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Idiota

Mario Martín Lucas

La que sigue es una crítica teatral a Idiota, en programación de El Pavón Teatro Kamikaze, de Madrid, dirigida por Israel Elejalde, sobre texto de Jordi Casanovas, protagonizada por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert.

El ser humano es capaz de superar cualquier circunstancia, incluso en las peores condiciones, y cuando acabábamos la pasada temporada teatral madrileña entre cierres de algunos espacios escénicos, al fulgor de una crisis que nos obliga a reinventarnos continuamente, abrimos ésta con la magnifica noticia de la iniciativa de Kamikaze para llevar adelante un proyecto teatral sobre el viejo Teatro Pavón, que durante varios años acogió a la Compañía Nacional de Teatro Clásico. El objetivo declarado es el de conseguir una experiencia total del teatro, siendo un reto tan valiente como arriesgado; calidad y empuje no van a faltar, empezando por sus cuatro socios fundadores: Israel Elejalde, Miguel del Arco, Jordi Buxó y Aitor Tejada, quienes optan por hacerse visibles desde el primer momento, de la primera obra puesta en escena, Idiota, segundos antes de que comience la representación, dirigiéndose al público, buscando implicar a quienes ocupan el patio de butacas a ser parte del proyecto….¡bienvenida a tan interesante iniciativa! 

Quién no ha dicho alguna vez… ¡ése es idiota! Todos parecemos capaces de identificar al tonto. Sí, justamente ése que nosotros no somos, el tonto, el idiota, el estúpido es el otro, pero… ¿y si el idiota fuéramos cada uno de nosotros?, ¿quién no se ha sentido idiota alguna vez? Y lo que es más,  ¿quién no ha sentido miedo de ser idiota?

La puesta en escena recrea un impersonal despacho de una fundación dedicada a la investigación… ¿de qué?, dejemos eso ahí de momento; con el espacio enmarcado sobre el escenario, acentuando una cierta sensación de claustrofobia, distribuido alrededor de la mesa de trabajo de la neuropsicologa doctora Edeltraud situada en un lateral, tras la que se intuye una ventana cuyas cortinas son cerradas al inicio de la obra y no se abrirán hasta el final; en el centro una pequeña mesa que recrea el efecto de los concursos televisivos, incluso con las luces tintineantes durante el tiempo previsto de las preguntas dirigidas a Carlos Varela, quien acude a responder una especie de test que le cambiara la vida para siempre o al menos la forma en la que se enfrentará a ella. Entró en busca de dinero y soluciones fáciles; y salió lleno de respuestas, pero complejas. Entró sin saberse, ni reconocerse, como idiota; salió más sabio de lo que nunca había sido, pero sufriente y dolorido.

La parte frontal del fondo de la pared sirve para realizar proyecciones, desde los títulos de crédito a pequeños audiovisuales que interactúan con momentos de la trama. El inicio de la obra queda enmarcado por una cita de Albert Einstein que editorializa sobre lo que se presenta ante nuestros ojos, es una proyección, pero parece retumbar en nuestras cabezas: “Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana… y del universo no estoy seguro”.

La dirección de Israel Elejalde, acertada y precisa, demuestra que su capacidad teatral va más allá de sus dotes para la interpretación que tantas veces hemos paladeado; apoyándose en los excelentes trabajos de Eduardo Moreno (escenografia), Sandra Vicente (sonido), Arnau Vilá (música original) y, especialmente, Juanjo Llorens en una acertada iluminación que ayuda remarcar la carga dramática de cada momento. La presentación que se realiza del estupendo texto original de Jordi Casanovas atrapa al espectador, que cae como un participe más de la trama, haciéndole sentir bajo la piel de Carlos Varela, enfrentado a cada uno de los dilemas que va recorriendo.

Gonzalo de Castro hace un trabajo espléndido, lleno de matices, camaleónico, siendo capaz de pasar de la comedia a la tragedia y viceversa, en cuestión de segundos, y todo ello dejando claro el viaje personal que su personaje realiza durante la trama, con el paso de la cual Carlos Varela va perdiendo su simpatía inicial, su campechanía, sus momentos de chulería, transitando por el miedo, el temor, la rabia e, incluso, la furia, hasta devenir en quien abandona el despacho de la doctora Edeltraud; un gran trabajo sin duda.

Elisabet Gelabert da una adecuada replica a Gonzalo de Castro, su personaje es mucho más contenido y logra dar los perfiles germánicos que se le piden, jugando acertadamente con la ambigüedad, ¿siente empatía por Carlos Varela o disfruta de su papel con él, como si fuera un ratón dando vueltas en un carrusel? Quizás mantenerse en ese perfecto equilibrio es lo que mejor habla de su buen trabajo.

En el programa de mano del espectáculo señala Israel Elejalde que los dos únicos personajes de la representación desarrollan un baile conjunto, y efectivamente es así, dándose espacio el uno al otro, complementándose, incluso en los momentos en que se convierte en una especie de combate de boxeo.

Idiota es un sorprendente espectáculo, irreprochable desde todos los puntos de vista, artísticos por supuesto, pero también por la sugerente reflexión crítica que plantea sobre la condición humana. Siendo un inmejorable estreno para la nueva aventura que supone el Pavón Teatro Kamikaze, lo mejor que pueden hacer es ir a verlo lo antes posible, me agradecerán la recomendación.

Mario Martín Lucas es socio de infoLibre

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