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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

TERREMOTO POLÍTICO

Una carta escrita en soledad tras unos meses encajando los golpes: así se fraguó la decisión de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la sesión de control al Gobierno, en el Congreso.

Se habían cruzado todas las líneas rojas. La gota colmó el vaso. Llevaba tiempo dolido y con el ánimo herido por los ataques a su esposa, Begoña Gómez. Y Pedro Sánchez en la soledad del Palacio de La Moncloa se preguntó: ¿Merece la pena? No supo responderse. Por lo que tomó una decisión de manera personal: darse hasta el lunes para decidir sobre su futuro.

Él mismo escribió su carta a los ciudadanos, según revelan fuentes de su entorno. Era una decisión suya y quería redactarla él mismo. Una misiva directa a los españoles. No hubo braimstormings ni equipos de estrategia. No era un simple calentón o una reacción de último segundo. Había una sensación que le recorría el cuerpo desde hace tiempo: de impotencia, de falta reacción ante los ataques, de acoso y derribo con una campaña en la que juegan de manera cómplice algunos medios y los partidos de la derecha.

Había sido una mala noche en el Palacio de La Moncloa a raíz de la información publicada por El Confidencial de que un juzgado abría diligencias contra Begoña Gómez a raíz de una denuncia de la organización ultra Manos Limpias. Era la vuelta a la carga contra la mujer del presidente, que el PP y Vox han querido convertir en un supuesto caso de corrupción a pesar de que hasta dos veces la Oficina de Conflicto de Intereses archivó denuncias del Partido Popular. Sánchez no soportaba más falsedades y acusaciones sin fundamento.  

Había sesión de control a primera hora en el Congreso de los Diputados, tenía tres preguntas. Desde que entró en el Congreso de los Diputados su cara lo decía todo. Los diputados no recordaban verlo así. Nunca, como confiesan parlamentarios. Ni en los días más duros de la guerra interna en el partido. Gabriel Rufián, portavoz de ERC, le lanzaba si creía en la Justicia. El presidente del Gobierno respondía en 12 segundos: “Pues fíjese, voy a ser muy escueto. En un día como hoy y después de las noticias que he conocido, a pesar de todo, sigo creyendo en la Justicia de mi país”.

Sánchez desnudaba así sus sentimientos en plena Cámara. Los rivales del presidente siempre han cultivado una imagen de él fría, robótica, sin sentimientos. Él mismo siempre confiesa en privado que eso le duele. Y desde hace un tiempo también lo ha denunciado en público y lo enmarca dentro de esa estrategia de deshumanización de las derechas para convertirlo en un objetivo de odio. Durante mucho tiempo él pensó que eso no calaría, pero la noche del 28 de mayo con motivo de las elecciones municipales y autonómicas lo palpó en directo.

En ese momento, el jefe del Ejecutivo decidió convocar elecciones generales para que los españoles decidieran el futuro. No podía seguir meses con ese clima hasta diciembre, cuando tenían que tocar las urnas en todo el país. Pero en ese momento cambió su estrategia: ir a todos los programas donde lo criticaban, combatir cada una de las fake news y medias verdades, responder directamente, que la gente lo viera a él y no a la caricatura maligna que se vendía. Nadie pensaba que lo fuera a lograr. Pero él creía que lo podía conseguir, que España no quería volver al blanco y negro. Y se quitó la corbata y paseó al Sánchez más personal: el que lleva la bandera arcoíris en la pulsera y que escucha música indie o a Taylor Swift.

En ese momento volvió el manual de resistencia y hasta le dio la vuelta al “perro Sánchez”. Llegarían meses duros de cara a la investidura y de presiones. La receta fue discreción y diálogo para armar el puzle de la investidura. Tuvo que tomar otra de las necesidades más difíciles con la ley de amnistía. “Hacer de la necesidad virtud”, confesaría más tarde.

Estos meses de este tercer mandato de Sánchez desde el pasado mes de noviembre no han sido fáciles personalmente para el presidente. Según sus allegados, le impactaron mucho todas las concentraciones en Ferraz y los ataques a los militantes. La decepción con Alberto Núñez Feijóo era total, consideraba tibias sus reacciones y que dejaba campar a sus anchas a los ultras. A los asesores del presidente los insultaban hasta en las puertas del colegio cuando iban a llevar a sus hijos. Otro momento impactante fue el de la Nochevieja de Ferraz, con un muñeco de él apaleado en directo.

Y, a la par, empezaba la cacería contra su esposa por un supuesto tráfico de influencias por el rescate de Air Europa y el intento de relacionarla con la trama de Koldo García posteriormente. Durante este tiempo, según fuentes conocedoras, a Sánchez se le ha ido acumulando la sensación de que no ha habido suficiente reacción ante esta cacería, que de hecho era calentada por el PP y Vox hasta en sede parlamentaria. Incluso Alberto Núñez Feijóo llegaba a amenazarle en una sesión de control con empezar acciones judiciales contra Begoña Gómez. Mientras se publicaban incluso noticias con la foto de su mujer cuando se trataba de otra Begoña Gómez.

Esa sensación le ha ido calando. Y especialmente le dolía esa impunidad, ese manto de la llamada “fachosfera”. En su carta lo describe: no tiene rubor en decir que es un hombre enamorado. Es una persona muy familiar, el mejor momento del día es cuando puede cenar son su mujer y sus hijas. Cuando comparten confidencias y se ponen al tanto. De su mujer han llegado a decir hasta en medios que es transexual. Hasta sus hijas algunas vez le han enseñado noticias falsas sobre supuestas estancias de la familia en lugares en los que no habían ni estado. En canales dominados por activistas de la ultraderecha se difundían fotos de sus hijas y hasta les perseguían en la graduación del instituto. Día tras días, insulto tras insulto.

Y este miércoles 24 de abril tras acudir al Congreso Sánchez no pudo más. En la soledad tomó la decisión de plantearse dimitir. No se lo consultó a nadie y se sentó frente al ordenador en el Palacio de La Moncloa. Los suyos dicen que no es un farol como señala la derecha. Pese a la imagen que trasladan sus rivales, él dice que no tiene apego a la silla presidencial y que ya lo demostró convocando elecciones para el 23 de julio cuando todos daban por hecho.

El lunes comunicará ante los medios su decisión. Se encierra así cuatro días para meditar y no acudirá al arranque de la campaña catalana ni a la reunión del Comité Federal del PSOE que se celebra el sábado en Madrid. El PSOE, está en shock. Todos le apoyan y nadie se atreve a decir qué hará. No es un farol, repiten cargos del partido, y todos creen que se debe abrir un periodo de reflexión en España. La dimisión es una posibilidad muy factible. “No sé lo que tiene en la cabeza el presidente, sólo lo sabe él”, confiesa una de las personas que mejor conoce a Sánchez.

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