Más de cinco días de reflexión
No me había enterado hasta que, en una conversación telefónica por la tarde, me preguntaron si había visto el anuncio de Pedro Sánchez sobre su reflexión de cinco días para decidir si continuaría o no en Moncloa.
Tras el varapalo del franquismo sociológico judicial, mediático y cultural de investigar a su mujer, Begoña Gómez, aceptando una denuncia de Manos Limpias basada en recortes de prensa e incluyendo una noticia falsa (ver aquí), pensé que, como personas y ante una situación tan complicada que afecta a tu familia, tomarse unos días para pensar era una decisión sensata y racional.
Después, me enteré que en su carta a la ciudadanía, había dicho algo parecido a lo que había pensado: “Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas”.
Esa misma tarde, ya en la calle, volvieron a comentarme el asunto como algo ridículo, de cachondeo e intercalando la palabra "Falcon". El populismo de la sociedad de la información y de la inmediatez, carente de habilidades reflexivas, requiere de una máquina del fango capaz de embarrar nuestros teléfonos de titulares y premisas lanzadas por esos grandes grupos de poder que nunca van a los tribunales, hasta quedar atascados en el lodazal, con los piernas tan hundidas que nos impiden ver más allá de la junquera, mientras cangrejos americanos nos picotean con sus pinzas hasta dejar nuestras pantorrillas y cerebro dormidos y solo aptos para normalizar y repetir los dogmas y consignas que emiten los pajarracos de turno de este ecosistema, en el que la vida y la democracia están ya demasiado estancadas y empujadas hacia el extremo este.
Es transcendental, como ciudadanos/as de una sociedad democrática, asumir la responsabilidad y obligación de estar bien informados
Para salir del fango, es preciso valorar la importancia y apoyar económicamente a aquellos medios de comunicación que hacen del periodismo un servicio público, más allá de sus líneas editoriales. Así y solo así, podremos tener una opinión propia sobre la que escurrir nuestra libertad de expresión.
Han pasado ya más de cinco días y he reflexionado sobre varios aspectos:
- Es necesario darnos un tiempo para pensar, no vaya a ser que caigamos en esas redes de pensamiento capaces de eliminar la filosofía de la educación pública o de, como el gobierno de Pedro Sánchez, normalizar la discriminación actual hacia los niños/as y familias que no profesan la religión católica (en sus dos horas de alternativa, no tienen currículo y no pueden plantearse actividades que contribuyan a adquirir aprendizajes). Y por no hablar del chorreo de beneficios que la educación privada se está llevando con el tratamiento de la formación profesional (ver aquí y aquí), en esa Ley Celáa contra la que ponían carteles en sus fachadas. Ingenuos, sí, pero… ¿quiénes?
- La necesidad de derogar la Ley Mordaza, para que no haya más casos como el del exdiputado de Podemos Alberto Rodríguez, condenado por atentado a la autoridad por dar una patada en la rodilla a un policía en una manifestación contra la LOMCE en 2014, sin pruebas. O como el de los seis de Zaragoza, condenados a 4 años y 9 meses de cárcel por delitos de desórdenes públicos, atentado a la autoridad y lesiones a policías sin pruebas más allá de la palabra de un agente (ver aquí y aquí).
- La vergüenza de tener un PSOE plenamente militarizado y la falta de cuestionamiento por parte de la ciudadanía ante los miles de millones que la industria armamentística roba a nuestra sanidad y educación, nuestras verdaderas seguridades. ¿No te habrás levantado hoy y, por casualidad, has ido preguntando si 1.129.000.000 de euros para mantener la guerra en Ucrania tienen lógica?
- Que lo que ocurre en Gaza es un genocidio y que es un despropósito que el día de la declaración del Estado Palestino por parte del gobierno de España no mencionara dicha palabra nuestro presidente. ¿Por qué se han continuado vendiendo armas a Israel? ¿Para matar a más personas? (ver aquí y aquí)
- La postura del PSOE en la cuestión del Sáhara Occidental y la ocupación marroquí es totalmente contraria a las resoluciones de la ONU y a su propia posición en Palestina.
No, todo esto no es normal.
Es transcendental, como personas, proteger a nuestra familia y no ponernos de perfil ante determinadas líneas rojas.
Es transcendental, como ciudadanos/as de una sociedad democrática, asumir la responsabilidad y obligación de estar bien informados.
Es transcendental, como presidente del gobierno, tomar medidas reales que contribuyan al cumplimiento de los Derechos Humanos.
En fin, podríamos extendernos mucho más pero creo que el sentido de este artículo está claro: se debe criticar a nuestro presidente por muchísimas líneas rojas en cuanto a su política de derechos humanos, pero no por tomarse un tiempo para reflexionar, porque es necesario reflexionar para tener una opinión propia.
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Paco Ochoa es socio de infoLibre.