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Trump: se acabó la democracia

Verónica Barcina

De tarde en tarde, desde los medios de comunicación, se recuerda al mundo que EEUU es el paradigma de la Democracia, el sistema democrático más avanzado que han conocido los tiempos. Casi a diario, el aparato de propaganda que es la ficción hollywoodiense se afana con fervor en la misma tarea. Al mismo tiempo, en horario ininterrumpido, sin pausas, las redes sociales se vuelcan en idéntico empeño. El mundo consume el sistema electoral americano de la misma manera que engulle hamburguesas, refrescos de cola, machismo, racismo, esclavismo, egoísmo y lo que le venda USA: de forma inconsciente.

La Constitución americana establece tres requisitos que debe cumplir un candidato a la presidencia. Quien los cumple debe recaudar más de 5.000 $ para su campaña, registrarse ante la Comisión Federal Electoral y autorizar un comité para recaudar y gastar los fondos durante la campaña. ¡Cómo no!, el dinero hace la primera criba, no la única, al negar la posibilidad de concurrir a millones de ciudadanos. Esto tiene un nombre: Plutocracia.

La elección del presidente y del vicepresidente no depende directamente del voto de los ciudadanos, sino del de 538 “electores” en todo el país. Cada partido elige su lista de posibles “electores” en cada estado, dándose la circunstancia de que el ganador en un estado se hace con el total de los votos electorales. Durante el proceso llamado Colegio Electoral, que no es un lugar físico, se seleccionan los “electores”, se reúnen para elegir la presidencia y el Congreso cuenta los votos que emiten. El candidato necesita, al menos, el voto de 270 “electores" para ganar, pasando el voto ciudadano a un segundo plano, y es posible que sea proclamado presidente quien no ha obtenido la mayoría del voto popular.

Si el modelo americano de democracia despierta recelos en la opinión pública, desata el miedo cuando decide imponer la democracia en terceros países donde tiene intereses económicos y políticos

En cuanto al voto por correo y al recuento electoral, son habituales las dudas y las sospechas que frecuentemente acaban en unos tribunales de los que también se sospecha por su parcialidad militante. Más allá de las deficiencias logísticas, es el partido republicano el que más sospechas despierta y el que más acusaciones de pucherazo realiza cuando pierde, algo común en las derechas de todo el mundo, como se puede constatar en el caso de España, tanto en la actualidad como en cualquier periodo democrático de su Historia.

Si el modelo americano de democracia despierta recelos en la opinión pública, desata el miedo cuando decide imponer la democracia en terceros países donde tiene intereses económicos y políticos. Las élites económicas que deciden la presidencia de USA señalan los objetivos exteriores que la administración americana ataca utilizando los medios más opacos y agresivos que se conocen: la CIA interfiere en la política de muchos países auspiciando cambios de gobierno e imponiendo títeres tras derrocar a quienes no se pliegan a sus intereses. Sudamérica es la región donde más se sufre. La labor colonizadora sigue líneas que van desde apoyar a las fuerzas disidentes hasta la intervención militar directa.

Más o menos, los dos partidos que se alternan en el poder, uno liberal y otro neoliberal, uno moderado y otro radical, uno demócrata y otro con pulsiones dictatoriales, han intentado mantener el halo modélico que tantos réditos económicos le ha dado. Hoy, la realidad es muy distinta. Durante el anterior mandato de Trump hubo algún equilibrio residual en el Congreso y el Senado que los recientes resultados han dinamitado, tanto en el voto popular como en el de los “electores”. El IV Reich viene de camino y no desde Alemania.

Norteamérica ha entregado el poder a un populista cuyo principal objetivo es acabar con la democracia, en su país y en el mundo. La reacción en cadena está a punto de caer tras un intervalo de cuatro años. Abascal y Ayuso se están frotando las manos y salivan.

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Verónica Barcina es socia de infoLibre.

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