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18F | Elecciones gallegas

La clave no es llenar las urnas, es convencer a los electores de izquierdas de que el cambio en Galicia es posible

Pedro Sánchez y José Ramón Gomez Besteiro saludan a los participantes en la convención del PSOE en A Coruña.

La clave no es la participación, sino convencer a los electores de izquierdas de que el cambio es posible en Galicia. "Siempre que se analiza lo que sucede en Galicia, lo que ocurre es que, cuando hay una baja participación, gobierna el PP. Y cuando hay una participación masiva, la izquierda gobierna seguro". La frase es del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la pronunció este fin de semana en A Coruña mientras arropaba al aspirante socialista a la Presidencia de la Xunta, José Ramón Gómez Besteiro.

La verdad es que la equiparación mecánica de una alta participación con una victoria de la izquierda es un mito recurrente que los partidos progresistas reviven cada vez que hay elecciones. De hecho, nunca hubo tantos votos gallegos en las urnas en unas elecciones autonómicas como en el año 2009, precisamente cuando Alberto Núñez Feijóo consiguió su primera mayoría absoluta. Eso sí: fue la más ajustada (38 diputados) de las cuatro que contabilizó a lo largo de su carrera.

En realidad, el factor decisivo no es la alta participación, sino la causa que puede estar detrás de ella y que, cuando ocurre, suele ser la expectativa de cambio. La creencia de que acudir a votar puede ser decisivo.

Por eso, el empeño de Sánchez y de los socialistas gallegos es tratar de activar electoralmente a sus partidarios y hacerles creer que el próximo 18 de febrero es posible poner fin a 15 años de mayorías absolutas consecutivas de la derecha. Y el interés de Feijóo y de su sustituto en el cartel electoral es tratar de desactivarlos relacionando al BNG con Bildu y al PSOE con Puigdemont.

Si revisamos las series históricas de voto en Galicia desde 1989, el año de la primera victoria de Manuel Fraga, se comprueba fácilmente que las mayores tasas de abstención no se corresponden automáticamente con las mayorías absolutas conservadoras más holgadas.

Abstención y mayorías absolutas

Es verdad que la única vez que el PP perdió la mayoría absoluta, en el año 2005, Galicia registró su tasa de abstención más baja en unas autonómicas (35,7%, una vez contabilizado el voto del exterior), solo superada por la de 2009. Pero Fraga también consiguió su mayoría absoluta más abultada en 1993 (43 escaños) con una abstención pequeña (35,8%). Y la más corta (38) en sus primeras elecciones gallegas (1989) con una abstención mucho mayor (40,4%).

Lo que sí revela la serie histórica es que las victorias del PP son más cortas cuanto mayor es la expectativa de victoria de la izquierda: en 1989, cuando gobernaba Galicia un presidente socialista, Fernando González Laxe; en 2005, cuando el naufragio del _Prestige_ movilizó a los votantes de izquierda; y en 2009, cuando la presencia de PSOE y BNG en el Gobierno de la Xunta hacía verosímil su continuidad.

Lluís Orriols, profesor titular y vicedecano del grado de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III, es categórico cuando se le pregunta: “No existe una regla general de que a mayor participación, más voto a la izquierda”. Lo que ocurre en Galicia, precisa, es que “el Partido Popular casi siempre ha gobernado”. “Suele pasar que, cuando hay mayor insatisfacción con el gobierno, aumenta la participación”. Y al revés.

Así que, desde su punto de vista, no es tanto que “si aumenta la participación, aumenta el apoyo a la izquierda”, sino que “si aumenta la participación es porque se vislumbran unas opciones de cambio”.

Según Orriols, la afirmación del presidente —si se llenan las urnas gana la izquierda— no es incorrecta. Puede estar en lo cierto, pero no porque los votantes de la izquierda estén menos implicados en el proceso electoral, sino porque no ven alternativa.

Llamamiento a la participación

El analista electoral Jaime Miquel tampoco le da la razón a Sánchez. “No es así”, responde en conversación con infoLibre. Lo entiende como una forma de llamar a “la participación general”. Es verdad, recuerda, que en municipales y generales la izquierda obtiene mejores resultados, pero eso es consecuencia de lo que se conoce como “voto dual”: electores que cambian de papeleta en función de lo que se está decidiendo:, sea el Gobierno de España, la Alcaldía o el color político de la comunidad autónoma.

Arturo González, politólogo y consultor, sí cree, en cambio, que “hay determinados factores que dan la razón a Sánchez”. En primer lugar, argumenta en línea con Orriols, porque “aquellas elecciones donde hay una elevada participación suelen ser elecciones de cambio. Esto ha pasado en Galicia tanto de un gobierno de derechas a uno de izquierdas como en 2009 de uno de izquierdas a uno de derechas”.

En segundo lugar, y aunque González es consciente del voto dual, eso no le impide razonar que lo que busca el presidente es impulsar una participación similar a la de unas generales porque “cuando ha superado el 65%, la izquierda se ha impuesto a la derecha en Galicia”. Por lo tanto, “sí es cierto que cuando hay mayor participación, hay mayor número de votantes de izquierda. Y eso es lo que busca” el presidente.

Pero hay otro factor “más relevante”, asegura citando microdatos de encuestas que han pasado por sus manos en los últimos meses. En Galicia “hay más gente que quiere el cambio que la continuidad del gobierno del PP. Pero parte de esa gente cree que el cambio no es posible. Entonces se queda en casa”, dando lugar a “una especie de profecía autocumplida: ‘Yo quiero el cambio, pero creo que el cambio no es posible, entonces no voy a votar. Ya no me molesto en votar’, con lo cual, al final, como la gente de izquierdas no va a votar, realmente el cambio no se produce”.

González da especial relevancia a la manera en que los abstencionistas responden a la pregunta de si mantendrían su decisión de no votar en el caso de que se convenciesen de que el resultado fuese a ser muy ajustado y en él “el cambio del gobierno se decidiese por un puñado de votos”. El resultado es muy esclarecedor: por cada votante que decía “bueno, si es un resultado muy ajustado, sí iría a votar y votaría al PP”, dos irían a votar a las fuerzas de oposición. Uno al BNG y el otro al PSOE.

Más abstencionistas de izquierdas

Basándose en ese dato, se puede concluir que en la bolsa de abstencionistas “hay mucha más gente de izquierdas”. Y en unos comicios en los que “la distancia no es tanta, si logras incrementar en diez puntos el porcentaje de votos” de ahí la izquierda puede sacar “el doble de votantes que el PP”.

“Para mí, esta es la clave y por eso [los socialistas] están haciendo también este llamamiento a la participación”. Y por eso el PP juega “a dividir y desmovilizar al electorado de izquierdas”. En el Partido Popular saben que tienen una cifra estable de voto, así que su objetivo no es incrementarla, sino conseguir que “proporcionalmente ese número de votantes sea mayor que el de la izquierda”. “Si los votantes de izquierdas se quedan en casa, con el mismo número de votos tu porcentaje es mayor”. Pero “si la izquierda consigue movilizar y convencer de que el cambio sí es posible a esta gente que lo desea, y van a votar, en ese caso, el PP lo tiene mucho más complicado”.

Pero, ¿por qué el votante de la derecha, a diferencia del de la izquierda, sí está movilizado aunque no haya expectativa de cambio? “Porque es más fiel y es menos crítico”, sostiene González. Los votantes de derecha debaten menos qué hacer con su voto, llegan las elecciones y “no se cuestiona más. Llega el domingo y hay que ir a misa. No se preguntan por qué”, explica.

En el caso de Galicia, juegan además factores como la red social y política que, sobre todo en las áreas rurales, contribuye a movilizar ese electorado. “El PP está muy fuerte en los ayuntamientos de menos de 10.000 habitantes, mucho menos en las ciudades, no hay más que ver los gobiernos municipales”. Y además está la edad, que también es otro factor relevante en Galicia. “El PP está muy fuerte entre los mayores de 65 años y muy por detrás entre los menores de 30, y en general entre los menores de 50”, subraya.

Rafael Ruiz, consultor, analista de datos y colaborador de infoLibre, destaca también esa circunstancia. “Una participación alta no garantiza un vuelco en Galicia, porque la derecha ha estado en el 48,3% con un 73% de participación en las elecciones generales”, explica, ”Pero una participación alta es condición sine qua non para que la izquierda tenga opciones”, matiza, “porque el voto de los mayores está siempre más movilizado que el voto joven”. Conforme avanza la edad, explica citando microdatos del CIS, “aumenta significativamente la probabilidad de ir a las urnas”. Y Galicia tiene la tercera población más envejecida de España. “Tener más gente mayor te garantiza una mayor movilización”. A lo que hay que añadir que “el electorado conservador siempre manifiesta una lealtad electoral más elevada que el electorado progresista”. Da igual el contexto, asegura.

El efecto Sumar

Y esto “es especialmente importante en estas elecciones gallegas porque Sumar está muy cerca de tener dos escaños”, sostiene. “Si hicieras un retrato robot del elector tipo de Sumar, veríamos que una de las variables más significativas es que generacionalmente tiene un público más joven que el del PSOE”. Así que una participación elevada significaría, según Ruiz, más posibilidades de que Sumar “consolide esos dos escaños que ahora mismo no están seguros”. “Y eso sería muy importante para la izquierda”, añade, porque probablemente se los quitaría al PP.

“El margen de seguridad” del PP, que Ruiz sitúa entre el “punto y medio” y los “dos puntos y medio” sobre los votos válidos emitidos, se puede ver reducido por tener como cabeza de cartel a un candidato nuevo. Es una circunstancia que normalmente reduce “ligeramente” las expectativas de voto. Cuando tienes “márgenes tan estrechos, si tú te desmovilizas un poco, el escenario es una película diferente”.

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A lo que hay que añadir lo que llama “el factor encuestas”. “Venimos de unas elecciones generales en las que la demoscopia nos ha dicho que la derecha lo tenía hecho y que la izquierda no tenía posibilidades. Esto, en elecciones anteriores en Galicia, lo que había provocado es que la contienda electoral se quedase muerta al inicio de la campaña, porque salía un aluvión de encuestas que daban a la derecha por ganadora y todo acababa ahí”.

Pero ahora la credibilidad de las encuestas está tan en entredicho y es tan baja que “si la izquierda es capaz de colocar el mensaje de que es posible el vuelco, eso puede ayudar a mover a ese público más templado, que no es el elector de carné” y queen la izquierda “es más amplio que en la derecha”.

Ruiz incluye también a Vox en el capítulo de las debilidades potenciales del PP. “Aunque sea muy poco el porcentaje de voto que tenga, puede ser decisivo. El problema que tiene el PP es que, bajando dos puntos, puede perder entre cuatro y cinco escaños”. Y eso es la diferencia entre volver a gobernar o pasar a la oposición (ahora mismo tiene cuatro por encima de la mayoría absoluta). Las distancias son tan cortas que el PP “no se puede dar por ganador”, concluye.

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