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Pedro Sánchez alerta en el Europarlamento de la amenaza ultra y evita las polémicas nacionales

Carles Puigdemont  durante el pleno del Parlamento Europeo en el que ha acudido Pedro Sánchez, este miércoles en Estrasburgo.

Un Sánchez muy europeo, lejos de temas polémicos y con poco poso nacional, empezó a cerrar este miércoles ante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. El adelanto electoral hizo que el discurso se dejara para el final del semestre.

El presidente se movió en un registro en el que se siente cómodo, pasando por alto temas espinosos y que pudieran generar polémica y centrándose en un mensaje sobre el futuro de Europa, sobre hacia dónde va el bloque y sobre la necesidad de una Unión Europea que salga al mundo a liderar, no a hacer seguidismo de los gigantes mundiales.

Europeísmo en vena y un marco claro desde el principio, la diferencia entre gobiernos progresistas (como el suyo) y gobiernos conservadores apoyados por la extrema derecha. España salió de las urnas con una mayoría justa pero suficiente para impedir ese escenario que criticó el presidente, quien dijo que su coalición es buena para el resto de Europa porque este Gobierno “va a apoyar siempre a Europa”.

El presidente recordó que en el Parlamento Europeo “hay fuerzas políticas que no creen en Europa”, que “repudian o ignoran todos los avances logrados a lo largo de las últimas décadas, temen al futuro y solo quieren huir a un pasado glorioso que nunca existió y al que resulta imposible regresar”.

Sánchez señalaba así también a los populares europeos y a su debate interno sobre la conveniencia de pactar con la extrema derecha, como en España, Italia, Austria, Escandinavia. O de no hacerlo, como en Alemania, Francia o Portugal. 

Ese debate, en parte teórico, es de hecho de los más importantes en Europa en los próximos años. Del resultado que den las urnas europeas el 9 de junio saldrá una Eurocámara probablemente un poco más escorada a la derecha. Los populares tendrán entonces la tentación, si forman mayoría, de aliarse con la extrema derecha, si no de forma permanente, sí en votaciones clave.

Romperían así la gran coalición europeísta que va desde ellos hasta los ecologistas pasando por liberales y socialistas, la que permitió elegir a Von der Leyen y sirve para sacar adelante buena parte de la normativa europea. De ir a esa coalición de las derechas (a la que difícilmente se sumarían los liberales), el Parlamento Europeo sería una cámara partido prácticamente por la mitad, más gritona, menos ágil.

Esas referencias a la extrema derecha volvieron durante el turno de réplicas porque el líder de los populares europeos, el bávaro Manfred Weber, le afeó la ley de amnistía y sus pactos. Sánchez replicó con dureza cargando contra los acuerdos de los conservadores con la extrema derecha. Dirigiéndose a Weber le soltó si le parecería bien que en Berlín se pusieran nombres de gerifaltes del Tercer Reich nazi a las calles, en alusión a propuestas de VOX para España.

Sánchez fue más allá de la posición común europea en lo relativo a Gaza e Israel. Con los gobiernos belga, irlandés y maltés propugnará que la cumbre europea que empieza este jueves exija un alto al fuego permanente, algo que rechazan por ahora países como Alemania, Austria o Chequia. Sánchez, tras condenar los atentados de Hamás y pedir la liberación de todos los secuestrados en poder del grupo terrorista, dijo “basta a la muerte de civiles en Gaza” y que “los bombardeos deben cesar inmediatamente”. El presidente cree que el resto del mundo sólo respetará a los europeos cuando hablen “alto, claro y con una sola voz”. Los gobiernos europeos están votando por separado en Naciones Unidas cada vez que hay una resolución sobre este conflicto.

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Sánchez fue a lo personal al hablar de migraciones y lo mezcló con la defensa de lo público para el bienestar de la ciudadanía. Recordó que “como consecuencia de la dictadura franquista y de la autarquía que vivimos durante cuatro décadas en España, dos millones de españoles y españolas, entre ellos mi abuelo y mi padre, emigraron a Europa en busca de empleo y de oportunidades, que desgraciadamente no existían en nuestro país. Aquellos migrantes tuvieron que lidiar con algunos prejuicios y también con rechazos, pero sobre todo, encontraron naciones acogedoras con gentes tolerantes que les abrieron las puertas de sus hogares, gentes con las que muchos de ellos y ellas se terminaron casando y formando familias verdaderamente europeas”. Aquellos migrantes, siguió el presidente, volvieron a España acostumbrados a cosas que no había en su país, como estado del bienestar, empleos, pensiones y servicios públicos dignos.

En las réplicas, además de Weber, Puigdemont le afeó no haber hecho todo lo necesario para que se aprobara en este semestre el uso del catalán como lengua oficial de la Unión Europea. Buxadé (Vox) le llamó “tirano, narcisista, manipulador” y persona “sin empatía ni escrúpulos morales”. Pero la intervención más sorprendente fue la de una Dolors Montserrat, jefa de filas de los populares españoles en el Parlamento Europeo, que pareció más exaltada que Buxadé.

Montserrat gastó sus dos minutos en hablar de la amnistía para cerrar diciendo que “aquí no hay generosidad ni grandeza ni concordia, solo el interés personal de un político sin principios ni palabra que arrasa con todo por seguir gobernando. Impunidad por poder, ese es su legado”. Sobre el tema del debate, la presidencia española del Consejo de la UE sólo dijo: “¡Vaya presidencia europea!”.

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