¿Dónde están los migrantes? La frontera de México con EEUU se queda vacía a tres semanas de las elecciones

El paso fronterizo de Lukeville (Arizona) parece una ciudad fantasma. Sólo un puñado de coches y algún que otro peatón cruzan la frontera en hora punta.

Patricia Neves (Mediapart)

Lukeville (Arizona, Estados Unidos) —

El paso fronterizo de Lukeville (Arizona) parece un pueblo fantasma perdido en medio del desierto. Incluso ha desaparecido la veintena de residentes que quedaban allí en el momento del último censo, dejando un puñado de autocaravanas abandonadas. El restaurante ha cerrado, al igual que el motel. Sólo ha sobrevivido la gasolinera, olvidada en medio de cactus saguaro.

Es difícil imaginar que esta polvorienta localidad a tiro de piedra de México, a finales de 2023 era el centro de la crisis migratoria entre México y Estados Unidos.

Por aquel entonces, un tercio de las 250.000 detenciones efectuadas por la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) tenían lugar en esta pequeña zona de 400 kilómetros cuadrados, con agentes desbordados por los exiliados. La zona se había convertido en la principal ruta utilizada por los “coyotes”, los traficantes de personas. Esos exiliados, hombres y mujeres procedentes de todo el mundo, especialmente de países africanos como Guinea y Mauritania, llegan, en su mayoría con sus familias, con la esperanza de solicitar asilo en suelo estadounidense, como permite la ley.

Sin embargo, el número de controles fronterizos ha disminuido drásticamente este verano en Lukeville y sus alrededores. En julio y agosto se registraron poco más de 20.000 detenciones, frente a las 80.000 de diciembre de 2023. Los migrantes parecen haber desaparecido también. Sobre el terreno, se puede fácilmente confirmar el descenso de las llegadas, pues en plena hora punta cruzan el paso fronterizo apenas un puñado de coches y algún que otro peatón.

“Hola Joseph”, saluda uno de los pocos agentes del CBP encargados de comprobar los permisos de residencia. Joseph, veterano del ejército americano, se describe como un visitante habitual. Confiesa ser un sin techo. Sobre la cuestión de la inmigración, con la que ha tenido que lidiar a diario, este anciano de piel enrojecida por el sol se muestra sin embargo escéptico. “¿Por qué han construido un muro si dejan entrar a la gente?”, se pregunta, visiblemente sorprendido por la reciente afluencia de personas.

En 2023 se presentaron en la frontera americana casi 2,5 millones de personas. Una cifra récord. La reacción de Joseph coincide con un sentimiento generalizado en el país: no sólo la inmigración es una de las principales preocupaciones de los americanos, sino que los votantes, que elegirán a su próximo presidente en noviembre, parecen haberse derechizado considerablemente en este asunto.

Un cierre casi total

Donald Trump venía describiendo constantemente la frontera como descontrolada y poblada de “criminales”, por lo que la administración Biden decidió aprobar en junio una serie de medidas draconianas.

Biden, aunque fue elegido con la promesa de un enfoque más “humano” de la gestión de las fronteras, autorizó por decreto presidencial el cese casi total de la acogida de solicitantes de asilo que se presenten espontáneamente en los pasos fronterizos o directamente en suelo estadounidense, pasando por los agujeros de la valla. En Lukeville, los contrabandistas la sierran cada poco para que pasen los migrantes.

La izquierda jamás había adoptado antes medidas tan restrictivas. El decreto presidencial de Joe Biden irónicamente aplica lo que el propio Donald Trump intentó poner en marcha en 2018.

Oficialmente, la decisión pretende ser temporal. La recepción de solicitantes de asilo se suspende cuando llega a la frontera una media de más de 1.500 personas al día durante siete días consecutivos. Desde junio, las llegadas han superado constantemente ese umbral. A finales de septiembre, el gobierno de Biden, con el apoyo de la candidata Kamala Harris, ha endurecido algo más las condiciones de entrada en Estados Unidos. Los inmigrantes sólo serán admitidos si su número se mantiene por debajo de 1.500 durante veintiocho días, en lugar de siete.

Pero hay una cláusula de ese decreto presidencial, que inicialmente pasó desapercibida, que preocupa a las asociaciones de ayuda a los migrantes. Los policías de frontera americanos ya no están obligados a preguntar a los solicitantes de asilo si corren peligro: si no expresan temor por su vida, se les devuelve inmediatamente.

Estados Unidos es una nación soberana y creo que tenemos el deber de establecer normas en nuestra frontera y hacerlas cumplir

Kamala Harris

Sobre el terreno, las consecuencias de esta política más dura han sido inmediatas. “Sabemos que estas políticas restrictivas llevan a los inmigrantes a correr mayores riesgos”, explica a Mediapart Brad Jones, de la ONG Humane Borders. “Ya lo estamos viendo. Si empiezan a aventurarse en el desierto, la muerte es segura.”

“Antes, los migrantes esperaban junto al muro [del lado americano -ndr] a que viniera un agente a detenerlos”, prosigue Brad Jones, que con otros voluntarios instala puntos de agua potable en el desierto. Entonces, las autoridades americanas los detenían y los ponían en libertad, a la espera de que fueran juzgados por un tribunal administrativo especializado, un proceso que puede durar varios años, dada la acumulación de casos. Ahora esos mismos solicitantes de asilo, salvo raras excepciones como los menores no acompañados, son expulsados automáticamente.

En este decisivo Estado del Sun Belt, donde están en juego dos de los temas más delicados del momento, el acceso al aborto y la gestión de las fronteras, estas restricciones llegan en un momento crítico, en el que Donald Trump parece que adelanta a su rival. Harris, encargada por Joe Biden de trabajar en las causas de la inmigración,  ha sido burdamente caricaturizada por la derecha como una ineficaz “zar de las fronteras” .

Pero su evolución en el tema de la inmigración plantea interrogantes sobre la evolución general de la izquierda americana. Aunque en 2019 apoyó despenalizar la llegada de inmigrantes a suelo estadounidense, una propuesta que entonces gustó a los demócratas, Kamala Harris apuesta ahora por un discurso de seguridad contundente, recordando su pasado como fiscal en la lucha contra el crimen organizado.

“Estados Unidos es una nación soberana y creo que tenemos el deber de establecer normas en nuestra frontera y hacerlas cumplir”, declaró Harris a finales de septiembre en un acto de campaña en Douglas (Arizona). De hecho ya había marcado la pauta desde el comienzo de su vicepresidencia. En un viaje a Guatemala en 2021, Kamala Harris se dirigió directamente a los migrantes, provocando entonces numerosas críticas entre los suyos: Do not come(“No vengan”), les advirtió.

El miércoles, durante una dura entrevista en Fox News, indicó que ya no apoyaba la despenalización del cruce ilegal de fronteras, como había hecho en 2019, al considerar que había “un sistema defectuoso que necesita ser reparado”.

Mil solicitudes de asilo al día

“Políticamente, la situación es complicada para la izquierda”, afirma Kathleen Bush-Joseph, abogada especializada en política migratoria del Migration Policy Institute de Washington. Los demócratas son criticados por los republicanos, pero también por el ala progresista de su propio partido, “que lamenta que ahora haya un límite máximo de solicitudes de asilo en Estados Unidos”. Aclu, la Unión Americana de Libertades Civiles, ya ha llevado el asunto a los tribunales para intentar anular el decreto presidencial.

Kathleen Bush-Joseph añade que se han registrado sobre el terreno graves disfunciones en las últimas semanas. “Las asociaciones de ayuda a los migrantes han documentado en sus informes el hecho de que se ha expulsado a solicitantes de asilo a pesar de que han manifestado temer por su vida”. En Nogales (México), el 75% de las personas entrevistadas en un albergue para migrantes afirmaron haber tenido esa experiencia.

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Kathleen Bush-Joseph concluye: “Creo que es importante señalar, con respecto a la reciente disminución del número de llegadas, que todo empezó en enero de 2024, cuando México intensificó sus medidas de seguridad” bajo la presión de Estados Unidos. Mientras las detenciones de migrantes disminuían en Estados Unidos, se triplicaban en México (hasta superar las 710.000).

En Estados Unidos, para presentar una solicitud de asilo, ahora hay que pedir cita a través de una aplicación del gobierno y esperar unos nueve meses a que haya un hueco disponible. Según los informes, cada día se tramitan más de 1.000 solicitudes a través de esta aplicación. En Lukeville, mientras Joseph se adentra en el desierto, el supervisor de la policía fronteriza observa desde su puesto: “Hay que desconfiar de los días demasiado tranquilos…”.

Traducción de Miguel López

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