9J | ENTREVISTA CON EL PORTAVOZ DE SUMAR EN EL CONGRESO
Íñigo Errejón: "Hemos normalizado que un nazi agreda a alguien en directo y la Policía no haga nada"
Al final de las extenuantes jornadas de la campaña, Iñigo Errejón se ha sumergido en La cuestión meridional, de Antonio Gramsci, y Proletkult, de Wu Ming. Dos obras que conectan el pasado con el futuro de Europa. Esa Unión que decide su futuro este 9J en plena ola de la extrema derecha, que amenaza con cambiar las reglas del juego en Bruselas. Un terremoto político que también sacude otras latitudes del mundo.
Errejón (Madrid, 1983) dice que hay que combatir a la ultraderecha en el día a día y con medidas. No vale sólo con condenarla en las redes sociales. Su filosofía pasa por un “estilo BOE” frente al “epistolar” que le achaca al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Urge a los socialistas a derogar ya la ley mordaza o cambiar la correlación de fuerzas del Consejo General del Poder Judicial. Y a la vez denuncia la connivencia de los conservadores clásicos con la extrema derecha: “Feijóo ha alimentado a los cuervos de ultraderecha, ahora van a por su ojos. Grazna como ellos porque tiene miedo”.
La recta final de la campaña ha estado marcada por la decisión del juez Peinado de llamar como investigada a la esposa del presidente, Begoña Gómez, ¿qué le ha parecido el movimiento judicial?
Parece que es como si hubiera jueces que también quieran jugar en la campaña sin la necesidad de presentarse. Hay que recordar que esta decisión llega un día después, y alguien mal pensado podría decir que al rescate, de que Feijóo volviera a autolesionarse en campaña. Otra vez tropezaba diciendo que estaría dispuesto a pedirle a Junts el apoyo para una moción de censura. Es decir, la misma razón por la que decía que la coalición es ilegítima. Pues de manera muy pertinente llegó el anuncio a cuatro días de que se vote de una cosa que va a pasar dentro de un mes. Parece como si viniera perfecto para la campaña.
¿Hay lawfare en España?
En España las derechas herederas políticamente de la dictadura retuvieron en 1978 muchísimo poder de veto. Cuando las urnas les daban la razón, todo funcionaba a su favor: tenían el Gobierno, todo el Estado y todo el poder económico. Y cuando no se la dan, el 20% del poder está en manos de la izquierda y el 80% lo tienen ellos, de manera que la izquierda tenga que comportarse siempre como inquilina en un Estado que les pertenece. Se le permite estar y cambiar la decoración, pero ahí están los poderes de toda la vida para decirle que el edificio es de ellos cuando quiere cambiar un tabique. Esto ya venía pasando desde hace mucho tiempo con los movimientos sociales, los independentistas vascos y catalanes y las formaciones de izquierdas. Lo que es relativamente nuevo es que llegue a las puertas de La Moncloa. Creemos que a esa estrategia no se le puede contestar con cartas.
¿Y cómo se contesta?
Hay que democratizar el poder en España, hay que repartir el poder.
¿Eso qué significa?
Facilitar el acceso a las altas magistraturas y también a muchos cuerpos del Estado donde sólo llegan sectores sociales demasiado parecidos entre sí, con demasiada endogamia. Tiene que llegar gente de diferentes procedencias sociales y geográficas. Hay que liberar al Consejo General del Poder Judicial del secuestro del PP. El PSOE tiene que dejar de permitir que el PP se ría del Gobierno de España y dejar de seguir haciendo viajecitos a Bruselas porque esta vez el PP te ha dicho que es la buena, eso es seguir dejando que el Partido Popular se ría de todos nosotros. Para la derecha que tenemos en España el único poder legítimo es el suyo. Todo poder que no sea suyo es ilegítimo y tratan de tumbarlo o disciplinarlo. Una carta puede estar bien para arañar unos puntitos en las encuestas, pero lo que hay que hacer en España es democratizar el poder en el Estado. No puede ser que las mismas familias lleven décadas concentrando tanto poder porque es un juego de mesa trucado. Preferiría más el género BOE que el epistolar. En Sumar nos esforzamos más por escribir en el BOE que en las cartas.
Sumar es el actor político que empuja al Gobierno para las transformaciones
El domingo en Europa, según las encuestas, se puede vivir una ola de la derecha y de la ultraderecha en el Parlamento. ¿Qué está pasando en el continente? ¿Por qué se produce este auge?
Por desgracia no es solo en el continente europeo. Lo estamos viendo en EEUU o en Argentina. Es una ola que recorre nuestro mundo y es un fenómeno complejo. Por una parte, la vida se ha hecho muy insegura, nadie sabe qué va a ser de sí mismo o de los suyos. Esto hace calar un cierto nihilismo de época, lo único que queda es pisar al de al lado. Es una huida hacia adelante desesperada, y ahí la ultraderecha siempre culpa a los que señalamos los límites: los que decimos ‘ojo que los cuerpos se rompen, la salud mental se rompe, el planeta se rompe…’ Y hay otra parte.
¿Cuál?
En realidad ha habido un masivo desequilibrio del poder entre la vida de la gente sencilla y los dueños del dinero. Se ha hecho más fácil creer que tu única posibilidad de mejorar es hacerle la pelota a los dueños del dinero y considerar que te va a ir mejor siendo despiadado con los de abajo. Es como si todos nos hubiéramos metido en la cabeza la película de Mad Max. Eso no se soluciona haciendo llamamientos a la derecha tradicional para que vuelva a los consensos democráticos. Lo más grave del auge de la extrema derecha no es solo la cantidad de papeletas que amontone, sino que empiezan a normalizar el fascismo sectores tradicionales de la derecha. Eso hace un siglo lo hicieron esas derechas porque tenían miedo a una revolución de la clase trabajadora.
¿A qué revolución tienen hoy miedo?
Lo que tienen miedo es a la evidencia de una situación en la que para seguir manteniendo su modelo depredador se pueden convertir en un estorbo incluso la democracia liberal, los derechos laborales, los controles medioambientales y los contrapesos institucionales. Milei dijo barbaridades e insultos en su visita a España, pero el problema fundamental fue la foto que se hizo con la oligarquía española, que nos recordaba que está siempre a un pasito del autoritarismo. Frente a eso y pedirle a la derecha tradicional que por favor regrese, lo que hay que hacer es estirar la balanza por el otro lado. Hay que construir más fuerza en manos de las familias trabajadoras, las clases medias, los autónomos y los pensionistas. Si domina el miedo, en ese campo siempre va a ser más fácil que alguien proponga la solución de aplastar al más débil. A la ultraderecha hay que ganarle en votos, pero también hay que derrotarla en la vida cotidiana.
A la ultraderecha hay que ganarla en votos, pero también derrotarla en la vida cotidiana
¿Le ha sorprendido que Ursula Von der Leyen, del ala moderada del PPE, blanquee a Giorgia Meloni durante la campaña como Alberto Núñez Feijóo? ¿Esto la invalida para ser presidenta de la Comisión?
No me ha sorprendido tanto. En realidad, es el reflejo de un cambio en los equilibrios de fuerza de Europa. Están dispuestos a llegar a acuerdos con la extrema derecha. El problema es cuánto se ha desequilibrado la balanza. Si en algún momento las oligarquías europeas abandonaron esa posibilidad, abrazaron un cierto pacto de posguerra y apostaron por el Estado del Bienestar, fue porque tuvieron mucho miedo a la transformación revolucionaria de la sociedad. Cuando lo han perdido, ahora se atreven a aventurillas ultras. Eso tiene consecuencias en la vida cotidiana todos los días: en España se están disparando las agresiones todos los días a personas LGTBi. Hay mucha gente que vuelve a tener miedo a salir a la calle con su pareja o vestir de una determinada manera. Hemos normalizado que un nazi agreda a alguien en directo y la Policía no haga nada.
Es una especie de doble vara de medir por la cual el fascismo goza de impunidad todos los días para acosar y agredir y, sin embargo, es muy dura contra los militantes de izquierdas, los independentistas y las feministas. Hay gente que a la vida se le llena de miedo. Por eso no podemos expresar solo nuestras condenas por Twitter, sino que hay que hacer cambios. Hay que derogar la ley mordaza mañana, hay que rescatar el Consejo General del Poder Judicial. Para eso estamos en el Gobierno. Hace un año todo el mundo creía que la extrema derecha iba a arrasar en España, incluso el PSOE. En Sumar, que acabábamos de levantar deprisa y corriendo una candidatura con muchas dificultades, lanzamos una campaña destinada a derrotar ese clima moral de pesimismo. Lo logramos.
¿Huele ese espíritu del 23J para este 9J? ¿Está activado el electorado progresista?
Les va a volver a pasar. Feijóo dijo que esto era un plebiscito sobre el Gobierno y lo va a volver a perder. Nos tomamos ese examen en serio: tienen que perder las derechas, pero desde Sumar pedimos el voto para que gane la parte que impulsa al Ejecutivo. No creemos que en el Gobierno haya que estar para permanecer, sino para transformar. Lo que decimos lo tienen muy claro los poderosos. La patronal sabe que si se sube el SMI es porque está Sumar y las eléctricas saben que si hay impuestos extraordinarios es por nosotros. Las grandes cadenas de supermercados que suben artificialmente los precios saben que si Sumar tiene fuerza se va a intervenir la cadena de precios. Los rentistas y los fondos buitres saben que si estamos fuertes se interviene el mercado de la vivienda. Esto también se vota en estas elecciones. Es fundamental que tenga fuerza el actor político que en el Gobierno pelea para que las transformaciones se produzcan. Hay un actor político que empuja al Gobierno con sus costes y dificultades y asumiendo contradicciones. Se llama Sumar. Hace tiempo que marcamos el rumbo del Gobierno, vamos con ese currículum a las urnas. Pedimos que se refrende con el voto que no sólo hay que decir que hay equilibrar el poder y plantar cara a la extrema derecha, sino que hay que llevarlo al BOE.
Han subido el tono con el PSOE durante estos días, ¿corre peligro la coalición tras el 9J?
El único peligro de la coalición es defraudar a sus votantes. Hemos sido extraordinariamente leales, pero somos honestos. Eso es señalar cuando las cosas no van del todo bien. El Gobierno de España hace un inmenso esfuerzo por luchar contra la desigualdad y redistribuir la riqueza, pero hoy todo eso se lo están comiendo los rentistas con un impuesto que funciona todos los meses: la vivienda. Si no cerramos ese agujero negro, una buena parte de los esfuerzos del Gobierno no serán suficientes. El gesto inédito de Sánchez de retirarse cinco días muestra que estamos ante una encrucijada: ¿tiene derecho la izquierda en España a gobernar con normalidad o siempre va a haber un ambiente irrespirable hasta que decida bajar los brazos y decepcionar a los suyos?
Si la respuesta es que hay que acomodarse, así han pasado cuarenta años. Si es que para garantizar que el voto de cualquier ciudadano vale lo mismo se tienen que hacer transformaciones, entonces hay que atreverse a hacer cambios de calado. Es decir, el punto y aparte que anunció Pedro Sánchez hay que llenarlo de contenido. Si no se hace, se corre el riesgo de desmoralizar al voto de la coalición y envalentonar a los reaccionarios. Hay que tomar medidas para democratizar el Estado. Pero no hemos visto ninguna y nosotros hemos propuesto una batería. Es evidente que casi todos los avances que el Gobierno puede hoy exhibir son porque está Sumar, como el reconocimiento del Estado Palestino, la subida del SMI y las multas a las compañías aéreas que abusaron de los equipajes. Suceden porque estamos. Queremos que esto se extienda en Europa, pero es que nuestra presencia es la excepción europea. Tratan tan mal a este Gobierno para disciplinarnos y que no se cambie una coma. Las pocas que se han movido es porque están Yolanda Díaz y los ministros de Sumar. Pero hace falta más fuerza detrás. No basta con el que viene el lobo, hay que cambiar la vida.
Confiamos en que Sumar va a tener un muy buen resultado
Hablaba de la izquierda. Sumar y Podemos concurren de manera independiente. ¿Confían en quedar por delante de ellos? ¿Deberían volver a coincidir en próximas elecciones?
Sumar va a estas elecciones con una coalición muy grande con todos los que han querido estar y que representan a mucha gente y a muchas sensibilidades, pero que consideran que hay que empujar y ayudar a la fuerza que realiza transformaciones desde el Gobierno de España. Está todo el que ha querido estar. Confiamos en que vamos a tener un muy buen resultado.
Usted fue un gran conocedor del fenómeno Tsipras en Grecia. Intentó cambiar la UE, pero no fue efectivo. Pero posteriormente la UE sí se enfrentó a la crisis de la pandemia de una manera diferente sin la austeridad de 2008 e incluso se ha llegado a un tipo de mutualización de la deuda a través de los Fondos Next Generation. ¿Ha cambiado la Unión durante este tiempo? ¿Corre el riesgo de que vuelva la época de los hombres de negro?
La respuesta es un poco contradictoria: sí a las dos preguntas. Es decir, la gestión política y económica de la pandemia demostró que hay otra receta y que Tsipras tenía razón, lo que pasa es que a él lo masacraron. Pero como la pandemia afectó a toda Europa por igual pues pudo haber un acuerdo. No debemos abandonar esas políticas que sostuvieron nuestra economía. Hay que hacerlas permanentes. El regreso a las reglas de la austeridad votado en común por el PPE y los socialistas es un inmenso error, va en el camino contrario. Se trata de garantizar que a la economía de nuestros países le va bien cuando a la gente le va bien. La economía va como un cohete cuando a las familias les va como un cohete. La prosperidad tiene que ser justa. Las políticas que funcionan son Estados inteligentes que conduzcan la economía en el sentido de la industrialización justa, verde y desarrollo.
Dice que es una receta que funciona, pero vemos una tendencia en el continente europeo a eliminar el Pacto Verde por parte de la extrema derecha y de algunos conservadores. ¿Se puede ir a una involución en la lucha contra el cambio climático?
La ONU ha reconocido que vamos alcanzar el grado y medio de calentamiento adicional, lo que es una noticia desastrosa. No solo afecta a que se derritan los casquetes polares, sino que atañe también al precio de las materias primas, a nuestros ecosistemas, a nuestra calidad de vida, a nuestra salud… La lucha contra el planeta no la podemos ganar, sólo perder. Al planeta hay que declararle la paz. Los que lo niegan también ven las señales, pero no están dispuestos a asumir las recetas porque eso pasa por la planificación democrática de la economía.
¿Y por dónde pasa eso?
Básicamente que lo que seamos, lo que produzcamos y lo que consumamos no puede depender solo de lo que dé más dinero. El planeta se agota. Tenemos que hacer cambios en la economía mayores que lo que supuso la revolución industrial. Al hacerlo podemos generar riqueza y cientos de miles de buenos trabajos verdes, estables y bien pagados. Para eso la UE tiene que querer ser la campeona de la transición energética. Y eso no es solo pintar de verde a las grandes energéticas, no estamos de acuerdo con la receta del PSOE.
Teresa Ribera se presenta como la gran candidata verde, ¿qué diferencia tiene con ustedes?
La transición ecológica tiene que ser justa, la tienen que pagar los ricos. No estamos de acuerdo con que haya que bonificar los impuestos a las energéticas. Si no, la van a acabar pagando los transportistas y los trabajadores. Entonces enfrentas justicia social con justicia climática, lo que es una catástrofe para todos. No cedemos en eso ni un milímetro.
La transición ecológica tiene que ser justa, la tienen que pagar los ricos
Hay otro gran debate sobre la mesa en Europa sobre el incremento del gasto militar. En Alemania, por ejemplo, la única partida que sube en los presupuestos es esa en un Gobierno liderado por los socialdemócratas. ¿Está a favor de la creación de un Ejército europeo? ¿Qué le parece esta tendencia? ¿Se sintieron engañados por la parte socialista con la aprobación de más de mil millones de euros para armas a Ucrania?
Cualquier incremento de gasto militar y para la guerra tiene que ser discutido políticamente en la sede de la soberanía popular. No se puede hacer que sea como un memorándum de entendimiento cuando hablamos de 1.100 millones de euros. Tenemos una posición muy clara: no somos favorables al incremento del gasto militar. Consideramos que hay otras prioridades. Los Estados europeos gastan ya suficiente en armamento, lo que hay que hacer es coordinarlo. Decimos que esto tiene que llegar al Congreso: el PSOE quería ahorrarse la foto con el PP y Vox.
En la UE hay un debate también sobre el fenómeno migratorio. ¿Se siente cómodo en el pacto migratorio de la UE? ¿Qué le parece la propuesta de Núñez Feijóo de que los migrantes firmen una carta de adhesión a los valores europeos?
El pacto que firmaron los socialistas y los populares está permitiendo que haya seres humanos a los que se les devuelva a las puertas del desierto. Es una verdadera barbaridad. Nos avergüenza en términos éticos, pero ni siquiera es eficaz. Europa tiene que asumir que tiene que generar vías seguras de migración que permitan la convivencia en nuestras sociedades. Claro que la llegada de gente que viene en condiciones muy difíciles es un desafío para las sociedades, ¿pero hay que poner muros más altos? ¿Amenazar con más muerte y sufrimiento? Hay que dedicar recursos para la convivencia. El problema no es el que viene, sino la pobreza y la exclusión social. Todo el mundo migraría para tener una vida mejor si lo necesitara.
Que el señor Feijóo se apunte a las políticas racistas indica que tiene miedo. Ha criado a los cuervos de ultraderecha, los ha alimentado y ha subvencionado con sus gobiernos autonómicos a sus medios de comunicación. Se pasan el día hablando contra lo público y luego viven de las subvenciones que les dan los gobiernos del PP y de Vox. Ahora esos cuervos van a por sus ojos. Como tiene miedo, trata de graznar como ellos. Es un problema que tiene que resolver él, que ha naturalizado a la extrema derecha.
Durante el debate de la ley de amnistía, se escucharon insultos racistas por parte de diputados de Vox a Gerardo Pisarello, de Sumar. ¿Qué sintió?
La ultraderecha intentó el otro día que no se pudiera votar en el Congreso. La última vez que lo hicieron fue con votantes suyos hace cuarenta años en el 23F. Como iban a perder la votación de la amnistía, intentaron que no pasara. Responde a la estrategia del líder intelectual de la derecha y de la ultraderecha, José María Aznar, que llamó a toda una rebelión de los privilegiados en España para evitar que se hiciera una ley con eso de “quien pueda hacer que haga”. Insulta quien tiene el cuajo de creer que el poder es suyo. Entienden que hay dos cosas en España que no se votan: la composición de la nación y el reparto de la riqueza, eso depende de los apellidos. La ley de amnistía se aprobó, y me alegro mucho. Y quiero decir una diferencia.
¿Cuál?
No me alegro porque hicieran falta esos votos para la investidura ni porque mi opinión haya cambiado. Nunca estuve de acuerdo con el 155 ni nunca dije que la amnistía fuera inconstitucional. Defendimos siempre que era justa y que no queríamos un país en el que un director o una jefa de estudios entraran en prisión por una consulta democrática. Además es un camino políticamente correcto: la convivencia entre los pueblos no se decide a porrazos y rejas. Lo peor cuando le dicen “sudaca” a Gerardo no es que se lo digan a un diputado, sino a qué no se atreverán con los que no son parlamentarios. ¡Qué harán cuando no haya cámaras grabando!
Más del 50% de las leyes que aprueban las Cortes emanan del Parlamento Europeo. ¿La gente es consciente de lo que se vota el domingo? ¿No tendrían que hacer autocrítica los partidos al no tomarse en serio muchas veces estas elecciones?
No somos conscientes de cuántas cosas se deciden en Europa. Pero no es culpa de la ciudadanía, sino fundamentalmente del diseño de la gobernanza en la UE, que se ha encargado de poner una buena parte de los debates a buen recaudo del escrutinio ciudadano. Una buena parte de los temas que tienen que ver con la gobernanza económica no se votan. Por ejemplo, los relacionados con el Banco Central Europeo, que emana mucho menos de la soberanía popular que la Reserva Federal. Es un déficit democrático en la constitución de la Unión Europea y las poblaciones han respondido con un alejamiento. Es la pescadilla que se muerde la cola.
¿Por dónde se puede romper eso?
Con una irrupción decidida para reapropiarse de las instituciones y del poder político y económico de Europa. La manera de ver eso es muy clara: la noche de las elecciones europeas se publicarán los datos de participación por barrios. De nuevo volveremos a comprobar cómo en los distritos más ricos votan todos. Si uno quiere saber si votar es importante o no, sólo hay que ver lo que hacen los ricos. No votan, fichan todos. No suelen hacer nada gratis. Quieren tener amarrado el poder político. Eso es un buen ejemplo para saber cómo los pueblos de Europa deben comportarse ante las elecciones.
Feijóo ha alimentado a los cuervos de ultraderecha, van a por sus ojos. Grazna como ellos porque tiene miedo
Hablamos siempre de las elecciones en España, pero estamos en un macrociclo en las urnas en el mundo. Acaba de haber un proceso en India y pronto también serán los del Reino Unido y Estados Unidos. ¿Qué supondría la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca para Europa?
Su regreso supondría un espaldarazo a quienes intentan hacer de la política un juego de odio y crueldad. Sería una pésima noticia para las democracias. Hay una contienda global sobre si las decisiones las tienen que tomar los pueblos a través de sus instituciones o hay que rendirse ante los caprichos de los amos del dinero. Se ha publicado que en Argentina la pobreza ha llegado al 55% desde la llegada de MIlei: es fundamental explicar que desde que el dinero es más libre allí la gente es más esclava. Es la pelea del siglo XXI. Tenemos que esforzarnos para ser ejemplo: el Gobierno de España lo tiene que ser de progresismo. No porque la ultraderecha nos insulte, sino por hacer la vida mejor. Tenemos la obligación de ser faro.
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La constatación del absoluto desastre que ha sido el modelo de los conservadores de intento de vuelta a Margaret Thatcher. Hundieron económicamente al país y lo pusieron en una crisis política sin precedentes. Demostraron que son unas políticas fallidas e inviables.
¿Qué está leyendo ahora que explique la Europa de 2024?
He vuelto a leer La cuestión meridional de Antonio Gramsci, sobre la unidad italiana y el problema de la relación entre el norte y el sur. Escribió estos textos en un momento de auge del fascismo. También estoy leyendo la novela Proletkult, de Wu Ming. Es un descanso cuando llego a casa después de las horas en el Congreso y en la campaña. Hay que volver a reivindicar una cierta imaginación utópica.