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Cobardes y matones

Verónica Barcina

Los cuentos son una forma tradicional de educar y transmitir valores en una comunidad. Entre muchos otros personajes, recogen valientes excesivos y cobardes sin vocación como El sastrecillo valiente, Juan sin miedo o el León de El mago de Oz. El cobarde concita el rechazo inicial del público y necesita una mutación para ser aceptado por la sociedad y llegar a convertirse en modelo a imitar por el público. La versión más execrable del cobarde es la figura harto conocida y en exceso abundante del matón.

El valiente es acreedor de admiración, el cobarde de lástima y el matón es repudiado de forma unánime y universal, más que "el malo", el enemigo del protagonista a cuyas órdenes actúa. Al malo se le atribuye cierta inteligencia, al matón ni eso. El matón ataca a víctimas iguales o inferiores, nunca actúa sin ventaja y goza de triste notoriedad entre personas acosadas por el sistema que buscan culpables asequibles de sus males. Atacar en manada es la expresión extrema de cobardía que más placer le produce, su predilecta.

Los matones, arengados por las soflamas homófobas, misóginas, xenófobas, racistas y sectarias de Vox y del ayusismo, han disparado los delitos de odio en España.

Las derechas manipulan y capitalizan el descontento ciudadano por los abusos de banca, eléctricas, distribución alimentaria, petroleras y todos los enemigos del bienestar, enemigos poderosos para los que trabajan políticamente PP y Vox. A esa ciudadanía agobiada y agredida por el poder financiero y empresarial, le presentan como enemigos a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, a los más vulnerables, para que los matones tengan carne de cañón sobre la que proyectar su odio ideológico.

Los matones muestran a la población cómo canalizar la angustia y la frustración. Así, la taxista acosada por los VTC señala como culpable al musulmán, el repartidor de comida explotado al menor migrante, el agricultor mal pagado al homosexual, la autónoma asfixiada por Amazon al comunista, la dependienta con horario excesivo al feminismo, el inquilino de 400 € por habitación al okupa, la abuela con escasa pensión a los etarras y el enfermo sin cita médica a los que rompen España. Enemigos frágiles, enemigos fáciles.

Los matones, arengados por las soflamas homófobas, misóginas, xenófobas, racistas y sectarias de Vox y del ayusismo, han disparado los delitos de odio en España. La caza del maricón, de la boyera y del trans, la violación en manada, la violencia machista, el acoso al MENA, al negro y al moro, la criminalización del pobre, el odio al pensamiento crítico, la censura y otras conductas antisociales, se han convertido en actividades normalizadas por parte de los matones que ven amparo e impunidad en los discursos extremistas.

Quienes callan y agachan la cabeza ante los poderosos que les roban la vida son presas de la cobardía. Quienes, azuzados por las derechas, agreden a los que peor lo pasan, son matones de medio pelo que, a falta de neuronas, envuelven el odio que los excita en una bandera de España. Quienes tiran piedras y esconden la mano a diario y los medios que los justifican son cobardes que no asumen su responsabilidad, que culpan a las víctimas y eluden la acción de la Justicia. Adolph Hitler no mató a ningún judío.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre

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