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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

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Un "chico" llamado Pedro Sánchez

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Amador Ramos Martos

El león no puede protegerse de las trampas y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser por tanto un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos. Nicolás Maquiavelo

Corría el año 2013, cuando Felipe González en unas declaraciones reconocía que: "La travesía del desierto de un partido que pierde las elecciones es dolorosa y larga" y "depende de lo que se haga". Y añadió que si él "estuviera en el lugar" del entonces secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, "no sabría muy bien qué hacer".

Dos años antes, el PP había recuperado el poder con mayoría absoluta situando a Mariano Rajoy de nuevo en la presidencia del gobierno. Lo que condenó al PSOE a su tortuosa travesía del desierto. Desalojado como fue del gobierno, en parte, como secuela del estallido de la burbuja inmobiliario-financiera de 2008. Pero, sobre todo, no nos engañemos, por la larga crisis de la socialdemocracia fruto de su capitulación frente al discurso rampante neoliberal.

Tiempos convulsos, en los que en España fue cuajando un creciente malestar social hacia sus dirigentes políticos; instalados desde la Transición en el confortable y privilegiado duopolio que les aseguraba el acceso al gobierno de forma alternante. En este escenario de frustración y precariedad ciudadana, emergió un inesperado pero necesario Podemos. Un competidor por el electorado de izquierdas, huérfano y desilusionado ante la deriva socialdemócrata de medio pelo del PSOE.

Las dudas de Felipe González sobre la gestión de la travesía del desierto por el PSOE, derrotado en las urnas por méritos propios, dejó en evidencia la tibieza ideológica de su discurso, la falta de credibilidad de políticas de brocha gorda y de un proyecto alternativo, frente a la degradación socioeconómica del país fruto de la aplicación inmisericorde del férreo corsé neoliberal por parte del PP.

Dudas que, años más tarde, no le impidieron posicionarse en la crisis fraticida abierta en el seno del PSOE entre el aparato del partido frente a las demandas de las bases lideradas por un político cuasi desconocido entonces por el gran público, un tal… Pedro Sánchez. Al que los barones del PSOE, en pleno período de transición e inmersos en luchas internas por el poder, consideraron una marioneta manipulable. Una especie de “tonto útil” sin discurso ni proyecto propios.

Un “chico”, al contrario, decidido e intrépido que, desde la nada política cobró vida propia con el apoyo de las bases. Ninguneado en sus inicios por los engreídos barones del partido. Sin prácticamente apoyos dentro del mismo, y que, en circunstancias en extremo difíciles, con tenacidad y fe inquebrantables en sí mismo, se planteó, el desafío de consolidar un proyecto socialdemócrata renovado y creíble, frente a la alternativa del ala tibia en exceso del PSOE. Muñidor conformista de un bipartito o tripartito "moderado" patrocinado desde el poder económico-mediático.

Pero, sobre todo, Pedro Sánchez ha demostrado ser un correoso, resiliente, pragmático y maquiavélico político. Que con el PSOE en crisis profunda y en sus horas más bajas supo leer, al contrario que el perplejo Felipe González y su apadrinada trianera, el contexto y la trascendencia histórica del momento provocado por el fracaso de la tercera vía socialdemócrata. Y cuyas consecuencias 30 años después seguimos padeciendo.

Plantando cara al Comité Federal del PSOE y manejando el espinoso equilibrio entre la ética de la convicción y de la responsabilidad, Pedro Sánchez, en un alarde de audacia, tras renunciar en octubre de 2016 a la Secretaría General y a su escaño en el Congreso, se negó -frente a la entonces gestora del partido- a apoyar la investidura de Mariano Rajoy como presidente del gobierno.

Lejos de amilanarse y renunciar a su proyecto, el “chico” Sánchez, en un escenario de extrema incertidumbre, con los barones del partido en contra y sometido a un feroz acoso mediático y político, no tiró la toalla. Al contrario, hundido electoralmente el PSOE en las elecciones de noviembre de 2016, emergió de sus cenizas; hasta ser reelegido un año después secretario general en noviembre de 2017.

Finalmente, de forma parlamentaria y democrática irreprochables que algunos siguen empeñados en deslegitimar, consciente de la debilidad del PP, lastrado y condenado judicialmente por la corrupción, presentó en el Parlamento su moción de censura a Mariano Rajoy como candidato a la Presidencia del Gobierno. Lo que logró en junio de 2018, tras resultar vencedor de la misma... Una circunstancia, que abrió paso al primer gobierno de coalición de la democracia.

¿Como estaríamos ahora si Podemos (¡no lo olvidemos!) y el cabezota Pepito Grillo del PSOE hoy en el Gobierno no hubiesen aparecido en el escenario político? ¿Si Pedro Sánchez cediendo a las presiones mediático-económicas hubiese dejado gobernar al PP deslegitimado éticamente por la corrupción? ¿Si no hubiera ganado con el apoyo de la según algunos “antiEspaña” la moción de censura? ¿Cuáles serían las consecuencias de la brutal pandemia que nos asola, si el PSOE estuviera en la oposición y el tripartito patriotero neoliberal en el gobierno?

La respuesta la tenemos en la Comunidad de Madrid. Campo de pruebas otra vez, del viejo pero renovado enfrentamiento entre dos alternativas ideológicas y dos visiones de España de forma enfermiza... ¿irreconciliables históricamente?. Un cainismo larvado que debiera avergonzar a nuestra extrema derecha política. Cuyo ideario y discurso atemporal, resurgen incólumes, anclados en el pasado y ajenos por ignorancia sectaria a la evolución del contexto histórico de los hechos.

La coalición PSOE-UP con el apoyo de resto de pequeños partidos, nacionalistas o no, claves de bóveda imprescindibles del conjunto garantizan de momento el precario y tan necesario equilibrio del proyecto y hacen viable la única alternativa creíble y posible de un gobierno progresista frente a la amenazante alternativa ultraconservadora y tardofranquista que ya gobierna en algunas autonomías.

El monstruito político que es Vox, al que “constitucionalistas” de impecable pedigrí democrático siguen dando alas, se ha convertido en el árbitro de las decisiones políticas del Gobierno no solo de la CAM; la siniestra coalición, ultradiestra sería un término más exacto, ha permitido tocar poder a Vox de la mano del PP y Ciutadans. Protagonistas junto a aquél, de la vergonzosa foto en la plaza de Colón.

Vox es una malformación democrática. Un zombi tardofranquista… muy vivo. Lo sabe el PP, responsable de la degradación ideológica del centroderecha moderado, pero lindante desde hace tiempo, si no abducido ya, en el espacio de la extrema derecha. Haciendo gala de un discurso trasnochado, cuando no delirante y excluyente de media España. ¿Ciutadans?... como siempre, obstinado en lograr la cuadratura del círculo. Perenne y frustrado aspirante, al don imposible de la ubicuidad ideológica.

Un Gobierno de coalición con apoyos de amplio espectro ideológico, legítimo, pero considerado por la oposición de forma hiperbólica delirante cuando no paranoica,como… ¡socialcomunista, bolivariano, golpista, filoetarra y totalitario! Cuyos objetivos políticos, sociales y económicos, solo intentan recuperar las señas de identidad perdidas de la socialdemocracia.

Sostenido en el intento, por una mayoría "antiespañola" en la que me incluyo, que ha decidido apostar por aquel “chico” que según algunos visionarios no valía. Y cuyos valores superan de lejos los de nuestra, en general mediocre, y vergonzosa clase política. Un “chico” el tal Sánchez; audaz, inteligente, seguro de sí mismo, dotado, sobre todo de un autocontrol envidiable fruto de un temperamento sereno y de una ¿inagotable paciencia? Un híbrido, según el maquiavélico florentino, entre zorro y león,

No sé, si león-zorruno o… zorro-leonado, pero su Gobierno de coalición, apoyado parlamentariamente por más de media “antiEspaña” frente a los dislates de la extrema derecha, emperrada en su actitud crispadora antitodo que ciega cualquier salida consensuada a los graves problemas de España; es de momento, la única alternativa para recuperar el precarizado estado de bienestar social, y sacar este país sin dejar a nadie atrás... hacia adelante.

A los que ponen palos en las ruedas para abortar este proyecto de bienestar comunitario, del que muchos de ellos se han beneficiado y se siguen beneficiando, no voy a desearles de forma soez y crispadora… ¡que se jodan! Solo les pediría, por su España y por la según ellos “antiEspaña” de otros a la que pertenezco, que reflexionen.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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