El 'Brexit', ¿un tiro en el pie?

Juan Pedro de Basterrechea

Llama poderosamente la atención la pléyade de fuentes procedentes del Reino Unido que hablan del fiasco que está resultando el Brexit, sobre todo por las consecuencias para la economía y la vida diaria de los británicos. Expertos y profesionales de distintos ámbitos, académicos, economistas, empresarios, y ciudadanos en general coinciden en describir un escenario completamente diferente del que los promotores de la ruptura habían vendido.

Al parecer, uno de los primeros colectivos en percibirlo fue el de los pescadores. Resulta que el pescado que consumen los ingleses (sobre todo bacalao para hacer el famoso fish and chips) es de importación. Las capturas que se producen en aguas británicas se enviaban casi en su totalidad a la UE. Ahora, con el aumento de tasas y, sobre todo, de controles y papeleo, no se lo pueden permitir.

Algo similar está sucediendo en muchos otros sectores de la economía, en particular entre las pequeñas empresas, que son naturalmente mayoritarias en el país, tanto en número como por el volumen que representan. No pueden asumir el aumento de personal que implicaría acometer la compleja burocracia que impone la nueva situación. Negocios que estaban acostumbrados a generar una parte significativa de su facturación en el mercado común, apoyados en la buena reputación de la marca made in GB, ven cómo, en contra de lo que se les había prometido, esas ventas ya no se producen.

Carestía de productos, de mano de obra, dificultades para viajar y para salir de la isla, falta personal sanitario en el sistema nacional de salud, en el transporte, en la construcción… Por otra parte, la supuesta especial relación con Estados Unidos no se concreta en nada y los cacareados acuerdos internacionales y con la Commonwealth tampoco se están materializando.

El Banco de Inglaterra estima en un 4% la caída del PIB directamente atribuible al Brexit, y algunos expertos llaman la atención sobre el hecho de que la economía británica era aproximadamente un 90% de la alemana antes del Brexit y hoy sólo representa un 70%, no porque Alemania se haya disparado, sino porque el Reino Unido se ha quedado atrás. El comportamiento de la economía británica es el peor entre los países más desarrollados. Ni siquiera la cuestión de la inmigración ilegal se ha logrado parar, y ahora no tienen la ayuda de la Unión.

Según un estudio de la BBC, el 54% de los ingleses piensa ahora que el Brexit fue una mala decisión, frente al 34% que sigue apoyándolo. Este margen nunca fue tan grande y la diferencia continúa aumentando. La causa de este descontento se sitúa en el impacto en el comercio, en la economía y en el modo de vida de los ciudadanos.

Sin embargo, uno de los principales argumentos a favor de la separación era la recuperación de la soberanía. Cabría esperar que los brexiteers (partidarios del Brexit) estuviesen dispuestos a soportar estos inconvenientes a cambio de la satisfacción de haber recuperado el control sobre el destino de su país. Parece que no es así. En cualquier caso, la idea de soberanía nacional, siendo un país relativamente pequeño, en un mundo globalizado, no deja de ser una quimera. Es evidente que únicamente los tres grandes bloques, Estados Unidos, China y Europa, tienen peso suficiente como para definir e imponer regulaciones y estándares que los países pequeños no tienen más remedio que seguir. El Reino Unido ha decidido abandonar la mesa donde se toman estas decisiones en Europa y tendrá que pagar las consecuencias con la pérdida de su capacidad para influir.

El Reino Unido ha decidido abandonar la mesa donde se toman las decisiones en Europa y tendrá que pagar ahora las consecuencias con la pérdida de su capacidad para influir

Pero, en buena parte, estas consecuencias eran predecibles. Por qué entonces este empeño en salir. Cada vez son más las voces en la sociedad británica que lo atribuyen a los intereses de ciertas élites con una capacidad de influencia y manipulación desmesurada y una agenda propia inconfesable, ya que sus objetivos no son los de la mayoría. Mucho se ha especulado con la visión de crear un Singapore-on-Thames. Otros, sin embargo, señalan en particular la Directiva 1164 que la UE introdujo en 2016 para evitar la evasión fiscal (en vigor desde 2019) y que habría afectado directamente a los numerosos paraísos fiscales que forman parte de los territorios soberanos de la Corona británica. No hay que olvidar que se trata del mayor conjunto de paraísos fiscales del mundo y que son innumerables las empresas y las grandes fortunas que se aprovechan de ellos. Para algunos, esta es la verdadera razón.

Una consecuencia inesperada del Brexit es el refuerzo que ha supuesto, a la postre, para la UE. No sólo no ha habido efecto contagio, sino que el deseo de integrarse se ha visto reforzado, como acabamos de ver con la reciente incorporación de Croacia o el manifiesto interés de Ucrania por acelerar su proceso de integración. No ha sido ajeno a ello el lamentable espectáculo de los políticos británicos, con tres cambios de primer ministro en dos meses, ninguno elegido por los ciudadanos, sino impuestos por las élites que controlan el partido. Por el contrario, la solidez de las respuestas de las instituciones comunitarias ante las distintas crisis que se han sucedido, y las ventajas que ha representado actuar unidos ante ellas, han reforzado todavía más la imagen de la Unión Europea. En el Reino Unido, cada vez son más las voces que hablan de Bregret (British regret, arrepentimiento) e incluso de reingreso. Veremos.

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Juan Pedro de Basterrechea es socio de infoLibre.

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