Locos por las drogas
La lucha contra nuestra cultura de las pastillas para la depresión tiene un frente legal, uno cultural para transformar nuestra concepción de la salud y otro educativo para buscar terapias alternativas y ejercicio físico para afrontar los reveses de la vida. Presionados por grandes farmacéuticas, los políticos inventan crisis para incrementar los casos de ansiedad y depresión y, de esa manera, disparar el consumo de ansiolíticos y antidepresivos. Además de una ocurrencia o de una teoría conspiranoica, sería la trama perfecta para una novela de John le Carré.
Lo que no es una ocurrencia es el creciente consumo de medicamentos para hacer frente a la ansiedad y la depresión. En Estados Unidos, una de cada diez personas toma antidepresivos. El año pasado, GlaxoSmithKline pagó una multa de 2.400 millones de euros por promocionar de manera ilegal dos de ellos en Estados Unidos: el Paxil y el Wellbutrin. Además, el laboratorio ocultó información sobre las garantías de Avandia, un fármaco para la diabetes.
La comercialización masiva de estos fármacos se ha apoyado en la estrategia de inventar enfermedades y al mismo tiempo el fármaco para tratarlo, lo que se conoce como disease mongering. Así fue como Paxil triunfó desde 1999 como la píldora de la timidez. No sólo la empezaron a tomar personas con agorafobia, un trastorno que impide a las personas salir de casa por los ataques de pánico que sufren. También personas que sólo manifestaban distintas formas de miedo y timidez, así como formas leves de agorafobia, se identificaron con un concepto creado a partir de meter ciertos síntomas en un mismo saco.
GlaxoSmithKline confiesa haber sobornado a médicos y hospitales en China por casi 500 millones de dólares. Aunque lo niegan, esta sucesión de escándalos ha desembocado en medidas como la prohibición de pagar a los médicos para promocionar sus fármacos en congresos. También se suprimen los incentivos por ventas individuales de sus visitadores médicos. Pero el daño está hecho y puede que aún influya a la hora de determinar que alguien tiene depresión. El aumento en los casos obedece a una imprecisión en los diagnósticos, como concluye un estudio publicado en Psychotherapy and Psychosomatics. Cerca de dos tercios de los pacientes analizados recibieron un diagnóstico que no cumplía con los criterios que establece el manual de referencia para los psiquiatras en Estados Unidos: el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders.
En la investigación, las personas mayores recibieron con mayor frecuencia este tipo de diagnósticos. El director del estudio, un profesor de la facultad de medicina de la Universidad Johns Hopkins, sostiene que no sólo los psiquiatras prescriben más antidepresivos, sino que además los pacientes los demandan más. “Sentimientos de tristeza, el estrés de la vida diaria y problemas en las relaciones pueden causar sentimientos de malestar que pueden ser transitorios y no durar demasiado. Pero los estadounidenses están cada vez más dispuestos a utilizar medicamentos para abordarlos”, dice el doctor Ramin Mojtabai.
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Algunos psiquiatras empiezan a huir del exceso de medicación. El colegio colandés de Medicina general insta a sus miembros a recetar antidepresivos sólo en casos graves con el argumento de que el tratamiento psicológico y otras formas de apoyo pueden resultar más adecuadas para reveses habituales en la vida: separaciones, muertes de un ser querido, pérdida del empleo, etc. En los últimos años, diversas investigaciones han concluido que el ejercicio físico contribuye al bienestar de personas deprimidas. Andar en bicicleta, nadar, correr y caminar, que pueden realizar desde personas jóvenes hasta ancianos, produce químicos que generan bienestar en el cuerpo. Esto puede contribuir en un cambio en la percepción del mundo e incluso en el lenguaje, uno de los principales obstáculos que encuentran las personas con depresión para salir de ella. De ahí el auge de técnicas como la Programación Neurolingüística (PNL), que incide en el lenguaje para transformar las percepciones amenazantes y desesperanzadoras de la realidad, así como en el enfoque para afrontarlas y en las respuestas. Las personas tendrán que cuidarse también de la proliferación de charlatanes, además de que no todo se arregla con el deporte, ni con la dieta, ni con ciertas terapias. Pero tampoco se puede mantener esta cultura de tomar una pastilla para cada uno de nuestros malestares. Todo parte de una falsa idea de lo que constituye la salud.
No se trata de la ausencia de enfermedad ni de dolor, sino de una sensación general de bienestar como fruto de la armonía del cuerpo y de la mente.
Carlos Miguélez Monroy es periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias y socio de infoLibre