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Los estragos del aburrimiento en la salud mental: ¿un mal necesario o un sentimiento que evitar?

Detalle de la portada del libro 'Estoy aburrido', de Brian Moses

Quitar una película después de solo diez minutos, no poder avanzar en la lectura de un libro que se hace interminable, un viaje en tren sin ningún entretenimiento... Estas situaciones nos resultan conocidas porque el aburrimiento es una experiencia universal.

No importa nuestra edad, procedencia o incluso la época en la que hayamos vivido, todas las personas hemos sufrido aburrimiento. De hecho, ya algunos de los clásicos de la antigüedad hacían referencia a este hastío que sentimos cuando no tenemos nada que hacer o no tenemos libertad para elegir. Aunque no se escribe de manera explícita, en la Odisea entendemos que Ulises se aburre cuando pasa siete años encerrado en una isla con Calipso, al igual que los dioses del Olimpo tratarían de acabar con el aburrimiento de la vida eterna interesándose por las vicisitudes de los humanos.

El aburrimiento es, por tanto, un fenómeno con el que todos y todas estamos familiarizados pero, ¿qué sabemos de él? ¿Es algo que debamos evitar a toda cosa? ¿Nos aburrimos menos que antes? ¿Podemos sacar algo positivo? Preguntas comunes todas ellas a las que ha tratado de dar respuesta la filósofa Josefa Ros Velasco, Premio Nacional de investigación, que ha dedicado más de una década de su vida a investigar el aburrimiento.

El aburrimiento como un dolor conveniente

Pese a que parece que este fenómeno nos lleva acompañando desde hace siglos, no existen muchos estudios alrededor del aburrimiento. Los primeros en poner por escrito su interés por este fenómenos fueron los filósofos, y lo hicieron reflexionando en torno a los beneficios que podemos extraer de ese sentimiento incómodo.

Ros Velasco pone de ejemplo la visión de Hans Blumenberg. Este filósofo alemán “comprendía el aburrimiento como una emoción adaptativa” que nos ayuda a ajustarnos en situaciones difíciles. Según Blumenberg, el tedio es un gran motor de cambio: cuando nos sentimos aburridos, experimentamos una incomodidad que nos empuja a buscar nuevas actividades o cambios que nos saquen de ese estado. Además, también sugiere que esta lucha contra esta sensación puede facilitarnos la adaptación a cambios inesperados a los que tengamos que enfrentarnos en el futuro.

Esta comprensión del aburrimiento llevó a algunos filósofos a sostener que éste "pudo haber estado presente en los orígenes de nuestra especie y pudo haber sido una condición de posibilidad del desarrollo de algunos de los aspectos que nos caracterizan, como el lenguaje o el pensamiento abstracto”. Así lo explica Ros Velasco en su tesis doctoral, donde refleja los esfuerzos de algunos pensadores por recalcar la faceta más positiva del aburrimiento: la compulsión a la acción.

Acabar con su romantización

A día de hoy existe cierta creencia de que internet, las plataformas de streaming o las redes sociales impiden que la sociedad actual se aburra. Y esto puede ser considerado como negativo para quien ve este sentimiento como algo necesario y útil en nuestras vidas.

Después de más de doce años de investigación, no está Ros Velasco del todo de acuerdo. El primer acercamiento que tuvo al aburrimiento fue desde la perspectiva filosófica, entrando en contacto con las opiniones de diversos pensadores que veían el aburrimiento exclusivamente como motor de cambio, como momento de introspección y reflexión del que sí o sí se podía extraer algo positivo. Sin embargo, esta filósofa también exploró las (pocas) investigaciones que se han hecho desde otros campos como la psicología, la psiquiatría o la sociología. La postura que sostiene hoy en día se aleja de la de sus compañeros filósofos, pues quiere acabar con la romantización del aburrimiento.

No es necesario para nuestra sociedad, ni necesitamos aburrirnos más para descansar el cerebro, porque realmente el aburrimiento no ayuda a relajarnos

Josefa Ros Velasco

Sí que encuentra como positivo la introspección que puede derivar del aburrimiento: “Hay ocasiones en las que el aburrimiento cumple, como decía Blumenberg, con la función de evitar que sigas invirtiendo tu tiempo o tu energía en algo que para ti no tiene valor. Esto ocurre cuando nos sentimos mal porque no estamos siendo estimulados y conseguimos acabar con el aburrimiento introduciendo algún tipo de cambio”. Sin embargo, resalta en conversación con infoLibre que la visión del aburrimiento como algo “únicamente positivo” es completamente errónea: “No es necesario para nuestra sociedad, ni necesitamos aburrirnos más para descansar el cerebro, porque realmente el aburrimiento no ayuda a relajarnos. Estamos confundiendo el aburrimiento con el estar sin hacer nada porque uno lo decide o con estar sin producir”.

Además, en su investigación, Ros Velasco descubrió que existen “formas de aburrimiento ante las que no podemos introducir un cambio por capricho, sino que no nos queda más remedio que quedarnos en esa situación, incluso aunque supiéramos cómo nos gustaría salir de ella”.

Saber cómo queremos acabar con nuestro aburrimiento y no poder hacer nada para evitarlo puede tener consecuencias para nuestra salud

Cuando ella comenzó a investigar sobre aquellas personas que no podían acabar con el tedio por ellas mismas, descubrió que la psicología sólo contemplaba esta posibilidad por un trastorno o trauma que “impide imaginar un escenario más deseable que aquel del que desean salir”. Sin embargo, una de las mayores aportaciones de esta filósofa a la ciencia fue poner el foco en aquellos individuos que, aún sabiendo qué querrían hacer para matar el hastío, su contexto o entorno no se lo permite. En concreto, se interesó por las personas mayores, que sufren al ver que “las opciones con las que les gustaría rellenar su tiempo ya no son practicables”. La filósofa pone un ejemplo hipotético de un mayor que esté interno en una residencia y que pase las tardes frente a la televisión. A pesar de que a esta persona le entusiasma cocinar —y no habría ningún problema en que ayudara en algunas tareas sencillas como lavar vegetales—, los protocolos de seguridad se lo impiden. 

Saber cómo queremos acabar con nuestro hastío y no poder hacer nada para evitarlo puede tener consecuencias para nuestra salud: “Este tipo de aburrimiento que permanece en el tiempo causa estragos en nuestra salud mental”, alerta Ros Velasco. Por ello, su investigación trasciende la filosofía y la psicología, pasando a la acción y escuchando las necesidades de personas mayores en residencias.

¿Nos aburrimos menos?

Desde las posturas que reivindican el aburrimiento se suele pensar que en la actualidad se está perdiendo y que ya no nos aburrimos como antes. Sin embargo, Ros Velasco lo desmiente: “Nos aburrimos como siempre”, aunque sí que encuentra similitud entre nuestro tiempo y el siglo XX: “Nos aburrimos mucho más cuando hacemos cosas por obligación, más que cuando no estamos haciendo nada. Esto era lo que pasaba en las fábricas del siglo XX y fue el motivo por el que la psicología empezó a estudiar el aburrimiento, porque éste es sinónimo de pérdida de atención, que se traduce en una bajada de rendimiento, menor producción, más accidentes laborales, menos ganancia...”.

Actualmente cree que “estamos igual que en las fábricas, pero en oficinas”, y lo corrobora la creación de términos nuevos como el boreout, “el síndrome del trabajador aburrido". Además, la investigadora asegura que no le interesa tanto si nos aburrimos más o menos, sino qué hacemos con ese aburrimiento, cómo tratamos de acabar con él.

Cómo luchar contra el aburrimiento

Normalmente, según explica la experta, cuando nos encontramos aburridos pensamos “qué tipo de cambio o cambios podemos introducir en la situación presente para que ese sentimiento desaparezca”. Esta variación puede ser dejar de leer si la novela no nos está gustando, poner otra película, empezar una nueva actividad... Cada persona tiene lo que ella llama “su propio catálogo”, formado por un conjunto de acciones que nos sacan de este tedio. Estas pueden variar según la persona: para algunas puede ser leer, mientras que para otras es salir a dar un paseo o meterse en redes sociales.

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Lo idóneo, según la investigadora, es que este catálogo sea completamente personalizado, es decir, que esté compuesto por acciones que sabemos que nos aportan y nos hacen sentir bien de manera individual, no porque la sociedad piense que es lo que nos tiene que interesar. Ros Velasco explica cómo, por ejemplo, la industria audiovisual nos persuade o incita a pensar que consumir en plataformas de streaming debería ser la actividad principal de nuestro catálogo para paliar el aburrimiento. Sin embargo, puede que esto no sea así, puede que ver una película o una serie nos aporte menos que pasar tiempo con nuestras mascotas o que dibujar.

Por ello, la filósofa invita a todas las personas a reflexionar y a conocerse en profundidad, incluso alargando un poco la incomodidad que nos supone estar aburridos (sin acabar con él de manera rápida), para que así podamos descubrir qué es lo que realmente nos apetece hacer. De esta manera, podemos construir un catálogo realmente útil para cada uno de nosotros, que nos permitirá intercambiar el aburrimiento por una actividad que nos aporte valor.

Ros Velasco comenzó su investigación sobre el aburrimiento desde la filosofía, y ensalza el poder de cambio que tiene esta disciplina, reivindicando que “debe tener un uso, una utilidad”. La filósofa expondrá sus reflexiones y experiencias alrededor del aburrimiento en el Festival de las Ideas, que tendrá lugar en Madrid entre el 18 y 21 de septiembre.  

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