ERC y Bildu evolucionan en cuatro años de la abstención a un 'sí' a Sánchez para cortar el paso a la derecha

El candidato de ERC al Congreso Gabriel Rufián y el coordinador de EH Bildu, Arnaldo Otegi, durante un mitin para las elecciones del 23J.

La votación que dio la investidura a Pedro Sánchez en enero de 2020 fue, junto con la de la reforma laboral, la más ajustada de la legislatura. El socialista logró 167 votos a favor (del PSOE, Unidas Podemos, PNV, Más País, Compromís, Teruel Existe y BNG), 165 en contra (del PP, Ciudadanos, Vox, Junts, la CUP, UPN, Coalición Canaria y Partido Regionalista de Cantabria) y 18 abstenciones (las de Esquerra Republicana y EH Bildu). Una investidura que llegó en segunda votación, en las que el candidato necesita lograr más síes que noes. 

Se trata de la misma fórmula que quiere emular Sánchez para su próxima investidura y que implicaría que Junts, ubicado en el bloque del no, pasase a la abstención. El reto, aunque posible, no es sencillo. La formación independentista, que siempre mira a Waterloo —lugar de residencia de Carles Puigdemont— para todas sus decisiones trascendentales, ya ha adelantado que su abstención no será “a cambio de nada”, en una crítica implícita a lo que, a su juicio, es la estrategia en Madrid de su principal competidor, ERC. La suya es una posición negociadora de máximos: solo acepta hablar de “amnistía y autodeterminación”, aunque los socialistas creen que acabarán rebajando sus peticiones.

La postura de Junts contrasta con la de Esquerra y Bildu, que ya han anunciado su predisposición a votar favorablemente a la investidura del candidato socialista para evitar un escenario de repetición electoral que pueda darle un gobierno a la derecha y la extrema derecha. "Inclinaremos siempre la balanza hacia el soberanismo, el progresismo y la izquierda”, aseguró en la noche electoral el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. "Si hace falta votar a favor de la investidura de Sánchez, lo haremos", aseguró. Por su parte, ERC ha abierto la puerta a apoyar a Sánchez a cambio de tres contrapartidas: el traspaso de Cercanías, solución al déficit fiscal catalán y mesa de negociación. "Cataluña o Vox. Este es el dilema para Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Si quieren gobernar su país tendrán que respetar el nuestro", señaló el portavoz de la formación en Madrid, Gabriel Rufián, el pasado domingo.

Ambas formaciones enmiendan, así, su planteamiento de hace casi cuatro años, cuando no dieron su apoyo al candidato socialista y optaron por una abstención crítica. Sin embargo, a lo largo de la legislatura, el se convirtió en la norma —con excepciones como la votación de la reforma laboral— y Sánchez acabó aprobando sus últimos presupuestos con 188 votos a favor, 13 escaños más que los 176 en los que está ubicada la mayoría absoluta y 21 más de los que logró en su investidura.

ERC pierde apoyos y cree que su estrategia en Madrid les ha pasado factura

La negociación para la investidura de Sánchez hace casi cuatro años certificó el cambio de estrategia de ERC con el Gobierno del Estado. En un primer momento los republicanos trataron de sumar a Junts, que por entonces era su socio en un Govern presidido por Quim Torra, que no ratificó la estrategia y dejó patente su malestar. Pese a ello, a finales de 2019, la Ejecutiva del partido –con su líder, Oriol Junqueras, en prisión– acordó abstenerse en la investidura del líder socialista, una decisión que más tarde ratificó el acuerdo con 196 votos a favor, 4 en blanco y 3 en contra.

El discurso de los republicanos en la investidura no fue, precisamente, en los mejores términos. En lugar de intervenir su actual portavoz, Gabriel Rufián, lo hizo Montserrat Bassa, hermana de la exconsellera de Treball Dolors Bassa, entonces en prisión tras ser condenada a doce años de prisión por el 1-O. "Personalmente me importa un comino la gobernabilidad de España", llegó a afirmar desde la tribuna del Congreso. Frente a Bassa, Rufián ha sido un fiel representante del alma más pactista del partido.

Una de las condiciones de ERC para facilitar la investidura de Sánchez fue la creación de la mesa de diálogo sobre Cataluña ahora paralizada en la que participaron representantes del Gobierno de España y el Govern de la Generalitat. A lo largo de la legislatura y, especialmente, con las negociaciones presupuestarias los republicanos obtuvieron algunas contrapartidas para Cataluña y participaron en la elaboración de leyes como la de vivienda, que se aprobó definitivamente días antes de los comicios del pasado 28 de mayo.

Desde ERC interpretan que esa estrategia, a la vista de sus resultados del pasado 23J, ha tenido un importante coste político. Los republicanos han perdido 400.000 votos respecto a las elecciones de noviembre de 2019 y se quedan con siete de los trece escaños que han tenido en el Congreso en esta última legislatura. Fuentes de la dirección del partido lo achacan al “voto dual” que se ha producido y que ha ido a parar, de manera mayoritaria, al PSC o Sumar. También consideran que Junts ha tratado de enmendar su estrategia de diálogo en Madrid para forzar un cambio de rumbo independentista, lo que también les ha perjudicado.

EH Bildu le gana la pugna al PNV y sube un escaño

Por su parte, EH Bildu también sometió a votación entre sus bases la decisión de abstenerse en la investidura de Sánchez de 2020. "Impedimos que la derecha gobierne y se puede abrir una ventana de oportunidad", explicó el propio Otegi. La militancia de Bildu respaldó esa decisión con un 81,4 por ciento de los votos y los cinco diputados de la formación facilitaron, así, la investidura. Desde entonces la formación consumó su cambio estratégico respecto a la posición histórica de la izquierda abertzale. Su objetivo pasaba por tratar de romper su perímetro ideológico para seguir creciendo en línea con el modelo de Esquerra: ganar influencia con el fin de poner sobre la mesa su agenda soberanista. Para lograrlo acentuó su perfil social de izquierdas con una constante disposición al diálogo constructivo, dejando el cuanto peor, mejor en el pasado y acercándose a posiciones más posibilistas.

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Las demandas soberanistas apenas han aflorado en sus intervenciones en el Congreso durante la legislatura. Comparados con la CUP, con el BNG o incluso con Esquerra, la izquierda abertzale mantiene un perfil bajo en el Congreso, tanto en sus intervenciones como en sus iniciativas y las contrapartidas pactadas con el Ejecutivo, muchas de las cuales se materializan en políticas para el conjunto del Estado.

Su predisposición a contribuir a la gobernabilidad de España sorprendió hasta en las filas socialistas y fue el precio que la izquierda abertzale se impuso a cambio de su homologación como una fuerza política más en el escenario político del Congreso. Un estatus con el que, además, perseguía disputar al PNV su tradicional hegemonía en la política vasca como interlocutor privilegiado con el Gobierno de España.

En los comicios del pasado domingo el claro vencedor de esa pugna fue, precisamente, Bildu. Los de Otegi consiguieron seis escaños, incluyendo el obtenido por Navarra, frente a los cinco del partido de Andoni Ortuzar, aunque el PNV obtuvo 7.000 votos más en total. A diferencia de lo que le ha ocurrido a ERC, la formación abertzale ha obtenido un respaldo electoral de sus pactos en Madrid y prevén seguir en esa estrategia la próxima legislatura, siempre y cuando Sánchez logre sacar adelante su investidura.

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