presente que nunca, seguramente para hacer frente a la situación. Como comandante de los creyentes, presidió todas las conferencias religiosas que se desarrollaron durante el mes sagrado. Como jefe del poder ejecutivo, reanudó las famosas inauguraciones de antaño, viajando sobre todo a Tánger en pleno Ramadán para inaugurar un hospital universitario y decretar que el año nuevo bereber –13 de enero– a partir de ahora será feriado. Por último, en su faceta de jefe militar, nombró a un nuevo inspector general de las fuerzas armadas.

Objetivo: restablecer la autoridad del poder monárquico, un poder personal que depende menos del funcionamiento regular de las instituciones que de la presencia física del rey. Pero el restablecimiento de la imagen positiva que durante mucho tiempo caracterizó al reino depende, en cambio, de la liberación de los prisioneros políticos: aparte de los periodistas ya nombrados, el abogado Mohamed Ziane, de 80 años, y una decena de cibermilitantes, además de los militantes del Rif (norte), cuyos líderes recibieron una condena firme a penas de 15 a 20 años de prisión.

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Omar Brouksy es periodista, escritor y profesor de Ciencias Políticas en Marruecos. Dos de sus libros han sido prohibidos en Marruecos.

Traducido del francés por Ignacio Mackinze.

Texto en francés aquí.

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