GUERRA EN ORIENTE MEDIO

Naim Qassem, de número dos a nuevo líder de un Hezbolá descabezado

Hezbolá elige a Naim Qassem como sucesor de Nasrala.

Tras fungir durante más de tres décadas como el número dos de Hezbolá, el destacado clérigo Naim Qassem fue elegido este martes líder de una formación que ha sufrido los golpes más duros desde su fundación en 1982, después de que Israel aniquilara a la cúpula del grupo en el último año de guerra contra el Líbano.

Nacido en 1953 en el barrio de Basta Tahta de Beirut en el seno de una familia originaria de la localidad de Kafr Fila, en el sur del Líbano, este septuagenario religioso es considerado uno de los principales ideólogos de Hezbolá y el adalid del pensamiento del grupo. De hecho, en 2004 escribió Hezbolá: La historia desde dentro, un libro en el que recuenta la fundación, las ideas y la postura de un movimiento entonces en auge, así como su rol en la organización.

El clérigo inició su andadura en la militancia política chií en Amal, otro movimiento de la misma rama del islam que abandonó en 1979 al calor de la Revolución Islámica de Irán, que representó un punto de inflexión para miles de jóvenes libaneses hastiados por la influencia de Occidente en Oriente Medio.

En ese contexto, pasó a formar parte de los comités encargados de fundar Hezbolá y perfilar las ideas de un movimiento decidido a resistir la invasión israelí del Líbano en 1982. Más de cuatro décadas después, y con una nueva ocupación de Israel en territorio libanés en marcha, Qassem se erige como abanderado del estandarte amarillo.

Un momento crítico

Qassem ha ejercido siempre como el principal representante político de Hezbolá y fue el encargado de coordinar las campañas electorales del grupo hasta que fue nombrado vicesecretario general en 1991 por el primer líder de la formación, Abás al Musawi, que también fue asesinado por Israel un año después en un ataque con helicóptero.

Sin embargo, no le sucedió en el cargo, algo que hizo Hasán Nasrala hasta que, de nuevo, un bombardeo de Israel acabó con su vida y su liderazgo el pasado 27 de septiembre, en lo que se considera el mayor golpe que ha recibido el movimiento político y armado en toda su historia.

Tres días después del asesinato de Nasrala, el propio Naim Qassem fue quien dio la cara por el grupo, y aseguró en un discurso televisado que el nombramiento de un nuevo líder se anunciaría "lo antes posible", al tiempo que tranquilizó a sus seguidores con que "en caso de guerra siempre hay alternativas".

"Cuando un comandante se va, otro aparece", afirmó el clérigo, en un momento en el que el entonces jefe del Consejo Ejecutivo del grupo, Hashem Safi al Din, se perfilaba como el principal candidato a suceder a Nasrala debido a su experiencia militar. Pero Safi al Din también sufrió el mismo destino que Nasrala, mientras que Israel continuó exterminando a altos cargos de la formación en el último mes para minar la moral del grupo, además de sus capacidades militares.

"Hemos eliminado a miles de terroristas, incluido el propio Nasrala, al sucesor de Nasrala y al sucesor del sucesor de Nasrala", dijo el 8 de octubre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, mientras que Hezbolá seguía afirmando que aún mantenía la compostura y el ritmo de sus operaciones contra Israel.

El portavoz de la "idea" de Hezbolá

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Al contrario que la mayoría de altos cargos de Hezbolá, Qassem –que además habla francés de forma fluida– sí ha dado la cara públicamente en infinidad de ocasiones. Incluso ha sido de los pocos que ha concedido entrevistas a medios extranjeros.

Una de sus últimas entrevistas que concedió fue a la cadena estadounidense NBC en abril de 2024, cuando defendió que el grupo estaba comprometido a no intensificar sus enfrentamientos fronterizos con Israel iniciados el 8 de octubre del año anterior, un día después del estallido de la guerra en la Franja de Gaza.

"No esperábamos que la guerra durara tanto porque no pensábamos que Netanyahu fuera tan tonto, lo mismo para (el presidente estadounidense) Biden y los otros países", dijo entonces el clérigo, meses antes de que Israel iniciara una campaña de bombardeos masiva contra el Líbano que provocó una escalada de violencia sin precedentes.

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