‘Elemental’, la última de Pixar: inepta y con la sensibilidad cultural del ‘Waka Waka’

Fotograma de la película "Elemental" con los protagonistas de fuego y agua

Dicen por ahí que la música de las películas es buena cuando no se oye. Aunque es mentira —y demuestra que saber de cine y de bandas sonoras muy pocas veces apareja entender la música—, el dicho explica bastante bien los problemas de Elemental, la última película de Pixar.

La cinta de animación, que clausuró el festival de Cannes y llega esta semana a las salas españolas, no es mala del todo. Entretiene sin alcanzar nunca la sorpresa —una cualidad acaparada y luego desactivada por el cine ÍPico, que lo llamaría Alberto Corona—, pero se deja impregnar fatalmente por la ineptitud de una banda sonora con la sensibilidad cultural del Waka Waka.

Dirigida por Peter Sohn, Elemental sublima la clásica querencia de Pixar por las comedias románticas en un tributo especialmente académico del género. El chico-conoce-chica ocurre, en este caso, en un mundo donde personajes que encarnan los cuatro elementos —fuego, tierra, mar y aire— viven juntos pero no revueltos.

Candela, una chica hecha de llamas, y Nilo, un ser líquido, se conocen en un accidente que entrelaza por enredo sus destinos, pese a que las normas sociales dictan que el fuego y el agua no pueden estar juntos. La premisa debería dar para más de lo que da: con ver el tráiler, uno se imagina que el amor imposible de estos dos sucederá en una cadena interminable de juegos conceptuales como los de Del revés o Soul, pero no es así.

Los avatares de la convivencia, que en realidad solo es problemática con las gentes del fuego, están concentrados en apenas un par de chistes visuales y casi nada en el diseño de la ciudad que habitan los elementos. La imaginación propia del medio animado está de excedencia en Elemental, que quiere plantear un mundo inexplicable y luego no hace más que explicarlo según el binomio de los rascacielos acristalados y las casas bajas que se caen a trozos.

El retrato de ese mundo en colisión es, decía antes, inepto en la misma medida en que lo es la banda sonora que ha firmado para la película Thomas Newman, tal vez la peor de toda la historia del estudio. Con cuarenta años de experiencia trabajando, entre otras cosas, en películas de Pixar como Buscando a Nemo o WALL-E, cuesta creerle a Newman tal renuncia al ingenio.

Incapaz de generar imágenes verdaderamente nuevas, Elemental se enfanga en recubrir la primera capa semántica de su trama con dobles, triples y cuádruples sentidos que, con el grosor, se hacen también más tontos. Primero, los seres de fuego son un pueblo inmigrante disciplinado con violencia en la inferioridad que reaprende a exigir derechos y luego intenta conquistarlos. A título personal, al menos.

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A los pocos minutos, la rom-com quiere volverse también un comentario sobre la relación del individuo con la familia; luego, una parodia de la experiencia modernista; después, una crítica de la gentrificación; al rato, un manual para el ascenso social… A medida que apila ambiciones, Elemental se retrata más y más como portadora de una pacatería propiamente yanqui que la animación de otras latitudes dejó atrás hace décadas.

A pesar de no sumar ni tres segundos de lenguaje animado verdaderamente inspirador, la historia sí excita algo la curiosidad: todos los pueblos migraron a la ciudad de los elementos en algún punto, pero solo el del fuego sufre rechazo por haber llegado el último. La formulación de su cultura y su lengua es un baile de referencias al mundo real que nunca aterriza del todo: remite a una condición —los oprimidos— y no a unas fronteras concretas.

Sin embargo, el compositor solo atina a interpretar esa indeterminación encadenando bochornosos clichés sonoros. Es como si las notas sobre los personajes y su mundo le hubieran llegado ilegibles, en papel mojado por la lluvia, resumidas en burdos gentilicios: hiphop cuando los del fuego le parecen afroamericanos, flautas cuando cree que son indios. No sé qué posible explicación es más humillante: que Pixar se haya entregado a un modelo mcdonalizado tan desconectado entre sí y del mundo o que la oreja simplista de este nuevo Newman realmente haya sido capaz de echar abajo una película entera.

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