La estafa público/privada

Verónica Barcina Téllez

Que las personas sucumban ante las tentaciones es algo muy humano, algo cultural. La manzana arrastra la carga simbólica de la tentación asociada al mal en la cultura occidental: las de Adán, Paris o Blancanieves son ejemplos. La irresistible tentación juega un papel determinante a la hora de explicar que la manzana de Apple haya sorteado con notable éxito las leyes del mercado de la libre competencia y de la oferta y la demanda a la hora de regular los precios a la baja en beneficio del consumidor. La manzana mordida de Apple no comercializa productos, sino tentaciones. La publicidad se encarga del resto.

Publicidad y tentación son un dúo ganador capaz de destruir paraísos, desatar guerras y, su gran especialidad, anular inocentes voluntades. La publicidad excita el deseo de los productos que convierte en irresistibles tentaciones sobrevalorando su utilidad y su necesidad en la percepción del público consumidor. Su importancia para el consumismo imperante está avalada por la existencia de estudios universitarios que preparan a expertos y expertas en manipulación sociológica y psicológica a través de la publicidad; también por el hecho de que haya grandes empresas que invierten más en publicidad que en todos los demás departamentos. Tanto esfuerzo y dedicación se refleja en las cuentas de resultados.

La temible colaboración pública y privada llevada a cabo en las administraciones públicas gobernadas por partidos neoliberales está transformando servicios públicos y derechos cívicos en productos de consumo que las campañas publicitarias convierten en tentaciones. Este tipo de publicidad se produce a dos niveles, uno meramente publicitario y otro centrado en una propaganda orquestada a cargo de los poderes políticos y mediáticos. Ambos niveles suelen confluir temporalmente para reforzar el ansia consumista del público.

Cuando éste recurre a la medicina privada, añade a su dolencia la letra pequeña del contrato firmado que lo remite a la Sanidad Pública

El destrozo en la Sanidad Pública a manos del Partido Popular lleva aparejado el desvío de dinero público a la privada. Las empresas aprovechan el caos y los medios se llenan de anuncios en los que se ofrece cobertura sanitaria por 30 ó 200€ al mes (para todos los bolsillos) por empresas del sector o aseguradoras generales que ofertan un pack ventajoso: coche, piso y salud del asegurado. Cuando éste recurre a la medicina privada, añade a su dolencia la letra pequeña del contrato firmado que lo remite a la Sanidad Pública. La tentación deriva en pecado grave, a veces mortal, con mucho parecido al delito de estafa.

Los mismos someten a la Educación Pública a una demolición controlada a la vez que promocionan la privada, desde la etapa infantil al posgrado. La universidad privada se publicita como alternativa ideal para familias aquejadas de clasismo o con vástagos tocados por déficit intelectual o con exceso de pereza que dificultan su graduación universitaria. Los rectores de la pública advierten sobre la dudosa calidad de la enseñanza impartida en estos chiringuitos, pero el boca a boca (la publicidad más eficaz) convierte en tentación la obtención de grados con el mínimo esfuerzo a cambio de una inversión asumible.

Al mismo mercadeo somete el derecho constitucional a la vivienda la ideología que vende viviendas públicas a los fondos buitres, la que justifica la criminal subida de alquileres y obra nueva, la que se niega a regular los pisos turísticos, la que se opone a intervenir el mercado. Es la misma ideología que apoya los desahucios a la vez que promueve el bulo okupa para convertir en tentación la instalación de una alarma y pagar un suplemento en el seguro de la vivienda por algo que ya se venía cubriendo. Desde el atril del Congreso, los medios de comunicación y las tertulias, se orquestan campañas de propaganda de la okupación sin detallar realidades que irían en detrimento del millonario negocio del miedo.

Que las personas sucumban ante las tentaciones es algo muy humano, algo cultural. Y la aparición de parásitos carroñeros donde hay cacería se relaciona con el instinto animal como algo natural. A quien cae en la tentación de acceder a una vivienda en propiedad, la banca le ofrece en el mismo acto de usura un seguro médico, la financiación ventajosa de la universidad, una alarma y un seguro con cláusula antiokupa. Es tal el negocio hipotecario que el beneficio apuntala otro mayor: el negocio de las armas, la guerra y la muerte.

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Verónica Barcina Téllez es socia de infoLibre.

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