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Lina Meruane: "Vengo de la comunidad palestina: 'soy chilestina"

Lina Meruana.

Una de las renovaciones más interesantes que se están dando en el cuento como género literario la están produciendo las escritoras. Se incide en otro mundo, poco escrito desde el canon patriarcal literario, y aparecen personajes femeninos activos, como si fueran una fuerza motora de la vida, plasmando a su vez un terror o extrañamiento cotidiano, como si la ajenidad social fuera casi marca de la casa, con la potencia transformadora que tienen al haber poblado a un sin número de mujeres activas, tanto en las protagonistas de los cuentos como en las autoras que se apoderan de esos personajes, o viceversa. Es cambiar el foco. Sabemos que los temas literarios son universales, pero el modo de verlos, el punto de vista, varía. Todo eso puede tener, a mi entender, en el terreno literario, una profunda renovación. El modelo cambia, las referentes también, y eso está incidiendo en cuentos nuevos, de otro tipo.

Estas reflexiones las vengo madurando desde hace unos años, a raíz de los libros que he ido leyendo. También viene al caso del último en el que me he adentrado: Avidez, de la chilena Lina Meruane (1970). Trece cuentos ordenados cronológicamente: infancia, adolescencia, edad adulta.

Cuando le pregunté en la charla que tuvimos en la sede de la editorial Páginas de Espuma sobre el porqué del título, que no obedece a ninguno de los cuentos, me contestó lo siguiente: "Cuando me puse a leerlos me di cuenta de que había un tema en común: todos los personajes tenían una carencia: carencia alimenticia, carencia afectiva, obsesiva. Pensé que era el centro. Podía haber sido carencia, pero avidez abarca más, incluye lo obsesivo, una energía, es una palabra más activa, fuerte y muy bella: empieza por a y termina por z. Lo incluye todo".

Después hablamos de la portada: unas manos ávidas que cogen la tela, una tela blanca, una mano que escribe sobre una página en blanco con un color rojo sangre. Está conectado con el último cuento, con una mano que se pierde. También la foto de la solapa obedece a eso, ya que aparece una mano por detrás de la fotografiada. A partir de aquí, que cada lector interprete.

Los cuentos de este libro han sido publicados previamente, menos uno, pero la autora considera que tienen una unidad temática. La forma de ordenarlos tiene que ver con una articulación cronológica en función de las edades de los personajes. Los más interesantes me han parecido los de la infancia y la adolescencia, aunque hay uno de la edad adulta, Sangre de narices, ambientado en 1955, que recoge un hecho verídico: el asesinato en el Hotel Crillón cometido por la escritora María Carolina Geel, que disparó contra su amante Roberto Pumarino en pleno salón de té. Una vez condenada, fue la poeta Gabriela Mistral quien intercedió ante el gobierno para que la indultaran. El motivo, al parecer, fueron los celos, aunque en el cuento de Lina Meruane hay una vuelta de tuerca. Un interesante ejercicio de ponerse en la piel de la asesina.  

Es en los cuentos primeros, relacionados con la infancia, donde he encontrado una mayor intensidad. Acaso porque juega en ellos con la dualidad, el reflejo en el otro, la literatura de los espejos, que da una vuelta de tuerca en el cuento Función triple. En él la dualidad se triplica a través de unas trillizas, que van sustituyéndose para cumplir el rol de madre. Va más allá del reflejo en un espejo, es algo más íntimo.

Hablando con ella de este tema, me contó que siempre ha buscado formas de contar y es distinto contar desde un punto de vista de un yo solitario, un yo narciso, (así lo llama ella), que narrar desde esa relación tan íntima que se da entre hermanas o hermano/hermana, relaciones simbióticas y especulares. Desde lo colectivo se ve algo distinto que desde el yo. En el cuento mencionado, Función triple, "hay una rotación en los roles de las trillizas, quieren ser la madre y se turnan. Es una subjetividad muy interesante. Busco también un narrador plural, colectivo de niñas en un colegio". En Reptil, otro de los cuentos, vuelve a un yo, una niña con lengua reptiliana. Según sus propias palabras: "Intento buscar algo que exceda a la primera, segunda y tercera. Más al colectivo, al plural".

Las influencias literarias de Lina Meruane son muy variadas: "Nos alojamos por temporadas en un autor. Primero autores y después intentas buscar mujeres, que me costó encontrar. Yo crecí en una dictadura. De joven escritora deseante a escritora emergente hay una dificultad. La lectura era del canon masculino y las pocas escritoras que conocía no eran modelos de vida. Gabriela Mistral era una mujer que no había cumplido su sueño de ser madre, se había quedado como la novia eterna del amante suicida, la maestra rural… no era para mí un modelo a seguir. Alfonsina Storni se suicida. Eran figuras muy tristes, golpeadas y sufridas. Yo no conocía a nadie salvo figuras del pasado, grandes. Era muy difícil imaginar cuál iba a ser mi lugar como escritora. Sin embargo, tras la dictadura chilena se abren muchísimos talleres literarios en casas de escritores y escritoras. Acabo pasando por dos talleres dirigidos por mujeres, sobre todo el dirigido por Damiela Eltit, una escritora poderosa, muy luminosa, muy brillante, publicada en Periférica, con una literatura enloquecida y valiente, y allí empiezo a vislumbrar un lugar de escritora también para mí. Aparecen escritoras emergentes, llega la gente del exilio que abre espacio para gente más joven. Antes estaba detenida también la publicación. Después de la dictadura empiezan a surgir editoriales. Durante una década el espacio es pequeño para las escritoras de mi generación, como Andrea Maturana, Cynthia Rimsky, y muchas más. Hubo que pelearlo y aguantar bastantes humillaciones en periódicos, en la crítica, y con un intento de silenciarnos. Afortunadamente todas hemos terminado publicando fuera de Chile con cierto reconocimiento, lo que resitúa la obra en el espacio local. Esa fue mi formación de escritora, y mi entrada al espacio de la literatura fue arduo. Alia Trabuco Zerán tuvo muchos problemas también y después, al traducirla, fue candidata al Booker".

Lina Meruane ha cosechado varios premios con su obra, entre otros el prestigioso Sor Juana Inés de la Cruz, así que se me ocurrió preguntarle qué estilo prefiere, cuento, novela, ensayo… Y esto fue lo que me contestó: "He trabajado cruzando las fronteras, territoriales y de género. Mis novelas son híbridas; hay una, Fruta podrida, que empieza rural y termina surrealista, pero además, esta novela se inició primero como libro de cuentos. Estoy trabajando en esos intersticios y me sirvo de todo. La pregunta sería qué es lo que quiero hacer y en qué género estoy más cómoda. Cuando persigo una idea, hago ensayo. Cuando me reflejo a mí misma y mi experiencia, entonces es crónica, y cuando persigo a mis personajes, entonces es cuento y novela, pero hay una novela mía, Sangre en el ojo, que uno podría pensar que es una sucesión de escenas. Está construida a través de ellas, se suceden escribo mucho por escenas. Entre cuento y novela hay una porosidad, al menos en mi escritura"

Después me sigue contando sobre los temas que le interesan: "La infancia y el tránsito a la edad adulta, sobre todo femenina, y el tema de la disciplina y sometimiento que hay en ese proceso. Reflexiono mucho sobre la maternidad, tengo un libro de diatriba que se llama Contra los hijos. Y el tema fundamental es la enfermedad, la vulnerabilidad del cuerpo. Hay otro tema que me interesa mucho: la migración y el conflicto armado. Tengo un libro, Palestina en pedazos, que lo refleja. Yo vengo de la comunidad palestina, soy chilestina. En Chile la comunidad palestina es la más grande del mundo árabe y yo procedo de ella. En ese libro hay una reflexión sobre la identidad, migración, viaje, conflicto palestino-israelí, la memoria y la reflexión política. Atravesándolo están los cuerpos y las identidades.

Para finalizar, están esperando para otra entrevista, le pregunto por sus influencias. Y esto es lo que me contesta: "Samuel Beckett es un escritor que me fascina, al que vuelvo. También Carlos Droguett, un clásico contemporáneo chileno del siglo XX y Clarice Lispector. Luego están mis contemporáneas que leo con entusiasmo, pero son obras impulso, no son obras cerradas, siguen vivas y lo dejo abierto. Soy una lectora de lo anterior y de lo contemporáneo".

En relación a sus contemporáneas me comenta, además, lo siguiente: "Hay una emergencia de narradoras nuevas. En los años 80 y 90 había espacio para una sola. Por ejemplo, Clarice Lispector. O Armonía Sommers en Uruguay. Silvina Ocampo en Argentina. Espacios cerrados, minoritarios dentro de un canon patriarcal. Ahora me gusta decir que somos legión porque tiene un elemento que roza lo demoníaco, algo que ver con la manera de escribir. Bolaño dijo algo así, como demonias, algo de cuestión oscura, potente, que caracteriza a buena parte de la escritura que está saliendo ahora, aunque sea en registros distintos: Cicatriz, de Sara Mesa, o Lectura fácil de Cristina Morales son diferentes, pero forman parte de las escritoras que están emergiendo y forman legión".

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Esa legión utiliza a menudo el terror como elemento distópico, no el terror de Poe, algo individual, sino un terror vinculado a la situación social, anclado en una problemática política y social. Un claro ejemplo es Mariana Henríquez, que circuló más restringidamente en lo argentino, hasta que salta las fronteras y no solo ha trascendido, sino que ha generado muchas seguidoras literarias. Coincidimos en ello.

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Carmen Peire es escritora. Su último libro es 'Cuestión de Tiempo' (Menoscuarto).

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