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Hacer que Freddie Mercury cante ‘Thriller’ usando la inteligencia artificial es legal, pero ¿quién factura?

Imágen de la cover de Freddie Mercury interpretando Thriller (Michael Jackson) mediante IA.

YouTube quiere sacar partido de las canciones creadas con inteligencia artificial (IA) que se han viralizado recientemente en la plataforma. Los 1,2 millones de visitas de la cover de Freddie Mercury cantando Thriller de Michael Jackson o el streamer español Ibai Llanos interpretando las canciones de Quevedo han llevado al director ejecutivo, Neal Mohan, a asociarse con Universal Music para crear una incubadora de música creada por IA. La inteligencia artificial aprenderá de los artistas, compositores y productores del sello Universal para componer sus futuras canciones. Un terreno, el de la creación en IA, que se presenta como problemático en el ámbito de la protección de los derechos de los creadores, tanto de los que se apoyan en estos programas para sus canciones, como para los que ven sus propias creaciones usadas para alimentar los servidores.

El plan de YouTube también es proteger a la comunidad de creadores, que va de la mano con la monetización de estos contenidos a través del Content ID, su sistema de detección de plagio. La directora general de Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), Cristina Perpiñá-Robert, explica a infoLibre que las creaciones generadas de forma totalmente autónoma por IA no están protegidas por el régimen de propiedad intelectual conforme al derecho español.

La creación humana

La línea fronteriza para SGAE en el uso de la IA es la creación humana como requisito imprescindible para poder estar protegida y gestionada por la Sociedad de Autores y que los derechos de quien ha creado la composición sean defendidos. Su directora apunta que resulta esencial que toda tecnología de IA se utilice de forma que sirva de instrumento para la cultura y la creación artística, y recalca que, “en ningún caso, sustituya a la creación humana”. La línea que sigue SGAE es la de los principios establecidos en la Human Artistry Campaign, una guía para la utilización responsable de esta tecnología en la cultura y el arte, y que Perpiñá-Robert destaca que “requiere la máxima transparencia por parte de este tipo de herramientas y sistemas”.

Lo que sí está protegido en cualquier caso es el hecho de que el autor haya usado la IA como instrumento al servicio de la creatividad humana. Su uso complementario no afecta a la protección de la obra ni a los derechos de autor. El registro de una obra en SGAE (o en el Registro de la Propiedad Intelectual), según reconocen desde la dirección, no es condición necesaria para su protección ni para que se le reconozcan derechos de autor. La propiedad intelectual de la obra musical corresponde a su autor por el solo hecho de su creación, sin exigirse ninguna formalidad ni registro, como señala el artículo 1 de la Ley de Propiedad Intelectual. Se considera autor “a la persona natural que la crea” (artículo 5 de la LPI).

Los modelos de inteligencia artificial son entrenados con repertorios que están protegidos y al que tienen acceso sin retribuir ninguna remuneración a los autores y además, según señala el presidente de la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (Cisac), Björn Ulvaeus, no tienen ninguna transparencia. Defiende que aunque ve en la IA el perfecto colaborador, no es fácil que un autor pueda impedir el uso de su obra para que el sistema la incorpore y extraiga sus patrones. Las entidades de gestión de derechos están trabajando en la concesión de licencias para este tipo de explotaciones para que sus autores sean reconocidos. Cristina Perpiñá-Robert es clara: “Si una canción es el output de una herramienta de IA que se basa en haber reproducido obras preexistentes, se requiere la autorización de los titulares de derechos de las obras preexistentes”.

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El catedrático en inteligencia artificial de la Universidad de Salamanca, Juan Manuel Corchado, explica que esta tecnología está basada en algoritmos y la reutilización de modelos que se entrenan. Es el caso del modelo LLM que, según explica, entrenan con todo tipo de información y se utiliza para realizar tareas relacionadas con el procesamiento del lenguaje natural. Son las empresas las que compran repertorios de información para volcarla en sus motores y enseñar a las IA. La protección de datos no solo protege a los usuarios de publicidad no deseada sino que alimentar inteligencias artificiales.

En medio del debate internacional sobre los derechos de los creadores que tanto Perpiñá-Robert como Corchado se refieren, está la ética que funciona como faro de guía a la hora de continuar pensando y entrenando a la IA. Corchado apunta que desde el laboratorio en el que trabaja tienen que guiarse "por el sentido común" y siendo cocientes de que estas tecnologías "cambiaran el mundo" en función de cómo decidan entrenarlas. Además advierte de que es difícil demostrar en qué medida un autor ha hecho uso de una inteligencia: "El que quiera hacer trampas lo tiene bastante fácil".

La voz es unos de los rasgos que definen, identifican y singularizan a una persona, sea o no artista, señalan desde SGAE, y la réplica sin control degenera en su devaluación. En términos legales, hacer uso de la IA no desprotege a su creador. Tradicionalmente los autores han hecho uso de tecnologías para desarrollar su creatividad, y así entienden también la asistencia de la IA. Solo hasta agosto hubo más de 1.700 millones de visualizaciones de vídeos relacionados con herramientas de inteligencia artificial en YouTube.

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