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La universidad privada factura ya en España 2.000 millones y encuentra una mina en los másteres

Varios alumnos de la Facultad de Ciencias económicas de la Universidad CEU San Pablo, en Madrid.

Todas, al unísono, se han levantado. Las universidades públicas de Andalucía han mostrado su "firme rechazo" a la "estrategia de privatización" del sistema que ha puesto en marcha, acusan directamente, la Junta de Juanma Moreno. Ha sido tras caer la gota que ha colmado el vaso. La Escuela Universitaria de Enfermería y Fisioterapia San Juan de Dios, integrada en la Universidad Pontificia Comillas, con sede en Madrid, ha aterrizado en el campus de Bormujos de Sevilla. Además, de forma "exprés", sin autorización del Consejo de Gobierno, lo que preocupa todavía más. "Sienta un preocupante precedente", lamentan los rectores. Pero no es un caso aislado. El sector privado lleva años ganando presencia en la universidad. En toda España, además. Los datos así lo muestran y los expertos así lo corroboran. "La universidad es ya un auténtico negocio en nuestro país", denuncia Enrique Díez Gutiérrez, profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León.

Se comprueba se mire donde se mire. Empecemos por las estadísticas oficiales. Porque el número de centros privados y públicos está a punto ya de equipararse. Desde el año 1998 no se ha creado ni una sola universidad pública, pero en el último cuarto de siglo se han creado 25 privadas, es decir, a un ritmo de una al año. Dicho de otro modo: ahora mismo hay 50 públicas y 39 en manos privadas.

Vayamos ahora a las titulaciones. El número de grados ha crecido en todas las universidades, aunque de forma muchísimo más acuciada en la privada, donde desde el curso 2015-2016 lo han hecho un 49,7% (pasando de haber 665 a 996). En la pública, en paralelo, lo han hecho un 13% (de 2.062 a 2.326). La consecuencia, claro, se observa en la cantidad de alumnado. Mientras que en las primeras ha crecido un 68%, en las segundas ha disminuido un 5,7%.

Pero en cualquier caso lo más grave no se encuentra aquí, sino en los máster. "Es de ahí de donde realmente está sacando dinero el sector privado", critica Díez Gutiérrez. Las cifras también son claras en este caso: mientras la oferta en estos títulos ha descendido un 7% en la pública, en la privada han crecido un 59%. Si hace ocho años sólo había 747 titulaciones, ahora mismo ya hay 1.188. Por eso su alumnado en este ámbito ha crecido un 161%. "Está claro que la privada está robando los máster a la pública", lamenta Cynthia Martínez-Garrido, profesora de Métodos de Investigación en Educación en la Universidad Autónoma de Madrid.

Pero, ¿por qué? No es una mera casualidad. "Los grados no suponen un negocio porque exigen tener mucho profesorado, una docencia presencial e instalaciones. En definitiva, ser una universidad", explica el profesor. En cambio, los máster "tienen mucha más flexibilidad". En primer lugar porque pueden impartirse de manera online, una modalidad que ya escoge, según relata Martínez-Garrido, el 56% del alumnado de la privada pero menos del 10% del de la pública. Y que favorece el ahorro de los costes en plantilla, además.

La segunda posible razón, abunda Díez Gutiérrez, es que ofrecen titulaciones propias que, aunque no garanticen la "calidad" de la enseñanza, sí otorgan eso: un título. Aquí lo que cuenta, señala el experto, es la posible salida laboral. Y para muestra, un dato: el 25% de los nuevos profesores de Educación Secundaria salió de un máster privado y a distancia. "Ya hay maestros que se han titulado sin saber lo que es dar clase", lamenta Díez Gutiérrez.

El profesorado es otro indicador importante. En la última década, el personal docente investigador ha crecido un 11%, pero los funcionarios en la pública han descendido un 15%. "Al final, no se está haciendo una reposición tras las jubilaciones", lamenta Martínez-Garrido. En paralelo, la plantilla de docentes investigadores ha aumentado un 55%. "A mí lo que me dicen estos números es que la situación va a ir a peor, porque parece que la privada se está preparando para la llegada de más alumnado", señala.

La idoneidad: ¿hacen falta tantas universidades?

Volvamos a los centros. En 1997, hace 27 años, había 16 universidades privadas, pero hoy son ya 39. Han crecido, por tanto, un 143%. Pudiera parecer, leyendo las cifras, que el incremento responde a una necesidad demográfica, pero no es así. Ni lo será. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística recogidos por los colectivos Por otra política educativa. Foro de Sevilla y Unidigna, la población de entre 18 y 25 años no ha aumentado significativamente en todo este tiempo y la infantil es cada vez más pequeña, así que la consecuencia es clara: la población en edad universitaria no va a aumentar de forma significativa en los próximos años.

No es una cuestión banal. Según recuerda Díez Gutiérrez, uno de los requisitos para que las administraciones autoricen nuevas universidades privadas es, precisamente, que estos centros repondan a la "demanda social". Dicho de otro modo: que no compitan con el sector público. "En teoría, si en una ciudad ya hay una universidad pública que da respuesta a la población, no se puede crear otra", recuerda el profesor. Es más, los datos que recoge Martínez-Garrido cifran en 150 los municipios a los que llega la pública de forma presencial y en 59 a los que cubre la privada.

Así que se puede afirmar de forma vehemente: la privada no cubre una posible falta de oferta.

Hay que tener en cuenta, además, que en 2021 el Gobierno endureció los requisitos para autorizar centros nuevos, fijando unos mínimos exigibles de calidad docente y de investigación, como también de profesorado, equipamientos y organización que, en cualquier caso, no tienen porqué demostrarse antes de 2026. "Aunque no cumplan todos estos criterios, y aunque los informes de las instituciones así lo señalen, las comunidades autorizan", lamenta Díez Gutiérrez.

Sobre todo ocurre en Madrid, donde ya hay 12 centros privados y seis públicos que, además, denuncian estar infrafinanciados. Lo hicieron también al unísono el pasado mes de abril, cuando la media docena de rectores lamentó tener un 15% menos de financiación que en 2010, una precariedad del 49% y una plantilla altamente envejecida de la cual, además, se jubilará el 30% en la próxima década. "La financiación que recibimos de la comunidad no cubre ni los gastos de personal. Tenemos una obsolescencia en todas las infraestructuras, estamos anticuados", expresaron.

"La financiación es fundamental y lo que vemos es que los gobiernos autonómicos, en su mayoría los del PP, están desfinanciando la universidad pública, lo que genera también mucha precariedad entre las plantillas", lamenta Díez Gutiérrez.

Fondos de inversión y lluvia de billetes en la privada

Pero mientras las administraciones secan la pública, los fondos de inversión riegan la privada. El último ejemplo se conoció este mes de abril, cuando el fondo EQT se hizo con una participación mayoritaria en la Universidad Europea tras llegar a un acuerdo con Permira, que desembolsó 770 millones en 2019 por adquirir ese centro, el campus de Valencia, el de Canarias y otros dos en Portugal.

Ahora, sus números tienen mejor cara que nunca. Desde ese año el fondo ha duplicado su volumen de ingresos y ha multiplicado por 2,5 su resultado bruto de explotación. En paralelo, además, han triplicado su número de alumnos.

Pero no ha sido el único. La facturación del sector, según el Observatorio Sectorial DBK de Informa, alcanzó los 2.390 millones en 2022, lo que supuso un 10,4% más que un año antes. En concreto, las seis universidades no presenciales con actividad en 2022 generaron unos ingresos conjuntos de 480 millones de euros en ese ejercicio, tras crecer un 8,8% respecto a 2021. Por su parte, las universidades presenciales alcanzaron en 2022 los 1.910 millones de euros, un 10,8% más.

El resultado: elitismo y desigualdad

Los números tienen sentido porque, según denuncian los colectivos Por otra política educativa. Foro de Sevilla y Unidigna, el coste medio de un curso en estos centros multiplica por cinco o hasta por seis el de una universidad pública. Y eso, sumado a lo anterior, implica consecuencias claras. Para Díez Gutiérrez, el avance del sector privado en la educación superior supone que ésta deje de ser un derecho y se convierta en algo "sólo para las élites que puedan pagarlo", que además es educada en valores como "la competitividad y el capitalismo". "Los centros en manos de empresas no forman en valores humanistas y que buscan el bien común y la solidaridad, por eso cada vez hay más jóvenes que votan a la extrema derecha", lamenta.

En términos de competitividad, además, tenemos la prueba de las notas. Y es que en la universidad ocurre algo parecido a lo que ocurre en Primaria o Secundaria: el alumnado de la privada obtiene mejores calificaciones que el de la pública. En concreto, y según ha recogido Martínez-Garrido, la tasa de rendimiento de los universitarios de los centros públicos está en un 78,9%, un porcentaje que en os privados asciende hasta el 88%. "Es decir, en estos últimos tienes más posibilidades de aprobar", señala la experta. La diferencia se ve todavía más en la rama de arquitectura o de cualquier ingeniería. "En las públicas sólo hay un 33% de alumnado que aprueba un curso por año, más o menos. En la privada es un 51%, son casi 20 puntos más", lamenta.

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La explicación en este caso nos vuelve a llevar a la concepción de la educación, en este caso superior, como un negocio. "En términos de publicidad a la privada le interesa dar a conocer estos números, porque es evidente que estudiar en sus centros es mucho más caro", lamenta Martínez-Garrido.

En cualquier caso este aspecto nos conduce directamente a la desigualdad. Porque este alumnado que aprueba con más facilidad procede, a su vez, de las familias más adineradas, que son las que mayormente acuden a estos centros.

Pero hay más. Porque el hecho de que triunfen los máster lleva, a su vez, a que los grados pierdan valor. Y a que lo que valga sea, precisamente, un mero título de máster. "Es una forma de diferenciación social que al final lastra el acceso al mundo laboral de quien no tiene un estudio de ese nivel", critica Díez Gutiérrez. ¿Y quienes son? Los hijos e hijas de las familias más humildes.

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