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Las cúpulas de los tribunales seguirán bajo el control total de la derecha pese a la renovación del CGPJ

Marcelo Noboa Fiallo

Sierra Leona (31/01/1999): “Es una lotería macabra. Los rebeldes sacan a la gente de sus casas. Obligan a los hombres a alinearse en la calle. Les dan un papelito doblado en el que está escrito su sino: brazo corto o largo; mano derecha o izquierda. Después, con un machete o un hacha, seccionan el miembro elegido por el azar. Samuel Taylor-Kamata tuvo mala suerte: le amputaron las dos. Habita en un colchón andrajoso del hospital de Connought, en Freetown. Ronda los 30 años. Su hermana, sentada a un lado, le da de beber agua a sorbos en un vaso de plástico. Samuel tampoco tiene lengua. Se la seccionaron con un cuchillo”. Así describía Ramón Lobo lo que veía, lo que sentía, lo que le horrorizaba. No lo hacía porque creyese que el horror no hay que esconderlo sino porque quería que el mundo occidental, alguna vez, llegara a decir ¡basta!. No lo consiguió.

Ramón Lobo Leyder nació (o lo nacieron) en Maracaibo (Venezuela) en 1955. Hijo de padre español y madre británica. Antes de ejercer como reportero de guerra, dio sus primeros pasos en el periodismo en varios medios a principios de los 80 del pasado siglo, hasta recalar en El País como redactor de la sección de internacional, cubriendo los conflictos internacionales (Bosnia, Chechenia, Irak, Afganistán, Líbano, Sierra Leona, Ruanda, Gaza, Haití…), durante veinte años. En esa época me enganché a sus crónicas. Fueron una escuela de aprendizaje de la realidad, más allá de las interpretaciones geoestratégicas. Gracias Ramón.

Lo recuperé más tarde en el programa de radio de Javier del Pino. Los fines de semana me despertaba con él. Su lucidez, su compromiso ético, su veracidad, su credibilidad…su humor negro, me han acompañado hasta no hace mucho. También en “Infolibre” he podido seguir disfrutando de sus agudos e inteligentes análisis de lo que nos ocurre desde que Vox ha hecho acto de presencia.

Así describía Ramón Lobo lo que veía, lo que sentía, lo que le horrorizaba. No lo hacía porque creyese que el horror no hay que esconderlo sino porque quería que el mundo occidental, alguna vez, llegara a decir ¡basta!. No lo consiguió

Autor prolijo y reconocible cuyos “Cuadernos de Kabul” y “El autoestopista de Grozni” son una lección de periodismo sin él pretenderlo. “Ciudades evanescentes”, nos sumerge en la soledad de las sociedades líquidas con el telón de fondo de la acción depredadora de los mercados. Fue merecedor de numerosos premios y galardones (El Cirilo Rodríguez, el Manu Leguineche…) pero el que más ilusión le hizo fue el doctor honoris causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche. En sus agradecimientos siempre recordaba a sus amigos y compañeros que se dejaron la vida en los conflictos.

Tras conocer los cánceres que finalmente le llevarían a la muerte, hizo suyas las palabras del actor José Sacristán: “Me jode palmarla escuchando una música que creíamos superada (en referencia a PP/Vox). Me preocupan tus derechos, tus pensiones y tu empleo. Me preocupan los que se quedan y van a sufrir. No me preocupa la muerte”. Nunca olvidó quienes eran las víctimas y quienes los verdugos, “No tengo banderas, sólo valores y principios” recordó el día de su jubilación. Los que le acompañaron a cubrir los conflictos bélicos, recuerdan que tras los primeros contactos con los lugareños, estos decidían cambiarle el apellido, lo llamaban Ramón Love. Así lo sentían a este periodista inclasificable que irradiaba bondad a borbotones.

La periodista Mónica Prieto se ha despedido de él con estas palabras: “Vivió como murió: derrochando inteligencia, dignidad, sentido común y humor negro. Cómo te vamos a echar de menos, Lobo bueno. Gracias por convertirte en un referente moral en tiempos oscuros”. Por su parte su gran amigo del alma, el periodista Guillermo Altares, quien lo acompañara durante tres décadas, lo ha recordado con estas palabras: “Ramón ha dejado mucha belleza en este mundo pese a haber relatado horrores sin fin. Gracias por todo, viejo amigo”.

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

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