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Los segadores de cabezas

Fernando Pérez Martínez

El visitante camina sin rumbo por las calles vacías de la Ciutat Vella de Barcelona. Hace frío, la humedad cala los huesos, es noche de fútbol europeo, copa de campeones o como se llame.

Los pasos distraídos, por momentos indecisos, vagabundos, se van orientando hacia un atenuado rumor de voces conjuntadas, cadenciosas, graves y pausadas. Entonan un cántico irreconocible a esta distancia, el coro eleva la voz llegado el estribillo que suena concentrado en cuatro golpes: ¡Pan, pan-pan, pan!, que se repite tres veces.

A medida que se aproxima al lugar donde se agrupa el coro, distingue la lengua catalana, de la que entiende retazos, palabras sueltas, no el significado del estribillo estructurado en cuatro emisiones de sonido cuyas palabras no atina a distinguir, que pronuncian graves las voces de bajo y la repiten rítmicamente tres veces con diferente y apropiada entonación para lograr la atmósfera solemne, sobria y templada.

Alguien que escucha con unción contempla en la cara del forastero la incomprensión de la letra, le ilustra: “Es el himno de Cataluña, Els SegadorsEls Segadors”. Los Segadores, deduce para sí, un canto al trabajo agrícola, a las virtudes pacientes y esperanzadas del trabajo en el campo. Labor intensa que, conjugada con el capricho de vientos, temperaturas y humedades o sequías, producirá en unos meses el alimento que nutre generación tras generación a los payeses y a los habitantes urbanos de esta tierra.

Suena apaciguador y resignado el cántico que vuelve a repetir incansable la coral heterogénea y multitudinaria.

El anónimo y circunstancial Cicerone inquiere: “¿Entiende usted lo que cantan?” Y el interpelado, sinceramente interesado en la por momentos añorante balada, le responde: “Yo qué he de entender, ni siquiera distingo las palabras que forman el estribillo. Cataluña sí, pero poco más”.

Le contempla satisfecho, se anima su interlocutor y comienza a traducir simultáneamente a la interpretación de la pieza, desvelando el sentido de unos versos cuyo significado es cualquier cosa menos pacífico, reposado o tranquilizador. Lo más alejado del significado que había atribuido por el tono y el ritmo. Se le antojó paradójico, como si una canción de cuna se interpretase a cañonazos.

Ya en casa, consultada la bibliografía oportuna, comprendió el himno bélico nacido durante la guerra de los Ochenta Años, contextualizado en el Corpus de Sangre, en el que las hoces son armas campesinas que degollaron al virrey de Felipe IV, despachando al otro mundo a otros veinte despenados.

Nunca imaginara que el reposado pueblo catalán se presentase ante el mundo entonando una balada sangrienta, que clama con reiteración en su estribillo: ¡Buen golpe de hoz!, identificando las gargantas enemigas con las cañas de las rubias espigas de trigo que segarán con cada “buen golpe de hoz”. Un himno de guerra como el de La MarsellesaLa Marsellesa.

Tampoco se le habría ocurrido nunca pensar que mientras fuera de Cataluña se escucha Els Segadors como una amable composición exaltadora de las virtudes laboriosas del payés y las cualidades que aprecia el honrado pueblo catalán, las voces catalanoparlantes que articulan los versos, nota a nota, estuviesen clamando sangre golpe a golpe de hoz. A “buen golpe de hoz”, en pos de una sangrienta Cataluña triunfante.

Porque el visitante sabe que los catalanes son gente de paz, si no saldría corriendo para ponerse a salvo de esos segadores que exaltan en su belicoso himno.

Letra de Els Segadors en castellano: “Cataluña, triunfante, /¡volverá a ser rica y plena!/¡Atrás esta gente / tan ufana y tan soberbia!/¡Buen golpe de hoz!/Buen golpe de hoz, ¡defensores de la tierra! /¡Buen golpe de hoz! /¡Ahora es hora, segadores!/¡Ahora es hora de estar alerta! / Para cuando venga otro junio /¡afilemos bien las herramientas!/ (estribillo)/ Que tiemble el enemigo / al ver nuestra bandera: / como hacemos caer espigas de oro, / cuando conviene segamos cadenas”. ________________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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