La reforma laboral y la idiotización de la clase política

José Manuel González de la Cuesta

La idiotización de la política, que no deja de ser un reflejo de la idiotización de la sociedad, está haciendo que los ciudadanos se sientan, cada vez más, desvinculados de los políticos. No es de extrañar, a tenor de lo que cada día escuchamos en el Congreso y, sobre todo, en redes sociales y medios de comunicación apuntados al disparate y el bulo. 

Digo lo anterior, que es una obviedad en boca de todos y todas, porque me preocupa el bajo nivel de compromiso con la ciudadanía que están mostrando muchos dirigentes políticos, anteponiendo sus intereses de partido, cortoplacistas y, por qué no decirlo, personales, sobre las necesidades de la sociedad y la capacidad de esta para intervenir en los asuntos que le conciernen. Y no me estoy refiriendo a que estemos constantemente asaltando la calle o las redes sociales, como nuevo instrumento de expresión popular, sino a la incapacidad que tienen algunos dirigentes para entender que la sociedad tiene algo que decir, y para respetar los acuerdos que esta toma a través de sus legítimos representantes. 

Me voy a referir, concretamente, al acuerdo de modificación de la reforma laboral al que han llegado Gobierno, empresarios y sindicatos. Parece que en los círculos de poder partidista se ha olvidado, si es que alguna vez lo han sabido, que la Constitución en sus artículos 7 y 37 da voz a los agentes sociales como interlocutores válidos y legales en la negociación de todos aquellos asuntos que conciernen al mundo laboral. Es tal la distopía política a la que nos quieren avocar, no digo ya los partidos de derechas que están lanzados al monte del negacionismo de todo lo que no entre en sus cuitas electorales, sino que son aquellos partidos de izquierda que en teoría deberían respetar un acuerdo firmado por los sindicatos, los que están poniendo palos a las ruedas de la acordada reforma laboral. Quizás sea porque la armonía entre ser de izquierdas y nacionalista chirría, siempre lo ha hecho a lo largo de la historia, cuando tienen que elegir entre la identidad nacional, es decir la patria, y el bienestar general de la población. 

Deberían hacérselo mirar, o ser lo suficientemente honestos como para reconocer que en caso de colisión entre sus intereses nacionalistas y los intereses de los trabajadores, como es en este caso, siempre van a abrazar los primeros, poniendo en solfa la capacidad de los agentes sociales para negociar asuntos relativos al mundo del trabajo, cuestionando su legitimidad.  

Y sí, es cierto que la reforma laboral podría haber ido más lejos, pero entonces no habría sido una negociación y este país anda muy necesitado de negociadores y negociaciones entre diferentes. Teniendo en cuenta que la nueva reforma recoge aspectos que la del Partido Popular eliminó, esenciales para que los sindicatos vuelvan a tener el papel de representación y acción en la negociación colectiva que les otorga la Constitución, no es un paso pequeño, que acompañado con una nueva regulación de la contratación, se puede dar un vuelco, a mejor, al mercado del trabajo y la consideración de trabajadores y empresarios como agentes esenciales en la pacificación del país y su progreso económico. Pero para eso hay que saber negociar y tener en cuenta que un buen acuerdo se basa en la cesión de postulados de todas las partes. Deberían/deberíamos tomar nota, a fin de evitar tanta polarización política y social.

No estaría de más que, por una vez, los partidos políticos se hicieran a un lado y se dejaran de peleas frentistas, que solo tienen puesto el ojo en hipotéticos resultados electorales. Y lo deberían hacer porque así el país se lo agradecería. El mundo laboral está claro que se les escapa a muchos, y les incapacita para entender que sindicatos y empresarios llevan años engrasando la maquinaria de la negociación, porque es una manera de evitar el conflicto, y este ni a unos ni a otros les interesa, y de lo que se trata es de minimizarlo lo más posible, para que el país avance. Solo ha hecho falta, como en este caso, un Gobierno y una ministra que han entendido perfectamente su papel en la negociación, y el valor de esta como instrumento de desarrollo del país y unos agentes sociales que han estado a la altura de las circunstancias.

José Manuel González de la Cuesta es socio de infoLibre

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