A España le quedan 25 años para revertir el ‘invierno demográfico’: sin inmigrantes no será posible
Una encuesta reciente interpeló a los ciudadanos de toda Europa sobre la inmigración y arrojó un dato que explica en en buena parte el eco que la extrema derecha está teniendo y que, casi con seguridad, va a entregar a sus líderes la llave del futuro de la Unión el próximo 9J: siete de cada diez europeos creen que el país en el que viven acoge a demasiados inmigrantes. Los más descontentos, los griegos (90%), los chipriotas (84%), los irlandeses (78%), los austríacos (77%) y los búlgaros (76%). En el otro extremo, daneses y portugueses con un 57%.
La mayoría de los europeos (53%) cree además que la inmigración es aun problema y apenas un 22% la percibe como una oportunidad. Un porcentaje que oscila entre el 74% de Bulgaria y el 33% de Luxemburgo. En este ranking, España destaca entre quienes menos atribuyen a la inmigración la condición de problema (39%), a pesar de ser uno de los cuatro países de la Unión, junto a Alemania, Francia e Italia, que acoge a más ciudadanos extranjeros.
La paradoja es que todos los estudios demográficos predicen que Europa en general, y España en particular, no tiene futuro a menos que se abra a recibir inmigrantes. En el caso español, con un envejecimiento que alcanzará a Japón dentro de 16 años, algunos ya se atreven a ponerle fecha: el año 2050. Si seguimos como hasta ahora, a partir de entonces la economía y el Estado del bienestar serán insostenibles.
El país nipón ya se ha puesto manos a la obra. Ejecutivo japonés aprobó en marzo nuevas medidas inéditas en el país para contrarrestar su crisis demográfica ampliando el estatus de “trabajador cualificado específico” a otras cuatro zonas del mundo, lo que permitirá que 820.000 trabajadores extranjeros participen en el programa de colocación hasta el año fiscal 2028.
El prisma mediático
Pero casi nadie habla de ello en Europa. Y tampoco en España. El prisma mediático, que presta más atención a la llegada de migrantes, en pateras en el caso de España, oscurece el anverso positivo de la migración: su capacidad de generar crecimiento económico en los países de acogida y, a través de las remesas que envían a caso los migrantes, en sus lugares de origen. “El tema se aborda principalmente como un problema y no como una oportunidad“, explica Ola Henrikson, director regional de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). “Hay más clics cuando se habla de personas que mueren en el Mediterráneo que sobre los georgianos que vienen a trabajar en la construcción en Alemania”.
Los flujos migratorios producen un cierto rejuvenecimiento de la población trabajadora, pero no cabe esperar que la inmigración solucione completamente el problema del relevo generacional de los trabajadores en nuestro país, según el Banco de España. “Para ello serían necesarios unos flujos migratorios mucho más intensos que los contemplados incluso en las proyecciones demográficas más optimistas. Sería deseable que las políticas migratorias anticiparan proactivamente las necesidades de contratación que se generarán en el mercado laboral español como consecuencia de las futuras jubilaciones y que favorecieran la llegada de inmigrantes que puedan satisfacer las demandas de trabajo”.
El mismo informe alerta sobre el reto de las pensiones, que considera de “extraordinaria envergadura” y “uno de los mayores desafíos a los que se enfrentarán las principales economías en los próximos años”. Y dice que, para que en 2053 se mantenga la relación actual entre el número de personas en edad de trabajar y el de pensionistas, sería necesario triplicar las previsiones del Instituto Nacional de Estadística sobre los extranjeros residentes: la población inmigrante trabajadora tendría que aumentar en más de 24 millones a lo largo de las próximas décadas.
Las evidencias se acumulan. Lo dice el Banco de España, pero también otras instituciones públicas y privadas y las alertas que genera la investigación académica son recurrentes. “Es evidente que el progresivo envejecimiento se traduce en un descenso de la población activa, aquella en edad de trabajar, y por tanto de pagar impuestos. Si en España o en cualquier país del mundo no se asegura el reemplazo de la población activa, esto repercute sobre la factura social y por tanto sobre el mantenimiento de los servicios sociales y sanitarios sobre todo”, confirma Carlos Ferrás Sexto, catedrático de Geografía Humana de la Universidade de Santiago (USC).
Un problema global
El horizonte del envejecimiento demográfico alcanza a todo el planeta. Si no hay cambios, a finales de este siglo la población mundial entrará en una fase recesiva por culpa del envejecimiento y la incapacidad de asegurar que el relevo generacional compense la mortalidad. “En España ya tenemos problemas con el envejecimiento, la baja natalidad y alta mortalidad, y esto puede ir a más de forma creciente. De cara al 2050”, advierte, “si el envejecimiento no se frena con políticas demográficas que incentiven el crecimiento natural y migratorio, el mercado laboral y la sostenibilidad de los servicios públicos, del sistema de pensiones y del estado del bienestar en España tendrá serios problemas”.
Ahora mismo ya existen muchos sectores económicos que son dependientes de la mano de obra extranjera. Los datos del Servicio Público de Empleo son elocuentes: el 45,25% de los trabajadores de la agricultura, ganadería, caza y servicios relacionados con las mismas ya no son españoles, así como el 54,18% de los que desempeñan actividades en los hogares como personal doméstico. Destacan también el comercio, la construcción, el transporte y la confección de prendas de vestir. Cualquiera qwe se haya asomado en los últimos años a la economía de los cuidados sabe también de la importancia de los trabajadores extranjeros en España.
Hay “profesionales cualificados en sectores industriales y de la construcción; desde albañiles, fontaneros, electricistas a mecánicos, destaca el catedrático de la USC. Los hay “vinculados al sector de la pesca y de la construcción naval, también en hostelería, servicios de cuidados a personas mayores o en el sector agroindustrial tanto para manejo de máquinas, la recolección o el procesado de alimentos”. Y hay una demanda importante en “el sector de las tecnologías de la información, profesionales del marketing y de la comercialización, entre otros”.
Son cifras que crecen año a año. En sectores que sólo están dispuestos a cubrir los extranjeros, ya sea por ofrecer condiciones poco apetecibles o porque la juventud es un factor esencial para su desempeño.
Combinar medidas
¿Qué debe hacer entonces España para evitar el desastre que se avecina si no corrige el inevitable camino hacia el invierno demográfico? “Se deben combinar medidas de natalidad y conciliación con medidas migratorias”, afirma sin dudarlo Carlos Ferrás. “En los países del norte de Europa han logrado estabilizar la fecundidad (el número de hijos por mujer en edad fértil) protegiendo y acompañando la crianza, con subsidios directos por hijo menor de edad a las familias que llegan a superar los 200 euros mensuales, así como con la racionalización de los horarios laborales o la creación de servicios de atención y apoyo a la infancia accesibles y gratuitos en los centros de trabajo”.
Pero no basta, añade. Estas medidas deben combinarse con otras “orientadas a la migración, que van desde los contratos en países de origen, el fomento de la interculturalidad en los sistemas educativos o el incentivo a la emigración de retorno, sin olvidar que es preciso afrontar el desafío de la inclusión social de las personas inmigrantes en los lugares de destino”.
Hay que combinar, insiste, la inmigración y las medidas destinadas a incentivar el crecimiento natural. “Es una balanza entre los saldos migratorios y los naturales. Son medidas tanto de apoyo a la natalidad como de apoyo a la inmigración. No se deben desvincular”.
Desde la política, apunta, “debería abrirse un debate claro y transparente sobre el futuro demográfico de España y sus retos a medio y largo plazo. Países como Alemania, Francia o China son muy conscientes de las consecuencias del envejecimiento”. Y de la necesidad de desarrollar “políticas amables y facilitadoras del desarrollo personal y profesional de los jóvenes”. Y eso implica atacar, cuanto antes, problemas como el precio del acceso a la vivienda o los salarios dignos.
La fecundidad no resolverá el problema
“Lo único que salva la demografía española es la inmigración, porque la fecundidad ni está ni se le espera”, sentencia Joaquín Recaño Valverde, experto en demografía de la Universidad Autónoma de Barcelona. La inmigración, subraya este experto, permite revitalizar la demografía de ciertas áreas rurales, como el valle del Ebro, donde hay mucha movilidad de mano de obra inmigrante extranjera. Sin embargo, trata de una inmigración muy dinámica: no se crean estructuras de arraigo. Los inmigrantes se acaban yendo y llegan otros nuevos.
Recaño no tiene ninguna duda: la inmigración es la solución demográfica para toda Europa Occidental. “Nosotros nos hemos incorporado tarde a la inmigración, pero va a ser un tema importante en las próximas décadas”, afirma.
El problema es global, así que la capacidad de atraer inmigrantes se convertirá en poco tiempo en un asunto crucial. El debate pasará del levantamiento de muros al diseño de incentivos para seducir a los jóvenes de otros países. De momento, las tasas de fertilidad comparativamente altas en muchos países de rentas bajas (sobre todo en países orientales y occidentales del África subsahariana) seguirán impulsando el aumento de la población en estas ubicaciones durante el siglo, pero hacia el año 2100 más del 97% de países y territorios tendrá tasas de fertilidad por debajo de lo necesario para mantener su población, según un estudio publicado por The Lancet. Sólo seis países tendrán a finales de siglo crecimiento demográfico: Samoa, Somalia, Tonga, Níger, Chad y Tayikistán.
Implicaciones colosales
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“Nos enfrentamos a un cambio social abrumador a lo largo del siglo XXI”, según el catedrático Stein Emil Vollset del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME), el autor principal a la cabeza del estudio. “El mundo va a experimentar de forma simultánea una ‘explosión demográfica’ en algunos países y un ‘colapso demográfico’ en otros”.
“Las implicaciones son colosales”, explica la doctora Natalia V. Bhattacharjee, coautora principal del estudio y líder de investigación científica del IHME. “Estas tendencias futuras en las tasas de fertilidad y nacimientos vivos reconfigurarán por completo la economía global y el equilibrio internacional de poder, y obligarán a la reorganización de las sociedades”.
“El reconocimiento global de los desafíos en torno a la inmigración y las redes de asistencia mundial serán incluso más cruciales cuando exista una competencia feroz para que los inmigrantes sostengan el crecimiento económico y a medida que la explosión demográfica del África subsahariana sigue aumentando”, advierte Bhattacharjee.