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La situación en el PP

El endurecimiento del discurso del PP diluye el perfil nacional de Ayuso

Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso posan frente a a un ejemplar de la Constitución en el Congreso de los Diputados.

Isabel Díaz Ayuso pierde fuelle. La presidenta de la Comunidad de Madrid, siempre dispuesta a encabezar la batalla cultural contra la izquierda en general y el PSOE en particular, y líder indiscutible del ala más radical del Partido Popular, está viendo cómo su papel se diluye en una formación cada vez más escorada a la derecha.

El endurecimiento del discurso del PP es el resultado de una estrategia deliberada destinada a reunificar el centroderecha comiéndole el terreno a Vox y aprovechando para ello la polarización construida en torno a la amnistía y los acuerdos de investidura firmados por el PSOE con los independentistas catalanes. Un plan que, a la vista de las encuestas, parece estar dando resultado. Aunque a un ritmo más lento de lo que gustaría en la calle Génova. 

En ese camino, Feijóo no solo ha elevado el tono, abandonando cualquier tentación de construir un perfil de moderación como el que erróneamente le atribuía una parte de la prensa cuando aterrizó en Madrid en abril de 2022, sino que el partido ha abrazado el discurso y hasta la práctica política de Vox. 

En coherencia con esa decisión, también ha renovado sus cargos dando más protagonismo a los halcones del partido, como Miguel Tellado, Cayetana Álvarez de Toledo o Rafael Hernando, lo que deja poco margen a Ayuso para destacar en el terreno de las hipérboles, su fuerte durante los últimos años. 

Fue ella la que primero acusó a Sánchez de planear un golpe de Estado, un cambio constitucional “por la puerta de atrás” para transformar la monarquía parlamentaria en una “república federal laica”. Antes únicamente lo decía ella. Ahora lo repiten dirigentes de primera línea del partido.

Desplazamiento

Ese desplazamiento del PP hacia posiciones más radicales ha tenido consecuencias. Además de descolocar a la ultraderecha, cuyos líderes no saben cómo situarse para detener la sangría de votantes que reflejan las encuestas, ha acabado por arrinconar también a Ayuso. Su táctica de meter la cabeza en el debate nacional, que tan buenos resultados le estaba dando desde los tiempos de Pablo Casado, ha empezado a fallar.

Prueba de ello es que, desde que Feijóo viró el rumbo del partido, siguiendo el consejo de José María Aznar, elevó el diapasón de sus críticas a Sánchez y empezó a organizar movilizaciones en la calle contra el Gobierno, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha quedado arrinconada.

El punto de inflexión tuvo lugar doce días antes del debate de investidura, en el que Feijóo invocó su supuesto derecho a gobernar por haber liderado la lista más votada. Superado por los llamamientos de los medios afines al espacio político de la derecha, por la alianza con Vox y sus invocaciones a tomar las calles y empujado por influyentes líderes del ala más radical de su partido de ahora y de antes, el líder del PP cedió y se puso a la cabeza de la manifestación.

Aquella fue la última vez que Ayuso tuvo la oportunidad de marcar el paso a Feijóo, anticipando su participación en la protesta de Barcelona contra la amnistía. Desde entonces, Génova no ha vuelto a dudar y la baronesa madrileña no ha tenido ocasión de volver a señalar el rumbo. No porque no quiera, sino porque la dirección del partido no le ha dado ocasión.

La última vez que lo hizo fue en agosto, después de las elecciones que acabaron en una enorme frustración para el PP. Los gritos durante la noche electoral frente al balcón de Génova haciendo callar a Feijóo al grito de “¡Ayuso! ¡Ayuso!” encendieron las alarmas. También las declaraciones de la presidenta en los días sucesivos, desmarcándose de la estrategia del líder de abrir una ronda de contactos con otros partidos para intentar una investidura que todo el mundo sabía imposible.

Entonces aún obtenía titulares. Hablando de la “bisoñez” de Feijóo, por intentar llegar a acuerdos con el PSOE, un partido “cuyos principios se esfumaron. “Yo siempre he manifestado que con el desastre no hay que pactar”, decía entonces acaparando titulares muy a pesar de los estrategas de la calle Génova.

Liderazgo en disputa

Entonces la presidenta madrileña estaba recibiendo mensajes pidiéndole que diera un paso al frente y disputase a Feijóo el liderazgo del PP. Se lo estaban demandando, admitió apenas tres días después de las elecciones. Y no solo de la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, que lo hizo públicamente. “Algún mensaje llega” reconoció, “pero no los estoy abriendo porque no estoy por perder el tiempo y abrir un debate que no hay ni lo va a haber. No estamos en ese escenario. No puede ser que el jueves estuviéramos en un mitin con Feijóo, aplaudiéndole, dándole nuestro apoyo, y el martes tirándole por un puente”. “A día de hoy”, precisó entonces jugando con los matices, “sigue siendo la persona idónea para presidir España”. 

Desde que el partido viró, Ayuso lo ha intentado. Primero con la vicepresidenta Teresa Ribera, el mismo día en que el Gobierno firmaba la paz con el presidente andaluz, Juan Moreno, en torno a Doñana.

Aquel día hizo público que su gobierno había interpuesto una demanda ante el Tribunal Supremo contra el nuevo Plan Hidrológico del Tajo, al considerar que “cambia radicalmente las reglas y boicotea el sistema de abastecimiento de agua” de la autonomía. “La obsesión de Sánchez con Madrid no tiene límites y ahora pretende que esta región se rinda por sed. Ha llegado a apropiarse de los recursos naturales de todos los españoles y ha aprobado un Real Decreto que pone en riesgo el abastecimiento de agua de casi siete millones de madrileños”, sostuvo para intentar sacar cabeza en el debate nacional.

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Lo hizo de nuevo con Óscar Puente, a cuenta de los problemas que arrastra la red de cercanías de Madrid. También con poco recorrido. Porque desde que Feijóo puso rumbo a la derecha radical, la presidenta madrileña lo ha tenido difícil. 

La única vez desde entonces que consiguió volver a la actualidad fue el pasado 16 de noviembre, y no precisamente por una propuesta política. En plena investidura de Pedro Sánchez, las cámaras del circuito cerrado de televisión del Congreso la pillaron llamando “hijo de puta” al presidente.

Volcado hacia posiciones cada vez más ultramontanas, el liderazgo de Feijóo dentro del PP parece más sólido que nunca.

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