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La autoexigencia y la presión social, los "demonios" que paran competiciones en el deporte de élite

La gimnasta artística estadounidense Simone Biles compite en el ejercicio de suelo en Illinois.

¿Ser deportista de élite condiciona la salud mental? ¿Hay más probabilidades de sufrir algún trastorno de este tipo si eres una figura destacada? Puede sonar contradictorio. Excelencia, fama, dinero... Sin embargo, y según un artículo publicado en noviembre de 2021 en la revista Psychology of Sport and Exercise, que analizó la prevalencia de estos problemas en atletas canadienses, el 31,7% de los profesionales del equipo nacional que se preparaban para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 presentaron síntomas de depresión. Otro 18,8% de ansiedad general. Otro 8,6% de trastorno alimentario. Pero no hace falta irse tan lejos.

Este sábado saltaba la noticia. El base internacional español Ricky Rubio anunció que renunciaba a acudir al próximo Mundial y que había decidido "parar" su actividad profesional para "cuidar" su salud mental. "Pediría que se respetara mi privacidad para poder afrontar estos momentos y poder dar más información cuando sea el momento", añadió. El mismo día, la gimnasta estadounidense Simone Biles volvía a competir tras dos años de descanso para hacer lo propio. "Desde que entro al tapiz, estoy yo sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza. Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental y no comprometer mi salud y mi bienestar. Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos", explicó ella tras su retirada.

La lista no acaba ahí. Alex Abrines, compañero de profesión de Rubio, también decidió parar. "Intenté luchar contra mi salud mental mientras jugaba al baloncesto, pero llegó un momento en el que decidí dar un paso al lado. Decidí luchar contra ello porque quería seguir haciendo lo que más me gustaba", dijo. La tenista japonesa Naomi Osaka tuvo que abandonar el campeonato de Roland Garros por la ansiedad que, confesó, sentía al tener que enfrentarse a los medios de comunicación. El nadador Michael Phelps abandonó las piscinas después de los Juegos de Londres 2012. "Soy alguien que ha pasado por al menos tres o cuatro periodos de depresión fuerte después de los Juegos y llegué a poner mi vida en peligro. En 2014 había momentos en los que no quería vivir", explicó.

El estudio publicado sobre los deportistas de élite canadienses viene a reforzar todos estos discursos: a más éxito deportivo, más problemas. Según revelaron los investigadores, de la Universidad de Toronto, los profesionales que habían sido seleccionados para asistir a las Olimpiadas del año 2020 sufrían, en mayor medida, síntomas de depresión. También les ocurre a los futbolistas. Un informe del Sindicato Mundial de Futbolistas publicado en 2015 concluyó que un 38% de los jugadores en activo y un 35% de los retirados ha tenido que lidiar, en algún momento de su carrera, con la ansiedad o la depresión. Pero, ¿por qué ocurre esto?

"No es nada paradójico. De hecho, es normal que estas personas sufran estos problemas", afirma el catedrático de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y expresidente de la Sociedad Española de Ansiedad y Estrés, Antonio Cano. La explicación está en la exigencia. La propia y la ajena. "Los deportistas de élite son perfeccionistas, y además se deben a su rol social porque casi todo el mundo quiere ver su desempeño y sus éxitos. Todo eso combinado les hace estar en alerta constante, y eso lleva a una ansiedad que, si no se sabe tratar, puede desembocar en depresión", advierte.

"El hecho de tener éxito reconocido conlleva una presión diferente a la que tiene la gente normal. Tener éxito en la vida, al final, te hace tener un tipo de malestar emocional que puede llevarte a sufrir un problema mental. Más desde la popularización de las redes sociales, donde los deportistas se convierten, además, en sujetos sobre los que se puede opinar libremente", añade la psicóloga Anna Romeu.

Lo explicó el tenista Carlos Alcaraz en una entrevista. "El tenis es muy exigente. Semana tras semana, durante un año entero, tienes que estar fresco mentalmente, saber soportar la presión de que todo el mundo tenga los ojos puestos sobre ti", dijo. Por eso lleva años trabajando en ello junto a una psicóloga. "Es una de las principales causantes de que pueda ser número uno del mundo hoy en día", añadió.

La importancia de hacerlo visible y "normalizarlo"

La ansiedad y la depresión, recuerda Cano, suponen en torno al 75% de los problemas de salud mental en nuestro país, en el que el consumo de fármacos para paliar estos trastornos resuelven la falta de psiquiatras y psicólogos en el sistema sanitario público. Según un informe del año 2021 elaborado por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas, España es el país que más benzodiacepinas consume. Entre 2010 y 2021, según la Agencia Española del Medicamento (AEMPs), el consumo de ansiolíticos, hiptónicos y sedantes aumentó en más de 10 puntos. Mientras tanto, nuestro país tan sólo dispone de seis psicólogos en la red pública para 100.000 habitantes, una cifra muy inferior a la media europea, que se sitúa en 18 profesionales.

Los datos empezaron a hacerse famosos cuando la salud mental pasó a las portadas de los periódicos tras el "¡vete al médico!" que el diputado Carmelo Romero (PP) le lanzó a Íñigo Errejón (Más País) en el Congreso de los Diputados. Desde ese día las redes vivieron una especie de #MeToo con el mensaje #YoTambiénVoyAlMédico y, a partir de entonces, este tipo de trastornos rompieron el tabú, sobre todo después de una pandemia que provocó que el 9,4% de los españoles se sintiera "decaído, deprimido o sin esperanza" durante "muchos días", según un barómetro del Centro de investigaciones Sociológicas (CIS) dedicado exclusivamente al asunto.

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Que figuras tan reconocidas a nivel mundial como Rubio, Biles o Phelps hayan confesado públicamente que sufren este tipo de problemas contribuye, todavía más, a esa ruptura del tabú, aunque todavía no está todo hecho. "Hay un problema de estigma. Hace 50 años lo teníamos con el cáncer, algo que ya hemos superado, pero con los problemas de salud mental sigue quedando camino por recorrer. Podemos reír, podemos enfadarnos, pero si decimos que no hemos podido hacer un examen por ansiedad parece que estamos demostrando debilidad" critica Cano.

Romeu también coincide en lo positivo de que deportistas de élite lancen estos mensajes, aunque va más allá: pide normalizarlos, no visibilizarlos. Para ello, explica, es necesario lanzar la idea de que un trastorno mental no siempre tiene que conllevar un "parón" como el que ha anunciado Rubio o como el que llevó a cabo Biles. "No todas las personas que tienen una mala salud mental en un momento dado pueden permitirse dejar de trabajar o de hacer su vida normal. No hace falta hacer estos trastornos tan grandes, sino incidir en que se puede convivir con ellos", dice.

Y un ejemplo, añade, es Alejandro Sanz. El pasado mes de mayo, el cantante publicó en sus redes sociales un mensaje en el que confesaba que no estaba pasando por su mejor momento.  "No estoy bien. No sé si esto sirve de algo pero quiero decirlo. Estoy triste y cansado", compartió en su perfil de Twitter. "Sé que hay gente que se siente así. Si te sirve, yo me siento igual", concluyó. Sin embargo, continuó con su actividad profesional. "No es que sea lo que se debe hacer, pero cuando se consiga mostrar este tipo de trastornos como un problema con el que se puede seguir adelante se habrá alcanzado la normalización plena de la salud mental", dice Romeu.

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