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Valorar a los políticos con el test de Max Weber

Julián Lobete Pastor

Max Weber no elaboró ningún test para valorar políticos, pero sí describió en La política como profesión las cualidades que debía tener un político y las reflexiones que deben hacerse quienes consideren que tienen vocación para la política. Propongo que cada lector/a utilice las cualidades que considera Weber y los requisitos para la vocación política como criterio para la valoración de los políticos y políticas bien de su preferencia o de su adversión y obtenga sus propias conclusiones.

Antes recordemos la definición que Weber hace de la política: “Es la aspiración a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre distintos Estados, o dentro de un Estado, entre los distintos grupos humanos que éste comprende. Quien hace política aspira al poder como medio al servicio de otros fines (egoístas o idealistas) o al poder por sí mismo, para gozar del sentimiento de prestigio que el poder da”.

Las cualidades del político profesional

Son tres la cualidades decisivas para el político: Pasión, sentido de la responsabilidad y sentido de la distancia.

- Pasión: en el sentido de darle importancia a la cosas reales; entrega apasionada a una causa, al dios o al demonio que la gobierna; no en el sentido de esa actitud interior que Simmel llamaba excitación estéril, “ un romanticismo de lo intelectualmente interesante que corre hacia el vacío y sin ningún sentido de la responsabilidad por las cosas”

- Responsabilidad: la pasión no le convierte a uno en político si ella, como servicio a una causa, no convierte a la responsabilidad en la estrella que guíe a la acción de manera determinante.

- Sentido de la distancia: la cualidad psicológica decisiva para el político. Dejar que  la realidad actúe sobre sí mismo con serenidad y recogimiento interior, es decir necesita de una distancia respecto a las cosas y a las personas. La falta de distanciamiento, recuerda Weber, es uno de los pecados mortales del político y condice a la incapacidad política. Y sin embargo, la entrega a la política, si no quiere ser un frívolo juego intelectual sino una acción auténticamente humana, sólo puede nacer y alimentarse de la pasión. La fuerza de una personalidad política significa, antes que nada, remacha Weber, poseer estas cualidades.  

Un enemigo muy trivial y demasiado humano: la vanidad

Dice Weber que en su tiempo, la obra que se comenta fue dada a conocer en forma de conferencia en 1919, la vanidad dentro de los círculos académicos e intelectuales era una especie de enfermedad profesional; parece que no han cambiado mucho las cosas en ese ámbito.

En el político, la vanidad, pecado contra el Espíritu Santo en la profesión, según Weber, comienza cuando la ambición de poder se convierte en algo que no toma en cuenta las cosas, cuando se convierte en objeto de una pura embriaguez personal… pues en el terreno de la política sólo hay dos clases de pecados mortales: no volcarse en la realidad de las cosas y la falta de responsabilidad, que con frecuencia es idéntica a aquélla, aunque no siempre. La vanidad, esa necesidad de ponerse a sí mismo en el primer plano lo más visiblemente posible, es lo que con mayor fuerza conduce al político a cometer uno de esos dos pecados, o los dos. La falta de tomar en consideración las cosas reales hace al político proclive a ambicionar la apariencia brillante del poder en vez del poder real, pero su falta de responsabilidad le lleva a disfrutar del poder por sí mismo, sin una finalidad objetiva.

La ética de las convicciones de conciencia y la ética de la responsabilidad

No se puede comprender lo que para Weber es la política y el comportamiento de los políticos sin mencionar su explicación de los conceptos de ética de la convicciones de conciencia y ética de la responsabilidad. "No es que la ética de las convicciones de conciencia sea idéntica a la falta de responsabilidad y que la ética de la responsabilidad sea idéntica a la falta de convicciones de conciencia. No se trata de eso naturalmente" explica Weber.  "Pero hay una diferencia abismal entre actuar entre una u otra".

Actuar bajo la máxima de las convicciones de conciencia (hablando en términos religiosos ,el cristiano obra bien y pone el resultado en manos de Dios) supone que si las consecuencias son malas, el actor no será responsable sino el mundo, la estupidez de los hombres o la voluntad de Dios que los creó así. Quien actúa bajo la ética de la convicción de conciencia sólo se siente responsable de que no se apague la llama de la pura convicción, por ejemplo de la protesta contra la injusticia social.

Quien actúa bajo la ética de la responsabilidad toma en cuenta precisamente los defectos de los hombres. Piensa que no tiene ningún derecho a presuponer que los hombres sean buenos o perfectos, no se siente en situación de poder cargar sobre otros las consecuencias de sus propias acciones en cuanto pudo preverlas. Dirá que esas consecuencias se imputen a su propia acción.

La falta de tomar en consideración las cosas reales hace al político proclive a ambicionar la apariencia brillante del poder en vez del poder real, pero su falta de responsabilidad le lleva a disfrutar del poder por sí mismo, sin una finalidad objetiva

"Con lo expuesto no está resuelto el problema de la ética en política", nos recuerda Weber:  “Ninguna ética del mundo puede evitar el hecho de que la consecución de buenos fines vaya unida en numerosos casos a tener que contar con medios moralmente dudosos o al menos peligrosos, y a tener que contar con la posibilidad, o incluso con la probabilidad de que se produzcan consecuencias colaterales malas; y ninguna ética del mundo puede demostrar cuándo y en qué medida un fin moralmente bueno santifica los medios éticamente peligrosos y sus consecuencias colaterales”.

Finalmente, y sobre esta materia, Weber acuña una frase que debería estar enmarcada en el despacho o en la mente de todos los políticos/as. “Quien se mete en política , es decir quien se mete con el poder y la violencia como medios, firma un pacto con los poderes diabólicos y sabe que para sus acciones no es verdad que del bien sólo salga bien y del mal sólo salga mal, sino con frecuencia todo lo contrario. Quien no vea esto es, en realidad, un niño desde un punto de vista político.”

Vocación para la política

En el comienzo de este apartado de su conferencia La política como profesión, Weber enlaza con la idea anterior y señala: “Quien quiera hacer política en general y quien quiera ejercerla sobre todo como profesión, tiene que ser consciente de esas paradojas éticas y que es responsable de lo que él mismo pueda llegar a ser, bajo la presión de éstas. Repito que tendrá que comprometerse con los poderes diabólicos que acechan en toda acción violenta”. "Quien busque la salvación de su alma y la  salvación de otras almas, que no la busque por el camino de la política, que tiene otras tareas muy distintas, unas tareas que sólo se pueden cumplir con la violencia", advierte Weber, y recuerda: "es verdad que la política se hace con la cabeza pero no sólo con la cabeza".

El autor quiere situar a los oyentes de su conferencia en la realidad del momento, recordemos, 1919, tras la derrota de Alemania en la primera guerra mundial y el triunfo de los bolcheviques en Rusia en 1917, y resalta: “Lo que tenemos ante nosotros no es la alborada del estío sino una noche polar de una dureza y una oscuridad glacial, triunfe fuera el grupo que triunfe, pues donde no hay nada, no es sólo el emperador el que ha perdido sus derechos sino también el proletario”. Quien triunfó años más tarde fue el nazismo.

Weber termina este apartado sobre la vocación política con otro párrafo digno también de enmarcarse. “La política significa horadar lenta y profundamente unas tablas duras con pasión y distanciamiento al mismo tiempo. Es completamente cierto, y toda la experiencia histórica confirma que no se conseguiría lo posible si en el mundo no se hubiera recurrido a lo imposible una y otra vez. Pero para poder hacer esto, uno tendrá que ser un líder, y un héroe en un sentido muy sobrio de la palabra. Y aquellos que no sean ambas cosas deberán también armarse con esa firmeza de corazón que permite hacer frente al fracaso de todas las esperanzas y deben hacerlo ya, pues si no, no estarán en situación de realizar lo que es posible hoy. Sólo quien esté seguro de no derrumbarse si el mundo es demasiado estúpido o bruto, visto desde su punto de vista, para lo que él quisiera ofrecerle; sólo quien esté seguro de poder decir ante todo esto, no obstante, a pesar de todo, sólo éste tiene vocación para la política.”

Max Weber nos proporciona elementos para evaluar y situar a nuestros políticos y políticas, quién tiene pasión, responsabilidad o distanciamiento. Quién actúa como un niño en la política o es devorado por la vanidad. Las lecciones de Weber deberían enseñarse en todos los programas de formación de los políticos, si es que tal cosa existe. Y también como examen de conciencia para que algunos se autoexcluyan o abandonen si es posible. Entretanto, leamos o releamos a Weber.

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Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre.

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