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El reto de integrar energías renovables y biodiversidad es posible

Un zorro en las instalaciones de la planta solar de Iberdrola Campo Arañuelo III en Arañuela (Cáceres)

El futuro del planeta pasa en gran medida por la descarbonización. Así lo entiende la Unión Europea, que ha puesto fecha ya a este objetivo: en 2050, su economía deberá haber alcanzado la neutralidad climática. Para conseguirlo, la energía eléctrica ganará cada vez más protagonismo y, con ella, las fuentes renovables. 

En este contexto, España cuenta con una gran ventaja. Resulta que su potencial para generar energía renovable es enorme. Disponemos de abundante potencial eólico y solar, donde el recurso es infinito, perfectamente complementados por la hidroeléctrica.

Esto significa que su capacidad para instalar plantas que aprovechan la energía del sol y del viento es inmensa. Por la solar fotovoltaica apuesta el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que pretende convertirla en la fuente con mayor capacidad de generación de energía eléctrica de aquí a 2030, con 76 GW instalados.

Una transición con impacto positivo

En un futuro en el que la demanda eléctrica actual se podría duplicar —tal y como proyecta un informe de AFRY para Iberdrola— parece claro que el camino pasará por la instalación de plantas solares en el país. 

No solo se espera de ellas que ayuden a obtener energía limpia y barata, sino también a reducir la dependencia energética. El PNIEC confía en que las renovables ayuden a reducirla hasta el 51% en 2030, con un ahorro en importaciones de más de 90.000 millones de euros.

Sin embargo, el despliegue de renovables no puede hacerse de cualquier manera. No solo debe ser respetuoso con la biodiversidad y el medioambiente: también debe ayudar a preservarlos. 

Precisamente sobre este reto han hablado distintos expertos en un encuentro impulsado por Iberdrola en el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso (Segovia). El objetivo: fomentar las mejores prácticas entre renovables y biodiversidad mediante la conversación entre actores clave y con diferentes perspectivas.

El foro ha reunido a expertos y representantes de distintas entidades: el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, AMUS, CEOE, FORÉTICA, UNEF, AEE, S&P Global Ratings, Redeia, Ecoacsa; a las Universidades de Salamanca, Málaga, Oviedo y Rey Juan Carlos, y a los periodistas José Maria Camarero y Ramón Roca, así como al director de comunicación de la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León y vicepresidente de APIA, Javier Valenzuela, que han moderado el evento y compartido las principales conclusiones.

Durante el encuentro se han mostrado algunas experiencias exitosas sobre impactos positivos en la biodiversidad de la transición renovable. Una transición que se lleva a cabo de manera acelerada, pero que no pierde de vista uno de sus objetivos principales: la protección de la naturaleza.

Despliegue responsable

Esa comunión entre transición renovable y cuidado del entorno pasa por la planificación, el diseño y la ejecución responsables de las plantas fotovoltaicas y eólicas. Desde la elección de su ubicación hasta el desarrollo de actividades con impacto positivo en la naturaleza y la economía de la zona, todo debe estudiarse al milímetro para asegurarse de que la infraestructura será realmente respetuosa con el entorno durante toda su vida útil.

Así lo explica David Álvarez, CEO de Ecoacsa, compañía especializada en ayudar a las empresas a incluir los aspectos ambientales en su toma de decisiones. “Ser respetuoso con la biodiversidad implica conocer la relación que una planta de energías renovables tiene con la biodiversidad. La biodiversidad es muy amplia y, para entenderla correctamente, la mejor forma es entender y priorizar objetiva y cuantitativamente la relación con sus componentes: ecosistemas y especies”, indica. 

Esta visión ayuda a identificar correctamente los impactos y dependencias, a definir objetivos cuantificados y a priorizar las acciones de mitigación que se deben desarrollar. 

La tecnología también ayuda en esta tarea, gracias a herramientas que permiten contabilizar los impactos, así como monitorizar el estado de los ecosistemas y las especies con el paso del tiempo. 

“Es imprescindible contar con la mejor información disponible, con el mejor detalle y más actualizada para tener garantía de un mejor conocimiento del proyecto”, asegura David Álvarez. El experto destaca que las herramientas de información satelital, LiDAR o los sensores conectados (ioT) serán esenciales, así como el apoyo de herramientas de inteligencia artificial para analizar y procesar toda la información.

De escombrera a planta solar

Se trata de que el despliegue de las necesarias energías renovables no solo no compita con la biodiversidad, sino que ayude a preservarla. Es un objetivo que se debe tener en mente cada vez que se plantee la instalación renovable y a lo largo de todo el proceso.

Un ejemplo de ello es la planta fotovoltaica Campo Arañuelo III, la primera a gran escala con baterías de almacenamiento en España, que Iberdrola ha instalado en la comarca de Almaraz (Cáceres). En este caso, se ha tenido en cuenta el potencial impacto sobre la fauna y la flora al considerar su ubicación.

Finalmente se eligió un emplazamiento dividido en distintas zonas de implantación, de las cuales una había sido utilizada como escombrera y el resto presentaban suelos deteriorados. Todas ellas, libres de figuras de protección. 

Además, el diseño y la disposición de los paneles de Campo Arañuelo III minimizó la fragmentación del territorio, eligiendo para ubicar las instalaciones los terrenos más antropizados. Los recintos están rodeados de malla cinegética para que los animales puedan entrar y salir con facilidad. Incluso el trazado de la línea eléctrica evita el paso por espacios protegidos.

Setas y ovejas buscan (y encuentran) sombra

Este tipo de actuaciones forman parte del objetivo que se ha marcado Iberdrola para 2030: que su impacto neto en la biodiversidad de toda su actividad sea positivo a partir de ese año, como lo recoge en su Plan de Biodiversidad. Además, y para integrar a la naturaleza y el impacto social en los desarrollos renovables, la compañía ha puesto en marcha su Programa Convive, que aúna ambos objetivos en un intenso programa de trabajo con las comunidades locales.

Esta iniciativa incluye multitud de medidas para que las instalaciones renovables sean plenamente compatibles con la biodiversidad, la agricultura, la ganadería o incluso la apicultura. La propia planta de Campo Arañuelo III ha promovido la introducción de 35 colmenas en un terreno calificado como ecológico, potenciando la polinización de la zona.

Otro ejemplo en este sentido es la planta solar fotovoltaica Revilla Vallejera, en la provincia de Burgos. En estas instalaciones, Iberdrola puso en marcha hace unos meses el primer proyecto en España de cultivo de setas en instalaciones fotovoltaicas, en colaboración con la empresa productora de setas y hongos Fungi. Este proyecto permite aprovechar la sombra que proyectan los paneles para mantener la humedad del terreno y favorecer el crecimiento de los hongos. 

Además, 600 ovejas pastan cada día en el recinto de esta instalación. De esta manera, los ganaderos ganan nuevos espacios para su actividad y los animales ayudan a mantener el terreno de manera ecológica mientras se alimentan. Lo liberan de maleza y, por tanto, reducen el riesgo de incendio. Las ovejas también encuentran en los paneles solares sombra y protección contra el sol, la lluvia y el viento.

Estos son algunos ejemplos de esa simbiosis que ya se desarrolla entre las plantas solares y su entorno para asegurarnos un futuro sostenible.

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