Ahora, futuro, siempre
Cada vez más, y el día a día lo confirma, el vector actualidad apunta en sentido opuesto al de la inteligencia. Se diría que de su suma resulta cero. Es decir la nada.
La nada es un terreno demasiado pobre para sembrar los valores humanos necesarios para cosechar una sociedad de mujeres y hombres libres. Una sociedad, la nuestra, privilegiada en muchos aspectos respecto a otras partes del planeta, que desde mediado el siglo XX parecía haber alcanzado los mayores estándares de libertades y bienestar generalizado desde que se tiene noticia, y que el "ahora", esta actualidad vectorial, parece conculcar sin apenas oposición. Todo a mayor gloria del aspaviento, que se ha convertido en la única expresión de las ideas.
Si un viajero del pasado aterrizara en este recién estrenado 2025, posiblemente se maravillaría de cómo el gesto, llevado al aspaviento, ha suplido al relato fruto de ideas
Si un viajero del pasado aterrizara en este recién estrenado 2025, posiblemente se maravillaría de cómo el gesto, llevado al aspaviento, ha suplido al relato fruto de ideas. Seguramente porque las ideas son contrastables y contestables pero el gesto, el aspaviento, no tiene contestación posible más que con otro aspaviento, tal como muestra el Congreso de los Diputados.
No tardaremos en ver todo tipo de imágenes huecas y a todo tipo de personas vacías reproduciendo el movimiento de gerontogimnasia patética del decrépito presidente yanqui o del nuevo Dr. Strangelove, dueño de Tesla que, como el personaje de Teléfono rojo volamos hacia Moscú, es incapaz de retener sus convicciones supremacistas a causa de una distrofia mental paralela a la física de la película de Stanley Kubrik.
Difícil escenario para una esperanza cargada de un futuro que "siempre" ha sido incierto. "Futuro y siempre", son dos difíciles construcciones temporales. El "siempre" de las castas dominantes, siempre tan castas y tan dominantes que, como peculiaridad del "ahora" han descubierto la Inteligencia Artificial como herramienta de conducción de la Ignorancia Natural, cultivada en los campos de una modernidad desnortada. Desorientación generalizada que convence a los más pobres de que la lucha de clases es viejuna y que las redes, el consumo, el brillo y la ocurrencia facilona son los valores de una sociedad que convierte lo superfluo en imprescindible.
Un marcado extravío moral se ha convertido en norma de convivencia mundial. La intolerancia, el fanatismo y la ambición elevados a su mayor exponente suplen la racionalidad en la gestión de la Res Pública, y llegados a ese grado de degradación sólo nos queda la palabra. El refugio de la palabra que Blas de Otero hiciera verso y Paco Ibáñez canción.
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Jesús Sampériz es socio de infoLibre.