Una de obispos
De esos del solar patrio, apostólicos y romanos, tridentinos disimulando, por obra y gracia de una Curia inamovible y atenta al poder terrenal que ellos enjuagan a menudo para que se mire al cielo, siquiera para encontrar consuelo post mórtem. Qué otra cosa podrán ostentar, sin vergüenza, sin disimulo, los ungidos para tener a la grey sometida una vez más.
Hay un dicho que es viejo y que reza: “No hay nada más parecido a un obispo que otro obispo”. Y así andan ahora mismo, la eximia patulea de nuestros obispos patrios, reuniéndose para nombrar al nuevo dirigente de la Conferencia Episcopal, es decir al obispo jefe, referente, de gran obispo entre los obispos españolazos, es decir, al obispo referente del sector más conservador, un tal Luis Argüello.
Y así, ahora andan votando por sondeo para ver quién saldrá elegido, para certificar al nombrado, pura esencia de una iglesia muy alejada de los nuevos tiempos. Y así será natural que la tendencia vaya en dirección inequívoca, justo hacia el ultracatolicismo "de toda la vida”, por supuesto, de aquel nacional-catolicismo, falsario aggiornamento hacia el actual movimiento eclesial de ser “más papistas que el papa”, de aquellos curas de olla y misa para beatas, orondos y arrimados al poder, a los actuales mitrados de pomposa misa y ritual oscurantista, adoctrinamiento alineado con la ultraderecha y refectorio conservador de vuelta atrás, siempre que se aseguren sus privilegios instalados en el acervo del manteo de brillos, dobles morales y procesiones de seguimiento multitudinario.
La sintonía con la derecha del “arrodillaos y arrepentíos, pecadores” es superior a cualquier otra evolución humanitaria
Y que vivan las “caenas” de la fe tridentina y la obediencia ciega a los preceptos, relajados, según para quiénes, perseguidos con saña, según para cuántos infieles con ínfulas. Habrase visto descaro, vuélvanse a las calderas de Pedro Botero y a los anteojos que avisen del pecado intrínseco de tanta mujer queriendo ocupar posiciones que no les correspondan. Valiente cuadrilla de “hombrecitos misóginos y rijosos”, por mucho que junten las palmas de las manos en actitud sumisa.
Así que ya se sabe, que apunta favorito el representante más carpetovetónico, elegido ya, contra cualquier apertura soñada por los más lelos e ingenuos de la tribu, porque la sintonía con la derecha del “arrodillaos y arrepentíos, pecadores” es superior a cualquier otra evolución humanitaria, incluso diría algún teólogo descarriado, más cercana al espíritu del Evangelio, como para que se tenga en cuenta cualquier avance humanitario. Dios se salve, entonces, de sus propios espíritus blanqueados, de los obispos acérrimos a su poder, en pose de orantes y orates muy piadosos. Sin clemencia, sin piedad, sin bondad, sin amor.
Dios guarde o no guarde, da igual, al nuevo prelado nombrado Eminencia superior de los obispos españoles, negacionista de los abusos pederastas en el seno de la Iglesia que, como siempre, volverá a disimular, callar y errar el tiro y la culpa. Dios, a imagen y semejanza de tales tipos, entre melifluos e implacables, desde sus negrísimos uniformes de mal agüero, por mucho que, de vez en cuando, sepan enfundarse en carísimas vestimentas que expliquen por qué ellos hace siglos que se hicieron con el timón, el poder y la santa ira de su militante fe, tan celosa de sus preeminencias, “sus Eminencias” reverendísimas.
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.