Juan Cruz: “A la entrevista la puede matar el exceso de entrevistas sin sustancia”

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Él es el entrevistado, pero empieza la conversación preguntando.

— Entonces, ¿qué has comido hoy?

Será deformación profesional, será astucia de periodista resabiado. Lo cierto, sea como fuere, es que Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) dice reconocerse a sí mismo solo del lado del inquisidor, entiéndase este, claro, en su acepción no torquemadesca. Dice que en el otro extremo se “cansa”. Que no tiene mucho que responder. No en vano, se ha pasado la existencia con la interrogación en la boca, interpelando ya sea a escritores o artistas, políticos, personajes de la farándula o lo que le echen por delante.

Desde los jovencísimos 13 años a los que empezó su carrera, Cruz, un histórico de El País, diario del que es director adjunto, se ha visto las caras con lo más granado de los glitterati nacionales y foráneos. En Toda la vida preguntando (Círculo de Tiza) acaba de presentar una selección de algunas de esas grandes entrevistas con hombres y mujeres de letras, desde J.K Rowling a Doris Lessing, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Miguel Delibes, Günter Grass o Mario Vargas Llosa, quien le firma el prólogo.

Pregunta. ¿Ha merecido la pena pasar toda la vida preguntando?

Respuesta. Sí, porque no me he cansado de preguntar. En realidad, lo que cansa es responder, probablemente porque no tengo respuestas, tengo preguntas. Hay un famoso grafiti que vio una vez un amigo de Benedetti en Quito, que decía 'Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas'. Yo creo que yo estoy en ese caso, a mí me cambiaron las preguntas hace rato.

P. Después de tantas entrevistas, ¿no se considera en cierto modo un personaje como los personajes a los que entrevista?

R. Yo me siento bastante adolescente todavía, y bastante primario como periodista. Yo no tengo, creo, mala leche. No tengo capacidad de cinismo, no tengo desconfianza, no me gusta que me engañen, tengo como un sexto sentido para percibir que alguien me engaña… Es decir, tengo algunas virtudes de los viejos pero todos los defectos de los jóvenes: mi inseguridad es absoluta. Yo siempre que hago una pregunta que me parece un poco hiriente, busco la manera de decirla sin herir.

P. ¿Y alguna vez se guarda una pregunta?

R. No. Todas las preguntas se pueden hacer. Todas las preguntas, si aguardas al momento más oportuno, si estableces un ritmo, hay un momento en que la pregunta difícil se convierte en natural. Cuando la pregunta se convierte en natural, ya puedes preguntarlo todo.

P. O sea, que es una especie de maestro de marionetas, que al final dirige al personaje hacia donde quiere que vaya.

R. No, la marioneta soy yo, y yo me voy dirigiendo a mí mismo. Si la persona tiene una mirada interesante, yo procuro seguir su ritmo. Hay un ritmo del alma de las personas que se ve en la mirada. No en los ojos: la mirada no está en los ojos, sino en la cara. En el modo de escuchar, en la actitud que tienes.

P. Entonces lo que sí que hay es una transacción de intimidad.

R. Sin duda ninguna. La entrevista tiene muchísimo de respeto a la intimidad. Si hay respeto por la intimidad, te darán la intimidad. Nadie te da una cosa suya si tú no la respetas.

P. ¿Y por qué nos tiene que interesar la persona que hay detrás de un trabajo?

R. Porque sin eso no lo hacen. ¿Por qué vengo yo a trabajar cada día? Pues porque mi padre iba a trabajar cada día y no ponía falsos pretextos. Porque mi madre cantaba y lloraba a la vez. Porque la vida es un esfuerzo enorme. Cuando a mí me preguntan por qué trabajo tanto, de una manera u otra siempre sale esa respuesta. Si yo no hubiera tenido esa infancia, si hubiera sido alto, rico, si me hubieran educado para ser un arrogante, probablemente lo sería. Pero a mí me educaron yendo a cobrar las facturas que mi padre no se atrevía a cobrar, y eso te produce a ti un atrevimiento. Yo soy atrevido porque de chico me lanzaron al mar.

P. ¿Cómo se prepara Juan Cruz una entrevista?

R. Pues depende. Estas de ahora, en la última de El País, me apunto a lo mejor tres sensaciones. Pero cuando es una entrevista como las que hay en el libro, apunto como 30 asuntos. Si la entrevista es más larga de una hora, o yo preveo que va a ser más larga, apunto 60 asuntos. Yo no apunto preguntas, sino asuntos. Luego, las respuestas me van dando otras preguntas. A veces, los asuntos que están ahí planteados no salen, porque ha habido una respuesta. Por ejemplo, el otro día, entrevistando a Manuela Carmena, ella me dijo: oye Juan, a mí es que no me interesa la política. Resulta raro, ¿no? Yo le dije: ¿cómo? Si tú le preguntas una cosa larga, ya la pones en guardia. Mientras tú le preguntas, ella ya está pensando la respuesta, de modo que tú tienes que ser muy directo. Y por ahí crece un ovillo que uno no se espera. Las preguntas inesperadas son las que dan respuestas inesperadas, y viceversa.

P. Ya ha dicho que trabaja mucho, y se ve, por todo lo que firma. ¿Cómo le da tiempo a abarcar todo lo que abarca?

R. Bueno, porque hago varias cosas a la vez, porque no digo que no, porque a veces me enrabieto conmigo mismo si fallo en alguna cosa, y porque soy una persona muy ilusionada. Muy ilusionable. Ahora me han pedido una entrevista con Errejón, ya tengo aquí los materiales, más o menos. Entonces, yo tengo que ilusionarme. Si dices, jo, es que me han pedido una entrevista con Errejón, o jo, me han pedido una entrevista con Bono, o con Raphael… Jo, es contrario al periodista. Cuando dices jo, ya la jodiste.

P. Con el momento tan malo que está viviendo el periodismo…

R. No, no está viviendo un momento malo el periodismo, lo estamos viviendo los periodistas, porque tenemos problemas para cobrar lo que hacemos.

P. Por eso entiendo que resulta difícil mantener la ilusión.

R. Eso es lo que quieren, que perdamos la ilusión. Quitarnos la palabra. Aquello que decía León Felipe: nos queda la palabra. No sé si era León Felipe o Celaya. La palabra es nuestra. Nosotros somos los que vamos a contar hasta el fin de los días el fin de los días. Eso es un privilegio enorme. Nosotros somos como los médicos de la democracia.

P. Y ahora, con el insoportable griterío mediático que hay…

R. Mira, hoy publiqué un artículo sobre lo que yo creo modestamente que debe hacer un gobierno municipal europeo con la cultura. Yo creo que hay que ponerla en manos de una personalidad que sea capaz de mirar la cultura con grandeza, independientemente de las polémicas que hay. Esta tarde recibí un tuit de alguien que yo imagino quién es, pero que firma… (saca el móvil y mira su Twitter) Omnia sunt communia. Si te acuerdas, es el grito en latín que dijo el concejal Zapata cuando tomo posesión. Alguien, seguro que no es el concejal Zapata, ha iniciado una cuenta —porque tiene pocos seguidores, así que me imagino que es de hace poco— en la que dice con respecto a mi texto: “Lo cursi y obvio como trascendente. Juan Cruz es otra muestra más de la escasez interpretativa de la élite cultural". ¡Es que lo dice con toda honestidad! Yo, que he vivido en Londres, en Berlín, en París —no es que haya vivido mucho tiempo—, en Roma, en Venecia… veo lo importante que es la cultura para esas personas. Por cierto, ahora me responde, porque yo se lo agradecí, le dije 'gracias, amigo' (se refiere al tuit). ¡Yo lo hice con la mejor intención! Yo creo que lo que hay que hacer es superar el ruido mediático con razones, con argumentos, con información. Si somos capaces de buscar información, llegaríamos a hacer mejor periodismo.

P. ¿Y cree que ahora mismo se está a la altura de eso?

R. —(Vuelve a mostrar el móvil) ¡Mira lo que me ha puesto ahora!

—(Es un meme con una foto de Mario Vargas Llosa que dice:) Eres un mandarín atribulao... y lo sabes.

—Bueno, pues es la manera de responder. Pero yo no estoy en eso, no quiero estar. Y si estuviera… Onetti decía que los periodistas tendríamos que tener otra mano que nos diera cada vez que hiciéramos algo en contra de nuestro sentido común. Yo procuro tener esa mano, aunque no siempre.

P. Ahora que tenemos delante la foto de Vargas Llosa, que firma el prólogo del libro, él dice que una de tus virtudes es que haces sentir cómodo al entrevistado. Pero, ¿dónde está la línea entre hacer sentir cómodo y ser complaciente?

R. Pues en el ritmo, lo que te dije antes. Por ejemplo, yo le hice una entrevista a Vargas Llosa por los 70 años, ahora va a hacer de eso 9 años. Es una entrevista sobre su vida, con lo cual no tenía sentido no sacarle el tema García Márquez. Pero tenía que sacarlo en el momento adecuado. Y aunque él me respondiera lo que siempre responde al respecto, yo se lo tenía que hacer, pero en el momento adecuando. Si yo en ese momento no le hago la pregunta es entonces cuando he fallado. Si tú no buscas el momento adecuando, la pregunta es inconveniente. O bien, su respuesta es poco interesante. Yo creo mucho en las preguntas adecuadas. No cualquier pregunta puede ser hecha de cualquier manera, porque nosotros tampoco tenemos derecho como periodistas a contravenir una norma no escrita: una entrevista es un acuerdo de dos para hablar sin fronteras acerca de lo que hayan acordado hablar. Si tú, por ejemplo, vienes a hablar conmigo de este libro, y te desvías y empiezas a preguntarme por mi vida privada, probablemente te conteste, pero a lo mejor yo te digo: 'oye, en eso no habíamos quedado'. En fin, que uno tiene que ser respetuoso con el acuerdo al que haya llegado.

P. ¿Ha tenido que llegar a acuerdos en los que ha renunciado a preguntar algo?

R. Me ha pasado alguna vez, y han sido mis peores entrevistas. Por ejemplo, le hice una entrevista a José Bono, y luego, cuando reconstruyó él —porque yo le mandé, así lo piden, la transcripción—, él me cambió las preguntas de sitio. Yo le dije que eso no era correcto. Finalmente hice lo que yo estimé oportuno. Me pasó con Miguel Bosé, que fue una entrevista en la que yo salí muy contento, y después observé que las mismas respuestas que me dio a mí con respecto a unas preguntas se las dio a otros con respecto a otras preguntas. Con lo cual, evidentemente, se había preparado para lanzar un determinado discurso, y eso no me gustó.

P. Ahora uno abre cinco webs por la mañana y las cinco tienen una entrevista que es más o menos igual. ¿Tiene esto sentido, estas rondas de entrevistas por todos los medios?

R. No, creo que es un error. Los periódicos debemos ser en eso más serios. Y las gentes que llevan la prensa de estas personas deben ser más sobrios. Creo que en España al género de la entrevista lo puede matar el exceso de entrevistas sin sustancia. Corremos el riesgo de la falta de sustancia.

P. ¿Y qué le parecen las entrevistas por Twitter u otras redes sociales?

R. Horror, horror. O tú tocas a la persona o la entrevista no tiene sentido.

P. ¿A qué ayudan entonces las redes sociales en lo que se refiere a la entrevista?

R. A la transmisión de la entrevista. Pero no a la entrevista. Una entrevista por WhatsApp es poco menos que una desnaturalización de la entrevista. Una entrevista por Skype no es una entrevista. Una entrevista es el aliento de la persona, ¡es la mirada! Si tú no me vieras a mí ahora tú tendrías una imagen. Uno no conoce a la otra persona hasta que está con ella. ¿No te parece a ti?

—Evidentemente no es lo mismo, tampoco las entrevistas por email.

—Bueno, uno debe decirlo: esta pregunta fue por email.

P. ¿Quién es mejor entrevistador: el que repregunta e insiste o el que deja hablar?

R. El que deja hablar. Yo creo que se ha convertido en una costumbre, lo de la repregunta impertinente. Así dejas seco al entrevistado, y cuando el entrevistado está seco, no le puedes sacar nada interesante. Si lo tuyo es una confrontación, terminará siendo una lucha libre, y una lucha libre la ganará siempre el entrevistado. Puede convencer al público de que es muy valiente el entrevistador, pero no habrá sacado nada para el público.

P. Antes que me hablaba de Manuela Carmena: el sábado asumió el cargo, y el domingo ya estaba dando entrevistas. ¿Tiene esto sentido?

R. Independientemente de mi devoción por Manuela Carmena, que existe, me parece una persona extraordinaria, de las mejores personas que yo he conocido, una mujer responsable y que responde, creo que no tenía que haber ido a esa entrevista. Lo que pasa es que también la entrevistadora hizo muy bien en pedirle la entrevista y en hacerla: fue un éxito. Pero desde el punto de vista político, quizá se precipitó.

P. Pero y desde el punto de vista de la periodista, Carmena llevaba 24 horas en el cargo: mucho desde luego no se puede rascar.

R. Pero ella se lo decía: oye, que acabo de llegar. ¿Cómo voy yo a decirte ahora esto o lo otro, si no sé nada? Ese es el tema. El tema es que si tú no sabes nada todavía, por muy amigo que seas del periodista, mejor espérate un poquito. Yo creo que hablamos mucho, y nos hacen hablar mucho. Y a veces no conseguimos como periodistas nuestros objetivos haciendo hablar. Es mejor reposar lo que se sabe. Uno llega a mejores conclusiones cuanto más sabe.

P. Ya te lo he preguntado un poco antes, pero, ¿crees que el periodismo lo está haciendo bien ahora en ese sentido?

R. No. Yo creo que nos estamos precipitando mucho. Por ejemplo, ese tuit que te enseñado. Yo hago un artículo que es probablemente cursi, todo lo que dice esta persona que escribe bajo ese seudónimo. Pero mi argumento no ha sido desmentido por él. Muchas veces yo hago preguntas en Twitter: ¿seguro que piensas eso? ¿Cuál es tu opinión de verdad? ¿Lo has pensado? Hago esas preguntas, e irrito. Esas preguntas irritan, porque ahora eso no se estila, Silvia Hernando.

P. De las entrevistas del libro, ¿hizo usted la selección?

R. No, la hizo un amigo mío, que es editor y se llama Ulises Ramos. Ha hecho una buena selección. Yo hubiera puesto otras, pero eso siempre pasa.

P. ¿Cuál se ha quedado fuera que más eche en falta?

R. Una de Marsé, una de Azcona, una de Ana Maria Moix… mucha gente.

P. ¿Y de las que hay aquí?

R. La de J. K. Rowling. Es la más interesante. Tiene que ver con el queso de cabrales que le llevé. Cómo tú consigues empatía con un entrevistado que parece reticente a responder.

P. De los actuales entrevistadores en España, ¿quién le gusta?

R. Ha habido muy grandes entrevistadores, y los hay. Me gusta mucho cómo entrevistan los de La Vanguardia, hay una entrevistadora que me fascina que se llama Núria Escur, en La Vanguardia. Si puedes ponerlo te lo agradecería, porque es una entrevistadora emocionante. He hecho muchas entrevistas imitando a Rosa Montero. Karmentxu Marín me encantaba. Eran muy buenas las entrevistas de Feliciano Fidalgo. Todos los entrevistadores que yo puedo nombrar me parecen personas nobles, y creo que la nobleza es un instrumento de primera clase para hacer una entrevista.

Él es el entrevistado, pero empieza la conversación preguntando.

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