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Bombas de racimo o uranio empobrecido: las armas “sucias” entran en la guerra de Ucrania

Imagen de archivo de un ataque ruso en Zaporiyia (Ucrania) a finales de 2022

Justine Brabant (Mediapart)

Después de Gran Bretaña en marzo, Estados Unidos anunció el 6 de septiembre su intención de enviar municiones de uranio empobrecido a las fuerzas armadas ucranianas para combatir a las tropas rusas. El anuncio ha suscitado lógicas preocupaciones, dada la toxicidad de este tipo de armas. También ha provocado indignación, poco convincente, por parte del gobierno ruso, que tal vez ha olvidado demasiado rápido su propio pasado en el uso de armas "sucias", especialmente destructivas y contaminantes.

Esas municiones, proyectiles de 120 mm, están destinadas a los tanques Abrams que Estados Unidos se ha comprometido a entregar a Ucrania, cuyos primeros ejemplares deberían llegar a mediados de septiembre. El uranio empobrecido es un metal pesado, subproducto del proceso de enriquecimiento del uranio; es apreciado por los militares por su coste relativamente bajo y su alta densidad.

El uranio empobrecido, utilizado para fabricar la "varilla" metálica afilada de los proyectiles de flecha, es capaz de perforar blindajes de tanques muy resistentes para luego estallar, debido a sus propiedades incendiarias.

La administración Biden no ha precisado cuántas municiones de este tipo enviará a Kiev pero, teniendo en cuenta el número de carros de combate enviados (Estados Unidos ha prometido unos treinta), podrían ser "algunos miles de proyectiles", según Stéphane Audrand, oficial en la reserva y colaborador de la web especializada Theatrum Belli.

"Algunos miles de proyectiles”

Para justificar su entrega a Ucrania, las autoridades americanas y británicas repiten que se trata de armas "convencionales". Si bien es cierto que las municiones de uranio empobrecido no se consideran armas nucleares o químicas, y no están prohibidas por el derecho internacional, también lo es que están fabricadas con un metal ligeramente radiactivo, pero sobre todo tóxico y contaminante.

Al igual que otras sustancias tóxicas contenidas en los explosivos, pueden causar "irritaciones cutáneas, insuficiencia renal y aumentar el riesgo de cáncer", según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

En mayo de 2008, el Parlamento Europeo adoptó una resolución en la que recomendaba a los Estados miembros de la UE que se abstuvieran de utilizar uranio empobrecido, dados los "numerosos testimonios sobre los efectos nocivos y a menudo mortales del uranio empobrecido, tanto en el personal militar como en la población civil". Un estudio más reciente sobre los iraquíes expuestos a estas municiones durante la Guerra del Golfo en 1990 y la invasión americana de Irak en 2003 concluye que existen "posibles asociaciones entre la exposición al uranio empobrecido y efectos adversos para la salud".

El envío de esas municiones a Ucrania ha provocado críticas y preocupación. En Francia, el senador Pierre Laurent interpeló en marzo al Ministerio de Asuntos Exteriores sobre "el peligro de utilizar municiones de uranio empobrecido en los conflictos, incluida la actual guerra en Ucrania".

Un "legado tóxico" ya enorme

El apoyo militar a Ucrania ya había sido objeto de debate cuando Estados Unidos anunció, a principios de julio, el envío de bombas de racimo a Kiev. El primer ministro británico, la ministra de Defensa española e incluso el gobierno canadiense expresaron sus reservas sobre el uso de esas armas, que esparcen pequeños explosivos en grandes áreas y presentan riesgos particulares para los civiles debido a su imprecisión. Rusia también las posee y las ha utilizado ampliamente en Ucrania.

Pero además, los efectos de las municiones de uranio empobrecido se sumarán a lo que ya se ha descrito como el principal "legado tóxico" de esta guerra: la inmensa contaminación del aire, el agua y el suelo causada por las sustancias químicas contenidas en los explosivos (actualmente, "se disparan más de 30.000 proyectiles al día", es decir, "unas 300 toneladas de explosivos", señala Stéphane Audrand), los vertidos de combustible y la destrucción de zonas industriales. Evaluar el impacto medioambiental de esta guerra será "una tarea colosal", anticipa el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que ya está ayudando al gobierno ucraniano a elaborar la lista de daños.

Uranio empobrecido, un pretexto para Putin

El Presidente ruso, Vladimir Putin, ha reaccionado con dureza a las entregas occidentales de uranio empobrecido. En marzo, acusó a los británicos de entregar "armas con un componente nuclear" (sic) y advirtió que su país respondería "en consecuencia". Pocos días después, anunciaba su intención de emplazar armas nucleares tácticas en Bielorrusia.

¿Fue la decisión de los socios ucranianos lo que provocó una "escalada" o Putin utilizó la entrega de uranio empobrecido como pretexto para justificar una decisión tomada hace mucho tiempo? La cronología del conflicto apunta a la segunda opción: ya el 28 de febrero de 2022, cuatro días después de la invasión rusa de Ucrania, y aunque no se hablaba de entregar tanques Abrams ni de suministrar uranio, Bielorrusia organizó un referéndum para autorizar el estacionamiento de estas armas nucleares rusas en su territorio.

Tras el anuncio americano del 6 de septiembre, las autoridades rusas han denunciado esta vez una "clara señal de inhumanidad" por parte de Estados Unidos. "Está claro que Washington, obsesionado con infligir una ‘derrota estratégica’ a Rusia, está dispuesto a luchar no sólo hasta el último ucraniano, sino también por poner una cruz a las generaciones futuras", declaró la embajada rusa en Estados Unidos, afirmando de paso que la explosión de tales municiones provocaría "la formación de una nube radiactiva en movimiento".

Bombas de racimo, minas antipersona, bombas termobáricas y de fósforo blanco

Se trata de una declaración sorprendente de un país que, en 2018, se jactaba de tener municiones de uranio empobrecido en su propio arsenal y que, tan recientemente como en junio pasado, aseguraba que no dudaría en usarlas.

En términos más generales, sin embargo, Moscú no se ha distinguido precisamente en los últimos dos años por su preocupación por las "generaciones futuras" de Ucrania. Además de que sus tropas han matado a decenas, si no cientos de miles de ucranianos, han atacado deliberadamente a civiles y han cometido violaciones y torturas, el Kremlin también ha utilizado otras armas "sucias" o especialmente controvertidas desde el comienzo de su invasión.

Desde febrero de 2022, Rusia ha utilizado "en varias ocasiones" bombas de racimo en Ucrania, "causando muertos y heridos entre la población civil", según un informe publicado el 5 de septiembre por la ONG americana Human Rights Watch (HRW). Sus autores contabilizan "al menos 890 personas" muertas o heridas por estas armas en Ucrania en 2022, la gran mayoría civiles. Las fuerzas armadas ucranianas también han utilizado bombas de racimo, según HRW, pero en menor medida.

Las fuerzas armadas rusas también han utilizado "al menos 13 tipos de minas antipersona" desde febrero de 2022, según dice la ONG. Estas pequeñas minas se colocan en el suelo y generalmente explotan al pisarlas; cuando no causan la muerte, suelen provocar la amputación de uno o más miembros. Están prohibidas por una convención de 1997 firmada por 133 países.

Human Rights Watch también ha documentado el uso de minas antipersona por parte de las tropas ucranianas en el verano de 2022 en los alrededores de la ciudad de Izum. Kiev prometió investigar esaas prácticas. Ucrania podría "proporcionar detalles sobre el progreso de esta investigación en la próxima reunión anual" de los Estados signatarios de la Convención, a finales de noviembre, afirma Mary Wareham, responsable de la División de Armas de HRW.

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Los militares rusos tampoco ocultan que están utilizando en Ucrania las llamadas armas "termobáricas", que absorben y queman oxígeno en un radio de varios cientos de metros. También se les ha acusado en varias ocasiones, desde el inicio del conflicto, de utilizar bombas de fósforo blanco, que provocan graves quemaduras en contacto con la piel y cuyo uso está prohibido contra la población civil.

 

Traducción de Miguel López

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