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Donald Tusk se rodea de un gobierno feminista y proeuropeo para rescatar a Polonia del naufragio ultra

El primer ministro polaco Donald Tusk y los miembros de su nuevo gabinete en Varsovia, Polonia, a 13 de diciembre de 2023.

Helene Bienvenu (Mediapart)

Hay euforia en el cine Kinoteka de Varsovia, en la planta baja del Palacio de la Cultura y la Ciencia, el "regalo" socio-realista  de Iósif Stalin a la capital polaca. En la tarde del lunes 11 de diciembre, el gobierno de Mateusz Morawiecki un intento condenado al fracaso de los nacional-conservadores del PiS (Ley y Justicia) de ganar tiempo acababa de caer.  

Dos amigos, palomitas y cerveza en mano, están encantados de haber podido vivir ese momento en pantalla grande, en una sala que retransmitía en directo los debates de la Dieta, la cámara baja polaca. "Fue muy emocionante, y la gente incluso dijo adiós con la mano a Morawiecki", dice Julita Gontar, estudiante de psicología de 19 años.  

"Hay un interés renovado por la política, la gente siente que tiene una influencia real en el curso de los acontecimientos; al fin y al cabo, hasta consiguieron cambiar el gobierno. La democracia en Polonia está viviendo un renacimiento", afirma entusiasmado Maciej Kamiński, de 22 años, que salió del trabajo dos horas antes para buscar un sitio en esa sala a oscuras. 

"No sé si hace cuatro años alguien hubiera imaginado que la oposición tomaría el poder", añade. Su colega admite que apenas seguía las sesiones de la Dieta bajo el Gobierno anterior: "Sinceramente, no había nada que ver, era como para echarse a llorar.” Pero la nueva asamblea surgida de las urnas ha cambiado la situación.  

Su presidente, el centrista Szymon Hołownia, recién llegado a la política y ex presentador de televisión, está haciendo un trabajo maravilloso desde su tribuna. Encarna las esperanzas de una heterogénea coalición multipartidista, que va de la izquierda al centro-derecha, y que ganó las elecciones legislativas del 15 de octubre. El lunes 11 de diciembre, el público de Kinoteka se despidió de ocho años de un gobierno que ha arruinado el Estado de derecho, los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBI, y que no ha dudado en entrar en confrontaciones con Ucrania y Bruselas.  

Una coalición heterogénea para evitar abusos de poder

"El hecho de que se trate de una coalición de tres grandes partidos limita las posibilidades de abuso de poder. Los ciudadanos estaremos atentos", advierte Maciej Kamiński, para quien una de las prioridades de este Gobierno debería ser liberalizar el acceso al aborto. Se trata de una gran preocupación para los jóvenes y las mujeres, que se movilizaron masivamente a favor de la oposición en otoño, cuando el PiS logró prohibir en 2021 el aborto, incluso en caso de malformación fetal grave e irreversible. 

Sin embargo, la plena legalización del aborto, en un país que actualmente lo restringe a los embarazos resultantes de una violación o que pongan en peligro la salud de la mujer, sigue dividiendo a los miembros del nuevo Gobierno.  

Las dos alas más liberales del poder, la coalición ciudadana KO (liderada por Donald Tusk y su partido) y Nueva Izquierda, quieren legalizar el aborto hasta la duodécima semana de embarazo, pero algunos de los agrarios, la formación más conservadora Tercera Vía, se oponen. Władysław Kosiniak-Kamysz, co-líder de Tercera Vía y ministro de Defensa, explicó en una entrevista al diario polaco Gazeta Wyborcza el pasado octubre que quería "aceptar la vuelta al compromiso" de 1993, autorizando el aborto en caso de malformación fetal grave, y "un referéndum" sobre la legalización del aborto. 

Pero para la izquierda no se puede hablar de hacer un referéndum sobre un derecho humano. Nada más inaugurarse la nueva Asamblea, en noviembre, se presentaron dos proyectos de ley: uno para legalizar el aborto hasta las 12 semanas y otro para despenalizar la asistencia al aborto. Donald Tusk se comprometió el 12 de diciembre a evitar que las mujeres mueran de un shock séptico por negarles el aborto, afirmando que quería "devolver a todas las mujeres polacas el sentido de la dignidad, la seguridad, la normalidad y el derecho a decidir sobre su vida, su salud y su cuerpo". El nuevo ejecutivo también planea introducir las uniones civiles para parejas del mismo sexo, cuando Polonia acaba de ser condenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en este punto.  

Donald Tusk sigue dividiendo

Aunque está claro que el gobierno dista mucho de ser monolítico, el deseo de pasar página del PiS y reparar sus daños puede ser un factor estructurante. Además, "las próximas elecciones municipales y europeas en 2024, y presidenciales a mediados de 2025, consolidarán probablemente a los partidos que lo componen", analiza la politóloga Anna Pacześniak, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Wrocław. El PiS, que se encuentra en la oposición con 194 escaños, frente a los 248 de la coalición ahora conocida como "15 de octubre", de un total de 460 escaños en la Dieta, no perderá ninguna oportunidad de poner de relieve las disensiones de sus adversarios. 

Donald Tusk, aunque se ha consolidado como adecuado para el puesto, sigue siendo una figura divisiva. Según un sondeo reciente del instituto IBRiS, el 31% de los polacos encuestados tiene una opinión positiva de él, mientras que el 41% piensa que el ex presidente del Consejo Europeo será un "mal" primer ministro, o incluso "desastroso". 

De los anteriores gobiernos que presidió en Polonia entre 2007 y 2014, este sesentón ha heredado un aura ultraliberal de la que le cuesta desprenderse. En su discurso de investidura, prometió que no retrocedería en las conquistas sociales del PiS, incluidas las ayudas familiares, y anunció que se elevarían a 800 złotys (184 euros) desde el primer hijo. Los salarios de los profesores aumentarán un 30% de aquí al 1 de enero.  

Un giro a la izquierda y hacia Europa

La izquierda, que obtuvo un resultado respetable, aunque inferior al de 2019, ha tenido sin duda algo que ver en el giro progresista del nuevo Gobierno. De hecho, ha conseguido varias carteras ministeriales: familia y política social; ciencia y enseñanza superior; e igualdad. El giro también tiene algo de feminista, ya que nueve de los 26 ministros son mujeres, es decir, el 35%, un aumento significativo respecto al Gobierno saliente. Educación está en manos de una feminista, Barbara Nowacka, que pertenece al partido de Donald Tusk. También es una mujer la que se encuentra a la cabeza de un ministerio de nueva creación dedicado a la sociedad civil. 

El Gobierno de Tusk es una hábil mezcla de ex ministros y caras nuevas, respetando estrictamente el equilibrio entre los partidos que ganaron el 15 de octubre. Esto incluye a "veteranos" como Radosław Sikorski en Asuntos Exteriores, que ocupó esa misma cartera con el gobierno de Donald Tusk entre 2007 y 2014, o Tomasz Siemoniak, ex ministro de Defensa de 2011 a 2015, que será responsable de coordinar los servicios de seguridad. También, Marzena Czarnecka, sin afiliación política, dirigirá el Ministerio de Industria, que Donald Tusk quiere trasladar a Katowice, capital de Silesia y región minera en plena transformación. 

Reconstruir el Estado de Derecho

Una de las prioridades del Gobierno es sin duda mejorar sus deterioradas relaciones con Kiev y con Bruselas. Dos puntos en los que Donald Tusk insistió mucho en su discurso: "Polonia es y será un eslabón fuerte en la cadena de la OTAN, un aliado fuerte de Estados Unidos, y recuperará su posición de líder de la Unión Europea", subrayó. A fuerza de violar el Estado de derecho en Polonia, los soberanistas del PiS se habían enemistado con Bruselas, hasta el punto de que el país sigue aún privado de 35.000 millones en fondos de recuperación tras la crisis del Covid-19. Obtenerlos "debería ser un éxito rápido para el nuevo Gobierno, aunque el Estado de derecho, dañado por el PiS, no pueda restaurarse rápida y plenamente", opina la politóloga Anna Pacześniak. 

El Estado de Derecho es quizá la tarea más difícil a la que se enfrenta el equipo de Donald Tusk. La buena voluntad y la competencia del ministro Adam Bodnar, Defensor de los Derechos Humanos de 2015 a 2021, no bastarán para restaurar la independencia del poder judicial y deshacer nombramientos indebidos. Habrá que vérselas con el presidente conservador, que estará en el cargo hasta mediados de 2025 y tiene derecho a vetar la futura legislación. Mientras tanto, se han creado tres comisiones de investigación para examinar tres escándalos del PiS que sacudieron a la opinión pública: un plan abortado de elecciones presidenciales por correspondencia en 2020, la vigilancia de figuras de la oposición mediante el programa informático Pegasus y el "asunto de los visados", que estalló el pasado septiembre, cuando los servicios consulares polacos entregaron visados a cambio de sobornos.

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Traducción de Miguel López

 

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