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El valor añadido de la educación en diversidad sexual, corporal y de género

José Antonio Alfaro Gómez

Si tenemos en cuenta la complejidad y el nivel de amenaza que calza nuestra sociedad para que su infancia y juventud se desarrolle con salud y libertad, coincidiremos en que son estrechos los márgenes desde donde los y las profesionales de educación pueden lanzar contenidos y apuestas pedagógicas eficaces para patear este difícil terreno. El reciente planteamiento del supuesto “secuestro de la coeducación” por el movimiento LGBTIQA+ genera una polémica gratuita de un inexistente problema que responde, una vez más, a intereses que nada tienen que ver con lo educativo. Sin entrar al trapo del absurdo, a continuación expongo no pocas razones por las que se hace imprescindible abordar, desde donde se pueda y en todas las etapas educativas, la educación en diversidad sexual, corporal y de género:

  • El auge de la transhomobifobia crece al ritmo de las ideas ultraconservadoras y esencialistas proliferantes en toda Europa. España se comporta igual salvo por el matiz proporcionado por el cansino eco de determinados discursos ultras en el feminismo excluyente.
  • La normativa vigente en educación y protección de derechos nos obliga a intervenir en educación (entre otros ámbitos).
  • Puesto que nos enfrentamos a una realidad multifactorial e interseccional con una historia de invisibilidad inserta en el ADN de nuestro sistema educativo, se ha de trabajar desde distintos ángulos y enfoques, y desde distintos espacios educativos (valores, convivencia, acción tutorial, planes de igualdad…).
  • Que los claustros sigan encerrados en los armarios, sin mostrar saludables referentes LGBTIQA+, refuerza el viejo mensaje de que estas realidades identitarias pertenecen al ámbito de lo privado, lo cual abona un campo de minas de carácter psicosocial alineado para negar las necesidades reales, y eludir la intervención educativa específica en la materia.
  • Son muchos los grupos sociales que suelen presumir de la tolerancia y el respeto de los que realmente carecen, contribuyendo a la perversa culpabilización y soledad de la infancia LGBTIQA+. Se multiplica así la posibilidad de desarrollar, a edades muy tempranas, desajustes de la personalidad que tendrán que ser deconstruidos con posterioridad.
  • Como escasea el trabajo preventivo comunitario contra estereotipos, mitos y prejuicios, el personal de orientación y docente suele abrir el melón LGBTIQA+ cuando dan con un “problema”, contribuyendo así a la problematización personal de lo que no es sino la falta de preparación de un grupo social concreto para entender y aceptar una realidad distinta y minoritaria. A veces, ese grupo social es la propia familia de la víctima, y los discursos culpabilizadores se simultanéan (barrio, escuela, amistades, deporte…).
  • La situación de negación del natural desarrollo sexual e identitario en las etapas de infancia, adolescencia y juventud (atravesadas por la igualmente natural diversidad humana) tiene como principal consecuencia profesional una escasa demanda de formación específica a los Centros de Enseñanza del Profesorado (CEP), lo cual explica la abrumadora falta de preparación al respecto.
  • A pesar de este vacío de preparación profesional, el 3º Congreso de Coeducación organizado por el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) entiende que la transhomobifobia en las aulas (ni siquiera mencionada) no es objeto de coeducación (tampoco lo fue en las anteriores ediciones). De un golpe se borra del universo coeducativo la reflexión sobre las camisas de fuerza de género en cuerpos, sexualidades e identidades que trascienden al universo normativo. De un plumazo evadimos la responsabilidad de mostrar modos, referentes y maneras de crecer saludablemente desde otras identidades más allá del mundo cishetero normativo y binario.
  • El modelo actual de intervención educativa en la materia se basa casi exclusivamente en el tradicional tallerismo de efemérides, insuficiente para afrontar adecuadamente la complejidad y la diversidad de la materia.
  • El abordaje de este importante tema en la universidad, cuando existe, es de carácter voluntario, razón por la que el futuro personal profesional educador no siente de obligado cumplimiento el mandato de las leyes actuales.
  • Las inspecciones no entran en los proyectos y planes transversales a la comunidad educativa, y pasan de puntillas por la transversalidad de aula. Esto hace que si en la pública la intervención en esta materia sea ”habas contadas”, en la concertada (tradicionalmente a manos de la iglesia católica) ni está, ni se la espera.
  • Las comunidades educativas se convierten en centros neurálgicos de la transhomobifobia, o espacios seguros desde donde combatirla. Todo depende del modelo educativo que el centro profese. El voluntarismo en este sentido es de tal nivel, que un centro y el de enfrente pueden llegar a ser universos radicalmente distintos.
  • Y por último, y más importante, además de que son muchas ya las familias diversas usuarias del sistema educativo que también necesitan verse reflejadas en él, nuestra infancia, chavalerío y juventud LGBTIQA+ necesita espacios seguros donde crecer con dignidad y respeto; sus compañeros y compañeras cis-hetero necesitan aprender a valorar la riqueza que supone la diversidad, pilar fundamental del futuro, y de la convivencia.

Siguiendo la lógica de que las barreras y dificultades apremian el desarrollo de capacidades y fortalezas que las contrarrestan, habría que contemplar la cantidad de contaminación existente por su poder de conversión en valor añadido. Una lógica, sin embargo, solo posible en un contexto educativo de cuidados y apoyo, ya que si la adversidad construye, es solo construcción positiva cuando el enfoque y la actitud son los adecuados.

Que los claustros sigan encerrados en los armarios, sin mostrar saludables referentes LGBTIQA+, refuerza el viejo mensaje de que estas realidades identitarias pertenecen al ámbito de lo privado

La educación inclusiva en diversidad sexual, corporal y de género es un vehículo de aprendizaje con un valor añadido muy aprovechable no solo en el entorno educativo, también en los entornos personales y familiares de los agentes educativos que propician estas intervenciones tan propias de la coeducación, como de cualquier espacio educativo que se precie. 

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José Antonio Alfaro Gómez es socio de infoLibre

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